CUANDO LA REALIDAD SOBREPASA LA FICCIÓN
Alfredo Cardona Tobón
General José María Melo
Al caer la tarde del primero de junio de 1860 un grupo de
indígenas tojalabales de la hacienda Juncaná, en La Trinitaria en Chiapas,,
recogió cinco cadáveres ensangrentados para sepultarlos al frente de la capilla
del poblado. El molesto zumbido de las chicharras cortaba la
soledad y ponía punto final a un drama que había empezado horas
antes, cuando por orden expresa del general Juan Ortega, un pelotón
de fusilamiento acabó con la vida del general granadino
José María Melo.
Desde semanas atrás Melo estaba entrenando
un destacamento de cien jinetes con el
objetivo de resguardar la frontera con Guatemala, amenazada por los
enemigos del gobierno mejicano; en esa madrugada de junio nada hacía presagiar
el ataque, pero por descuido o por novatada de la tropa,
sorprendieron la columna de Melo, hirieron al general y a rastras se lo llevaron
prisionero.
El fin estaba cantado, la orden era acabar con la vida del general
Melo sin atender formulismos. Al esculcar el
cadáver encontraron un reloj, una cartera vieja, algunas cartas y
cuatro pesos; esos eran los bienes del hombre que luchó por la
libertad americana en Jenoy, en Ayacucho y Junín,
defendió a su patria en el Portete de Tarqui, buscó la reintegración de la Gran
Colombia, fue presidente de Colombia, se enfrentó a la gavilla de
intocables cuyos descendientes continúan gobernando el país, combatió a los filibusteros
que quisieron anexar a Centroamérica al imperio yanqui y ofrendó su
vida por Benito Juárez.
EN TERRITORIO VENEZOLANO
Melo fue un hombre de combate: apoyó a Rafael Urdaneta en su breve
mandato dictatorial y por ello se le expulsó a Venezuela. Allí se
unió a los conspiradores que en 1835 buscaban derrocar al
presidente José María Vargas y reintegrar la Gran Colombia; pero al retornar
Páez al poder expulsaron de Venezuela a Melo quien tras un corto recorrido
por las islas caribeñas se dirigió a Europa, quizás con el apoyo de sus
compañeros masones.
En Alemania Melo asiste a la Academia Militar de Bremen y se interesa
por las ideas cuyos coletazos golpean a la desigual e injusta
sociedad colombiana. Melo no fue un sargento ignorante como lo presentan
algunos autores, sino un militar de escuela y un estudioso que se aproximó a
las doctrinas socialistas de entonces.
LA REPÚBLICA ARTESANA
En 1840 Melo regresó al país para dedicarse a
negocios particulares en Ibagué, luego a la política en las filas liberales y
como hombre de cuartel volvió a las filas con el grado de general para ocupar
la Comandancia Militar de Cundinamarca.
Melo se convirtió en un símbolo popular, en la esperanza de la
gente sin voz atropellada por quienes entregaron el país a los intereses
extranjeros, arruinaron la naciente industria nacional y acogotaron
de hambre a los artesanos. Los genios de la economía criolla aseguraban
que solo servíamos para producir materias primas y eran los arios y
los anglos los llamados por la Naturaleza para desarrollar la
ciencia, la tecnología y controlar los procesos de trasformación.
Además de considerar al pueblo raso como un incapacitado mental, los
dueños del poder quisieron marginar a los militares que nos habían legado la
independencia, desterraron a los jesuitas y acabaron con el ejército.
Ante tales perspectivas se fraguó una alianza entre los artesanos
hambrientos y los militares proscritos y el 17 de abril de 1854, con un golpe
de cuartel, el pueblo tuvo el poder por única vez en nuestra historia, con José María
Melo como presidente.
A treinta años de la independencia y a sesenta de la revolución
comunera, por primera vez en la vida republicana una clase social distinta de
la burguesía tomaba la dirección del estado, fue un cuartelazo de un día que a sangre y fuego se defendió durante ocho meses.
Los dirigentes liberales y conservadores invocaron la
Constitución, conformaron un Frente Nacional y con tropas
armadas por los capitalistas y apoyadas por empresarios gringos atacaron la República Artesana, que, sin
recursos, se defendió como pudo. La manguala bipartidista triunfó en el Valle
del Cauca y en Antioquia y el 4 de diciembre de 1854 tomó
la capital de la República acabando con el primer intento de un gobierno
popular. Cuando todo estaba consumado, el general Melo tomó sus dos pistolas
turcas, se dirigió a las caballerizas donde cuidaban sus
animales pura sangre y con su propia mano sacrificó lo que
más amaba para que no se convirtiera en un
botín de guerra.
DE NUEVO EN EL EXILIO
¡Fusilen!- ¡Exilien¡- fueron los gritos del general Mosquera. Muchos perecieron
en lejanos e inmundos
calabozos, otros bajo el fuego de los pelotones de exterminio. La
guadaña de la muerte barre al pueblo:y caen
sastres, guarnecedores, jaquimeros y militares cuyo
único pecado es la defensa del pan de sus familias. Los vencedores
quieren ejecutar a Melo pero no pueden tocarlo, pues sus
antiguos amigos liberales lo protegen; como no pueden
asesinarlo lo extrañan de su patria y el glorioso
militar, héroe de mil combates, deambula por Centro
América en un periplo lleno de interrogantes
En 1857 el general granadino solicita al presidente de Costa Rica un
permiso para explotar dos minas de oro en asocio con el venezolano Francisco
Parga y se pierden sus huellas durante dos años; se sospecha que, con otro
nombre luchó en Nicaragua contra William Walker, un filibustero que pretendía
anexar ese país a los Estados Unidos. Es una hipótesis que podría
ser cierta porque Melo era un guerrero que no podía
permanecer impasible ante los atropellos.
En 1859 Melo es Inspector General del
Ejército de Salvador. De la nada crea el ejército más poderoso de
Centro América y establece una Academia Militar. Esto bastó para levantar la
envidia de los militares salvadoreños y perder el respaldo del
presidente Gerardo Barrios. Melo atravesó sin detenerse
el territorio de Guatemala, donde gobernaba el dictador Carrera y llegó a
territorio de México. El 17 de marzo el periódico “La
Bandera Constitucionalista” ´publicó en forma destacada la noticia de su
llegada a Tuxtla; es entonces cuando Melo se integra al ejército de
Juárez y se traslada a Comitán con el objetivo de apoyar
el gobierno de Juárez .
Mucho tiempo ha trascurrido desde esa madrugada del primero de junio de
1860 y en ese largo tiempo se ha querido borrar la memoria de un hombre de
extracción humilde que como Jorge Eliecer Gaitán agitó las banderas populares. En
Juncana, Chiapas, se conserva la memoria de Melo y Heliodoro Melo, uno de sus
descendientes ha recorrido media América en busca de las huellas del valiente
general que tuvo parientes en Chinchiná y en Amsermaviejo.
Durante el gobierno de César Gaviria se intentó rescatar las cenizas de
José María Melo y eso ha propuesto el presidente Petro, pero en realidad no se
ha intentado en serio traer los restos del glorioso general que ha tenido
el veto de la burguesía colombiana y
la veneración de los vecinos de
Juncana que no quieren que sus cenizas abandonen la tierra mejicana.
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