AMORES EN FLOR
Alfredo Cardona Tobón
Hay amores que no se borran y parecen reencaucharse con el tiempo, su recuerdo perdura y en vez de marchitarse con los años parecen retoñar cuando algo que parecía olvidado retorna con detalles que creíamos sepultados.
La vida es un desfile de sucesos engarzados a los seres que amamos acompañando los momentos pasados con sus penas y sus alegrías. Una canción, una flor, un día luminoso nos reconcilian con la vida y dan nuevo brío al corazón. Es lindo releer los nombres que alguna vez escribimos en el tronco de un árbol y gravamos, en libros y cuadernos. Es grato recordar los amores que nos llevaron al borde de la pena, cuando con un desplante sentíamos que se nos iba la vida.
A veces conviene resucitar los fantasmas para caminar con.. aa lluvia o bajo los arreboles. a veces es grato imaginar lo que pudo haber sido y no fue, por. Por ello hay que volver atrás sin nostalgia para encontrarse con la muchachita pispireta, de ojos negros y cintura de avispa que no recordaba mi nombre o rencontrar la rubia que parecía una diosa en mis años juveniles y ahora estaba en una silla de ruedas agobiada bajo un alud de rulos.
Las pesquisas nos llevan al desván de los recuerdos donde se rescatan tesoros como el primer beso en la orilla del río y la serenata enamorada en una noche de luna En esa arca encontré tesoros que no
caducaron con los años y al abrirla pude volver a admirar a la vecinita de Gerona, en el balcón lleno de geranios donde Consuelito con su cara de muñeca cantaba “Cuatro preguntas” , cobijada por su risa y su alegría.
Consuelito fue mi amor platónico y perenne, la presentaba a mis amigos con orgullo y me acompañó
al baile de graduación de bachillerato Lo malo era que tenía novio que atendía en la
puerta de su casa. Yo los veía desde lejos refugiado en el escritorio que estaba en un rincón de la sala de mi vivienda. con la esperanza que algún día se fijara en su vecino .,
El tiempo corrió, ingresé a la universidad y seguí soñando con mi futuro y con Consuelito. Me gradué de ingeniero y
me vinculé a una empresa antioqueña y apareció fugazmente Lucero. Fue un noviazgo
corto paralelo a mis visitas a Consuelo
que ya me recibía en su casa, me servía algo parveado y me atendía hasta que se cansaba y me
dejaba solo en la sala. Pese a todo yo seguía embrujado por la Consuelito que no pasaba de considerarme un vecino molestoso...
Un día apareció una rubia ojizarca, hermosa, que me robo el corazón. Fue una “traga” total que
desplazó para siempre a Consuelo y borró de mi tablero a Lucero. Pensé que había llegado el amor de mi vida, pensé que había tocado el cielo con María Victoria, pero no. un día. rompió mi ilusión, remplazándome por un basquetbolista de la liga antioqueña.
Mientras estaba de novio de María Victoria, yo sostenía correspondencia con una chica argentina cuya dirección conseguí en la revista O”Cruceiro. Esa amistad por carta con Edith Angélica Bustos Cremieux fue tomando fuerza y se fortaleció cuando ingresé a la Acería Paz del Rio, donde fuera del trabajo escribía diariamente a Edith Angélica y salía a veces con una chica de Sogamoso...
De la simple amistad por carta con Edith, se pasó a un noviazgo y a planes de matrimonio. Había llegado el amor de mi vida, así que el 18 de mayo de 1967 unimos nuestras vidas y nos radicamos en Belencito, un pueblito al lado de la Acería.
.La relación postal había durado varios años y Edith Angélica había copado todo lo que yo esperaba en una compañera: amor, respeto, alegría, solidaridad y apoyo. Pese a las diferencias culturales, a los variados intereses nuestro matrimonio nos llenó de dicha. Ella era una mujer inteligente, laboriosa, cariñosa y bella dedicada a su marido y a nuestro primer hijo. Pero la muerte llegó y la viudez cortó nuestro destino y al fin solo quedaron los recuerdos y la soledad de mi camino.
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