UN
PICHÓN DE CURA
Alfredo
Cardona Tobón
Esta
historia profana incluye al Tigre
Jaramillo y lo ubica en Anaime, un pueblito de la cordillera central donde un día de mercado un indio de Natagaima con plumas, nariguera y
flechas montó su consultorio en la esquina de la plaza y ofreció pomadas, esencias y jarabes para volverse invisible, enamorar a las
muchachas y alargar la vida.
Anexo
al consultorio del chamán estaba una canasta con la culebra Margarita, frascos
de todos los colores y un casillero con dos loros verdes que adivinaban la
suerte mediante unos boletos con los signos zodiacales y la fecha de
nacimiento.
Mientras
el indio churimajá repartía ciencia y prometía milagros, el Tigre Jaramillo que fungía como secretario
se encargaba de los loros y de la culebra Margarita. Cuenta el Tigre Jaramillo
que ese día ejerció su primer
empleo.cuando después de misa de nueve se acercó por curiosidad a ver al indio
y a oir su perorata allí quedó clavado en un oficio sin paga con la responsabilidad de cuidar los loros y
darle ratones a la culebra.
El
Tigre estuvo hasta mediodía cuando pasó
su mamá Lina camino a la iglesia . lo rescató del
maleficio del churimajá compadre y llevó al Tigre a la misa. Doña Lina soñaba
con un cura en la familia: su mayor
aspiración era un levita así fuera un godo alzatista, el Tigre era su
última esperanza, porque a Fredo y al resto de sus hijos se los había tragado el
café, los gallos y las fufurufas.
Infortunadamente, pese a las oraciones de doña Lina, al Tigre no le afloraba la vocación por parte alguna, se veía a las claras que era inmune a los rezos y si colaboraba con la patena no era por devoción sino para admirar los escotes de las muchachas cuando se acercaban a comulgar.
La VerónicaComo
última opción y para que le cogiera gusto a las cosas sagradas doña Emma puso al
Tigre bajo la tutela del sacristán que para comprometerlo le asignó la ponchera de las limosnas, donde sacó su porcentaje para evitar que le ocurriera lo mismo que
con el indio de Natagaima. El obispo llegó a Anaime en visita pastoral y como
al sacristán lo agarró el Corona Virus encargaron al Tigre de los misales y las
tinajas y de la volteada del incensario
para llenar de aroma el recinto y darle trascendencia a la visita del egregio
pastor.
En
un arranque de fervor El Tigre se acordó de los malabarismos del sacristán con
el incensario y quiso imitarlo con tan
mala suerte que voló el incienso
prendido y las brazas y la candela aterrizaron en la calva del excelentísimo
señor Obispo que aterrado corrió hasta
la pila del agua bendita para apagar los ornamentos en llamas.
Con
semejante metida de patas todo presagiaba que el Tigre Jaramillo y hasta el
párroco que lo auspiciaba se iban a
quedar sin coloca, pero estaba doña Emma, jefa de las adoratrices que abogó por ellos y El Tigre siguió cargando su
cruz y parte de las limosnas.
El diablo estaba al acecho esperando la ocasión para alejar al Tigre de los altares y ello sucedió el día que llegaron dos primos de Calarcá y el Tigre Jaramillo, como buen anfitrión, los invitó a conocer el templo donde en un rincón del refectorio vieron unas botellas de vino Lagrima de Cristo, que el párroco cuidaba con sumo empeño.
En
vasos de gaseosa desapareció el vino y cuando no hubo más que beber el Tigre y
sus primos salieron de la iglesia haciendo eses y cubiertos con los mantos de La Virgen y de la Magdalena.
Pero
no fueron las pilatunas del Tigre las que malograron el sueño de doña Lina de
tener un cura en la familia. Aún estaba de acólito cuando en una Semana Santa
le tocó desempolvar las imágenes, quitarles las telarañas, cambiarles la ropa y
maquillarlas. Estaba atendiendo la Verónica cuando el diablo le sopló el deseo
insano de verle los cucos, se acercó y le levantó la bata y como si reviviera,
la santa se inclinó y cayo de hinojos a los pies del Tigre Jaramillo.
¡
Que susto¡ . El Tigre creyó que se iban a abrir las puertas del averno y antes que se tarjara la tierra salió despavorido del sagrado recinto. El Tigre supo mucho después que la Verónica estaba medio
desbaratada por el comején y que el armazón se había desparramado cuando le
tocó los cucos .Nadie conoció la empelotada de la Verónica. De seguro san Pedro se desternilló de risa y en sueños le comentó a doña Lina que no siguiera
jorobando a su hijo, que por cierto no estaba destinado a ser cura ,y como a los
caporales de las películas mejicanas lo tenían planillado para ser enamorado. tomatrago y peleador”
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