RETORNO A LA TIERRA
Alfredo
Cardona Tobón
Al
llegar el conquistador Vadillo a las vecindades del cerro Carambá, la sangre
empapó el territorio de Guacuma, en vano
los umbras buscaron el favor de su dios Xixaraca y de Michua, la señora del Valor y de
la Guerra y empezó una era de ignominia
bajo la férula de los esclavistas y los
frailes doctrineros
El
oro, las mujeres y la vida de los nativos quedaron en las manos de los invasores al igual que los territorios sin límites que
se fueron menguando hasta convertirse en minifundios. En la república criolla
los guerreros se transformaron en peones
serviles, los tamaracas acogotaron a los sobrevivientes y los colonos de Antioquia aliados con los políticos corruptos del Cauca
dieron el puntillazo a las parcialidades
de los pueblos ansermas.
Al
finalizar el siglo XIX quedaban algunos
espacios despoblados en las zonas frias
de la cordillera occidental y en las
orillas del río Cauca, unos terrenos se considerados baldios de la nación y otros fueron reclamados por los resguardos que limitaban con la zona del Chamí.
Al
avanzar el siglo XX tales tierras quedaron en manos de personajes con poder y
dinero que obtuvieron los baldios y compraron los derechos a los comuneros de
las parcialidades . Los primitivos ocupantes tumbaron la selva, secaron charcas
y establecieron potreros y cultivos de pan coger y como aparceros o jornaleros
dejaron sus vidas en surcos que no eran suyos.
En noviembre de 1875 el gobernador del Resguardo
Victoriano Aricapa cedió al distrito de Quinchía el terreno para fundar un
nuevo pueblo en una zona con agua y caminos. Como por ley los indígenas se
consideraban menores de edad, y por tanto no podían vender o comprar, su
representación quedó a cargo de administradores que aprovechaban la ignorancia
o buena fe de los nativos para enriquecerse a costa de ellos. Los descendientes de los umbras perdieron la tierra, la hulla y también las
fuentes saladas.
Para
vender los derechos en las tierras comunes se exigían permisos judiciales
expedidos por un juez que validaban el negocio de una o dos líneas, o sea de la
herencia del padre o la madre ( una línea) o de los dos padres indígenas ( dos
líneas). En los documentos la mayor
parte de las solicitudes aducían la pobreza, enfermedad o incapacidad para
explotar las parcelas. La dilapidación
de las tierras ancestrales trajo más pobreza y desamparo, sobre todo a
las mujeres cabeza de familia que carecían de un marido que hiciera respetar su
derechos..
LAS
GRANDES HACIENDAS
En
las tierras altas el exministro Carlos Eugenio Gartner Cataño compró baldios
y derechos a los indígenas del resguardo de La Montaña y estableció la hacienda Palermo con una extensión de unas
dos mil hectáreas con rastrojo y desmontes que una vez quemados se sembraban
con maíz y fríjol y después se dejaban como potreros para ganado de leche y
levante.
En
la zonas altas Rafael Tascón compró numerosos derechos a los nativos del
resguardo de La Montaña y fundó la aldea de El Rosario de fugaz y prometedora existencia, con pobladores del sur antioqueño mientras en el resguardo de Guática el dirigente
Clemente Diaz Mórkum establecía el poblado
de San Clemente con colonos
conservadores oriundos de Carmen de Viboral y de Marinilla..
En tierra caliente, a orillas del rio Cauca,
el doctor Carlos Eugenio Gartner montó la hacienda Trujillo con tres kilómetros
de playa sobre el rio, cultivos de
maíz y frijol y pasturas para ganado de ceba . Mientras los Gartner acumulaban
tierras , a orillas del Cauca lindando
con el rio Tarria el empresario Vicente Garcés extendió la hacienda El Ciruelo desde el punto donde hoy se levanta la población de
Irra hasta la salina de Mápura. . Otras extensas propiedades fueron La Horca de
Horacio Tobón, El Callao de Alejandro Toro, Aguasalada de Juan Manuel Espejo y
Corozal de Hernán Garcés, todas ellas compradas a
bajo precio a la parcialidad Pirsa-Escopetera y .al resguardo de Quinchía.
Los
minifundios con cultivos de plátano, yuca, maíz y frijol se multiplicaron en la
zona de clima medio donde pequeños trapiches paneleros junto con la minería
artesanal sustentaron la limitada economía campesina reforzada a partir de la segunda década del pasado siglo con parcelas de café y cacao..
Durante
la presidencia de Carlos Lleras Restrepo se quiso adelantar una reforma agraria
que permitiera a los labriegos acceder a la tierra. En la zona umbra de
Quinchia y Riosucio el INCORA compró varias haciendas y las parceló dando lugar
a varias veredas con el nombre de esas haciendas. Se hicieron explotaciones comunales y con
economía solidaria aparecieron los núcleos campesinos de El Cairo, Guisana,
Trujillo, El Callao, Corozal y Sausaguá,
EL
REGRESO A LA TIERRA
Pedro Pablo Gañán Tabarquino era un campesino nacido y criado en la hacienda Trujillo donde su familia había sido aparcera desde siempre. Cuando quiso acudir al INCORA en busca de tierras lo echaron de Trujillo y entonces con algunos compañeros inició los trámites que permitieron "incorar" la parte de la hacienda que había heredado Eduardo Gartner.
Al amainar la violencia política de mediados
del siglo pasado se fortaleció la Asociación
Nacional de Usuarios Campesinos, ANUC,
que aglutinó centenares de
campesinos de la región y mostró su fortaleza en el paro cívico del 20
de julio de 1972,
Al principio los campesinos no querían
trabajar las tierras en comunidad, pero al fin lo hicieron motivados por el
INCORA, pues dicha institución consideraba que en otra forma la tierra volvería
a ser vendida a los grandes propietarios. En una de las cláusulas se exigía que al
vender las parcelas solo podría hacerse con el visto bueno de la comunidad,
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