Alfredo Cardona Tobón.
Hasta fines del siglo diecinueve la
langosta asoló la costa pacífica y algunas zonas del interior del país.
Hubo regiones, como el distrito del Castigo, por los lados de
Tumaco, donde la langosta fue un flagelo
permanente que mantuvo en la miseria a sus habitantes.
De tiempo en tiempo mangas de langosta
arruinaron al Valle del Cauca, se adentraron por la banda izquierda del río
Cauca hasta Supía y acabaron con
cultivos en territorio antioqueño.
En el diario del Doctor José Manuel
Restrepo, cuando narra el éxodo hacia el Valle huyendo de las tropas españolas,
anota lo siguiente con fecha 11 de abril de 1816: "A las cuatro y media de
la tarde llegamos al pueblo miserable de Quinchía, en donde por lo menos
hallamos una buena casa en que dormir. El temperamento es templado como todo el
terreno desde la Vega de Supía, y si hubiera población sería muy abundante. Mas
en ninguna parte se hallaba qué comer y sólo se veía hambre y miseria, debido
principalmente a la langosta, que en el año 1815 asoló toda la vegetación y
siguió hasta debajo de Antioquia por el valle del Cauca".
Años más tarde la langosta volvió a
devastar la región. En 1840 la plaga sumió en la hambruna a los habitantes del
norte del Cauca, quienes además de la guerra de Los Supremos,
sufrieron los embates de la viruela que acabó con parte de su población.
Tras
la guerra de 1876 la langosta volvió a hacer de las suyas en
Ansermaviejo, Riosucio, Supía y en las veredas del Escobal y el Bureo de
Pácora.
Desde mediados del siglo diecinueve
los distritos, tanto de Antioquia como del Cauca, contaban con cuadrillas
permanentes que vigilaban la llegada de
la langosta y que detectaban criaderos para proceder a incinerarlos. Pero ante
una invasión como la de 1878 poco podían hacer los vecinos: lo único que lograban era espantar las nubes
de langosta con candela para evitar que se asentaran en sus predios y matar
unas cuantas con azadones y palos cuando se posaban en los potreros y en los
cultivos..
Como consta en los archivos del
municipio, mientras los alcaldes de
Manizales y otras poblaciones fronterizas prohibían la salida de víveres hacia las poblaciones del
Cauca, en previsión de una escasez de alimentos por la aparición de la
plaga, algunos comerciantes de la región
los acaparaban para aumentar sus
ganancias.
Tras la victoria del 5 de abril de 1877 en Manizales, el
gobierno de Antioquia estaba
nominalmente en manos del
partido liberal. El General
Rengifo tenía el control en Medellín, en Titiribí y en Salgar, pero lejos de la
capital, los conservadores hacían lo que les venía en gana y no prestaban atención a las disposiciones centrales, tal como
ocurrió cuando el presidente Rengifo envió una circular al Prefecto de
Manizales para que evitara que ciertos
individuos o compañías se adueñaran de los víveres y especularan con ellos. Ordenaba, además, que se permitiera la salida
de artículos de primera necesidad hacia
el Estado del Cauca, pues la prohibición
de algunos alcaldes de comerciar con el sur, además de ilegal, imprudente y
anticristiana, podría crear problemas con el Estado vecino.
Por otra parte, agregaba la circular
del presidente, el país consideraría a los antioqueños indignos del título de
colombianos, si el egoísmo y el deseo de
lucro prevalecieran sobre las consideraciones humanitarias y de
solidaridad con los compatriotas más necesitados.
A pesar de las recomendaciones del
presidente Rengifo y de sus amenazas,
los alcaldes de la frontera siguieron
obstaculizando el comercio con el Cauca. La langosta no respetaba límites y
empezó a causar estragos en Antioquia, aunque en menor grado .Los
comerciantes, previendo mejores precios
y ante la eventualidad de una intervención directa del gobierno, empezaron a
enviar el fríjol y el maíz de sus depósitos hacia el interior de Antioquia con
la consiguiente carestía en Manizales y
en los distritos aledaños.
Las aspiraciones de los
especuladores se desvanecieron a principios de junio de 1878 , cuando llegaron
bandadas de innumerables aguilillas que empezaron a devorar las langostas. La
naturaleza se había convertido en el mejor aliado para controlar el temible flagelo.
Cuando desapareció la plaga, los
labriegos del norte caucano sembraron sus parcelas con semillas enviadas desde
Cundinamarca y Santander . Al superarse la crisis las recuas volvieron a cruzar
los puentes de Moná y de La Cana, sobre
el río Cauca, para abastecer a Riosucio y a Supía y seguir robusteciendo las arcas del comercio de la
frontera, que a la larga languideció con las carreteras y la visión abierta de
los primos de Medellín y de Pereira.
En los tiempos de la langosta se vio
claramente el divorcio entre dos regiones colombianas, que debieron estar
unidas en la desgracia . Se palpó, como sucede en la actualidad, que el
deseo de lucro de unos cuantos y las
conveniencias locales han primado sobre la solidaridad y la caridad cristiana
que son valores que han hecho grandes a
otros pueblos..
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