Los milagros de Peraltica- Cuento costumbrista-


Alfredo Cardona Tobón





Sabemos por Tomás Carrasquilla que el alma justa de Peralta se volvió chirriquitica y se acomodó en la cruz del orbe que lleva el Dios Padre,   para poder  gozar eternamente de la presencia divina; pero como Peralta era tan bueno no aguantó las ganas de volver al mundo a practicar obras de caridad y por eso  a cada rato le pedía permiso al Señor para darse una vuelta por este mundo y ayudar a tanto descreído que se iba derecho al infierno.
-Dejá esa ventolera, le dijo San Gabriel-  No te metás en vainas que eso por allá está muy peligroso y de pronto te crucifican como al Patrón.
No bastaron recomendaciones ni cantaletas y tanto jorobó que consiguió que el  Altísimo le diera permiso de regresar a sus antiguos correderos y hacer unas cuantas obras de caridad.
Peralta se disfrazó de vendedor de cachivaches y al empezar diciembre anduvo por Amalfi y por Caramanta, por Medellín, Manizales y Pereira. Pero poco se demoró en estos andurriales,  pues lo agarró el aburrimiento al ver tanta maldad, tantas  viejas casi en bola y tanta parranda y despilfarro de plata en la época de Navidad.
Triste, preocupado y compungido Peralta  regresó al cielo y de inmediato le puso la queja a Nuestro Señor. Peraltica- le dijo Jesús- yo nada puedo hacer para enmendar esa gente, acordate que yo estoy sujeto a eso del libre albedrío y a duras penas tengo facultades para perdonar tantas barrabasadas, cuando a última hora les da por hacer méritos para el cielo.
 Los santos, los ángeles y los arcángeles, que vivían tocando lira y pasando bueno, que no sabían de la misa la media, como dicen las señoras,  se escandalizaron con  el informe de Peraltica y pidieron un castigo ejemplar para toda esa tracamandada  de pecadores que habían olvidado los diez mandamientos de Dios y los de la Iglesia.
San Benito Abad pidió que se congelaran los mares y los ríos por la época de diciembre para que los turistas no armaran escándalo y no dieran tanta lora; San Antonio Nacianceno propuso que el aguardiente se convirtiera en ácido para que nadie lo probara y San Antero sugirió  que a todas las mujeres que salieran a la calle semidesnudas les dieran calambres y que los pedigüeños de aquello se quedaran mudos de por vida.
Nuestro Amo escuchaba y escuchaba. Algo susurró a la Virgen y la Señora con esa suavidad que se gasta  recordó a la concurrencia de ángeles y serafines, santos y beatos, que las cosas no funcionaban por las malas. Que ahí tenían el ejemplo de Sodoma y Gomorra, el diluvio universal, las siete plagas de Egipto, la violencia en Colombia.y que pese a semejantes castigos  los hombres seguían en las mismas y aumentando el saldo rojo.
Entonces  la Santísima  Trinidad en pleno, es decir, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo le dijeron a Peraltica: Hombre mono, como vos sos tan santo y estás tan preocupado, te vamos a conceder la facultad de hacer tres milagros, a ver qué podés  hacer por esa gente.
¡Claro!, como este zorombático tiene tanta vara con mi Señor, le dieron un permiso que solo le dan a los que santifica el Vaticano- dijo por lo bajo San Isidro.  Verá el tonto éste- agregó Santa Inés – que es capaz de  pedir otra vez que le permitan ganar al dado, secuestrar la muerte y sacar del infierno a más liberales comecuras.
El mundo estaba revuelto: los borrachos, los concubinos, las fufurufas y los tahúres habían convertido la zona cafetera en un antro de perdición. Muy pocos se acordaban del pesebre, de la venida del Niño, del novenario y menos aún de  la oración y la penitencia.
En vísperas de navidad el reloj marcaba la cinco y cuarto de la mañana… el sol empezaba a teñir de luz el horizonte cuando se presentó algo inusitado, algo que paró en seco a los trasnochadores e hizo salir a todo el mundo a las terrazas y a las avenidas, por el oriente empezó a verse la aurora boreal, como en los polos,  y por todos los puntos cardinales aparecieron enormes arco iris que se entretejieron iluminado los valles y las montañas, las llanuras y los mares.
¡Milagro¡- decían unos;  otros, obnubilados por el pecado, aseguraban que era un montaje de la NASA para promover los amaneceres que iban a comercializar los gringos.
A medio día, cuando aún se comentaba el extraordinario suceso, apareció otro más asombroso: empezó a soplar un viento suave con olor a flores que fue creciendo e impregnado de aroma toda la tierra y luego empezaron a llover rosas, claveles y tulipanes que al tocar el suelo se convertían en sinsontes, en turpiales y ruiseñores que en enormes bandadas levantaban vuelo silbando canciones de Navidad.
 Es el contrapeso chino para neutralizar a la NASA- seguían diciendo algunos ateos, pero la mayoría de la gente viendo semejantes portentos empezó  a cerrar los bares y a desempolvar el pesebre.
Al anochecer del 24 de diciembre  Peraltica remachó con broche de oro. Se   oyó el sonido de millones de campanas por montes y cañadas, por callejones y autopistas, la luna empezó a brillar como una gran farola y las estrellas fulguraron como bombillas de navidad.
Ya nadie habló de la  NASA ni de los chinos: hombres y mujeres, niños y ancianos, justos y pecadores se arrodillaron y ante los improvisados pesebres celebraron la nueva llegada del Señor.
Desde lo más alto Peraltica sonrió complacido. Con su caminadito de “yo no fui” se fue acercando a la Santïsima Trinidad, haciéndose cada vez más chiquito, y de un brinco se instaló, no en la cruz del orbe como contó Tomás Carrasquilla, sino bajo las plumas del guargüero del Espíritu Santo.
*alcartob @gmail.com

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