Alfredo Cardona Tobón
A fines de septiembre de 2022 se
reunieron exalumnas, parientes y amigas de Isalia Villegas Montoya para mostrar
su gratitud y resaltar la existencia de una dama, que la escritora Regina Vélez
distinguió como pedagoga de la vida.
Un libro plasmó la bondad y la lucha de Isalia. No se refería a una heroína
ni a una mujer de letras, tampoco a una empresaria o a una científica, en esa
oportunidad se testimoniaba el amor, se reconocía la labor que fijó rumbo y
destinos a varias generaciones y registraba un apostolado que no buscó homenajes
ni medallas.
La vida
cotidiana moldea la historia de los pueblos, pues los hechos sencillos y
modestos que parece no tienen trascendencia son como las gotas de agua que
perforan las rocas, cincelan los grandes imperios, dan forma a los genios y
marcan los momentos estelares de los hombres y las naciones.
El libro de Regina Vélez es una muestra
de vida cotidiana en un rinconcito especial donde se juntó todo lo noble y todo
lo grande que enalteció el territorio antioqueño. Por allí, en la zona de Amagá,
el abuelo Eleazar endulzó las necesidades en el trapiche del Alto de las Flores
y arropó a su nieta con el poncho de arriero cuando la brisa volaba desde Minas
y la Clarita.
Isalia creció con la impronta de una
tierra bravía, donde los hombres se coinvertían en topos para arrebatar a la
tierra el mineral de hierro la hulla y el cuarzo y las mujeres derramaban
ternura y fuerzas para sacar adelante
las familias que crecían y se
multiplicaban siguiendo los preceptos bíblicos.
Donato Villegas y Enriqueta Montoya
adivinaron que el marco de la vida de su hija iba más allá de los límites
pueblerinos, por eso cuando a la niña le quedó chica la vereda, la matricularon
en el colegio de La Presentación del municipio de Caldas, donde se abrieron los
caminos y empezaron a concretarse sus sueños… No hubo obstáculo que detuviera a
la primera maestra graduada de la Estación Angelópolis. Tronara, lloviera o
hiciera sol, la maestra de apenas diecisiete años recorría las trochas que la
llevaban a la Ferrería, donde sus clases eran una dicha para los párvulos que
entre palotes, juegos, canciones y poesías entraban al mundo que les mostraba
la maestra en el bordo de una zona donde floreció la tecnología y nació una de
las primeras empresas siderúrgicas de Colombia.
La maestra rural fue creciendo en
experiencia y conocimientos y con una Licenciatura escaló nuevas posiciones en
reconocidos centros educativos de Medellín, donde fue ejemplo de dedicación,
entrega y entusiasmo.
En la presentación del libro sobre su
vida, Isalia llegó en silla de ruedas, estaba radiante rodeada de los seres
queridos. En una corta intervención se dirigió a sus alumnas para hablarles como en los viejos tiempos. En los 77 años de
lucha, con momentos tristes y momentos lindos, el soplo de Dios permitió a Isalia
guiar a las numerosas generaciones que el Creador puso en sus manos. En esa tarde
los recuerdos se atropellaron. En la memoria de hijas, nietas, amigas y
alumnas renació la campesina ilustrada con sus bordados, sus canciones, poemas,
planas y recetas, era la maestra que les enseñó a declamar, a comportarse en la
iglesia, en la mesa, en los actos sociales y a vestirse para cada ocasión. Allí
estaba quien les enseñó a amar a Dios y a respetar al prójimo y la madre que
los arrulló y en las noches con lluvia contó a sus hijos los cuentos de tío
conejo.
“Yo te amo Isalia desde el fondo de mi
alma” -le susurró una antigua alumna mientras algo bello y noble flotaba en el
ambiente: era la gratitud y el amor, era
la presencia de un ser noble cuya memoria perdurará en el tiempo y en los
corazones de su gente.
“Nunca pasó por mi mente que mi vida
sencilla, sin hacer nada relevante, pudiera figurar en un libro dijo Isalia a
Regina Vélez, la autora del libro y organizadora del homenaje, no olvides que
esta viejita te quiere, te adora, te agradece, ten presente que cuando me vaya
de este mundo seré uno de los ángeles tutelares qué estarán a tu lado cuidándote
e iluminando tu camino...”
La tarde cayó, las sombras llegaron...
poco a poco el salón quedó solo mientras la heroína en la silla de ruedas subía
a la ambulancia que la había acercado adonde la esperaban sus amigos.
*historiayregion.blogspot.com
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