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 YO, EL QUE MÁS CORRÍA EN BATERO

RELATOS tomados de Cola de la rata

·20/03/2018·5 MINUTO DE LECTURA·106 VIEWS

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Ese es el comentario de la gran mayoría del pueblo, de ese pueblo que a punta de berraquera pudo salir adelante a pesar de los estigmas que quedaron de una guerra que parecía no tener reposo, pero como en las películas de Tarantino, después de tanta sangre y tragedias se aclaró un buen final o por lo menos ahí vamos.    

Cerro Batero, límite entre los municipios de Quinchía (Risaralda) y Riosucio (Caldas). Foto cortesía.

 

Por: Daniel Trejos

Maldito país, maldita guerra y sobre todo maldita guerrilla que se proclama como el “ejército del pueblo”, pero desde que tengo uso de razón lo único que ha hecho es extorsionar a todo el que tenga un mínimo para ofrecer, maltratadores es lo que son. Hoy se ofenden porque los llaman asesinos en la Cámara de Representantes, pero yo que los vi en persona y que vi de lo que son capaces, les aseguro que la palabra de “asesinos” se les queda corta.

Los habitantes de las ciudades en su trajinar diario siguen solamente lo que dicen los noticieros y toman postura frente a la información, ignoran ellos lo que es vivir en un lugar del cual quieren tomar posesión de manera descarada, como si yo pudiera ir a adueñarme de la casa del vecino por el simple hecho de “que me dio la puta gana”.

A Quinchía algunos la llaman La villa de los cerros, pero de los cerros que quieren tumbar a punta de minería, porque en mi pueblo tenemos la maldición del oro: empresas como Batero Gold, para nada relacionada con el cerro Batero o el corregimiento del mismo nombre, con lentitud han desplazado a familias del lugar donde vivieron toda su vida; esto con complicidad de los gobernantes de turno.

Ese es el comentario de la gran mayoría del pueblo, de ese pueblo que a punta de berraquera pudo salir adelante a pesar de los estigmas que quedaron de una guerra que parecía no tener reposo, pero como en las películas de Tarantino, después de tanta sangre y tragedias se aclaró un buen final o por lo menos ahí vamos.Institución Educativa Miracampos, al pie del cerro Batero. Foto cortesía.

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Faltan diez, nueve o lo que falte para las cuatro de la tarde, ya casi es hora de “Dragón Ball Z”, lo malo es que aún estoy en la escuela, tercer grado, y el profesor Jairo no nos deja salir hasta la hora en punto.

Mi casa queda a unos diez minutos de la escuela a paso de señora. Pero a paso mío, ¡ay Dios mío bendito!, ustedes lo que no me han visto es correr, si aquí en Batero yo soy de los que más corro, por ahí a veces me gana ‘Mono’.

El profesor Fabio toca la campana y como decía Juan Harvey Caicedo, salimos todos como “alma que lleva el diablo”. Con “Chicho” y Diego, corremos lo más que podemos para no perdernos nada del capítulo de hoy. Subimos corriendo por la carretera, en un instante ya estamos en la desviación que nos llevará justo a mi casa, el camino parece un interminable túnel de plataneras y cafetales; hoy, a diferencia de ayer y de antes de ayer, justo antes de llegar a la quebrada nos detiene un man alto, grande, con fusil, nos dice que no corramos como locos, que nos salimos aporreando. Regaños de grandes, siempre con lo mismo. Le decimos que bueno, es del Ejército y a ellos los respetamos.

Bajamos a la quebrada, ahora el camino se torna diferente, son los guaduales quienes nos observan, salimos a la cancha de fútbol y como canta Lisandro Meza en Y de la plata qué, íbamos con “la lengua de corbata”. Entre la cancha de fútbol y mi casa, que queda a un costado del plan, como le dice mi “mamita” a la cancha, habían, mal contados, unos cien soldados. Aunque curioso, no era de extrañar que pasara esto, lo único malo es que después de ver el ansiado episodio, no podíamos ir a jugar a la cancha. Llegamos a mi casa, vimos el capítulo. La tarde se lleva el sol y todo queda “más negro que la boca de un lobo”.

El cielo se rasga con una ráfaga de un Black Hawk. En mi casa nos despiertan a todos, de nuevo un enfrentamiento y es mejor estar atentos “por si cualquier cosa”. Pregunto la hora y me dicen que son más de las dos de la mañana, con rapidez nos damos cuenta que no se están dando “plomo” en Batero, así que salimos al patio de mi casa a ver cómo de los helicópteros descienden una a una las balas y cada tanto una de estas baja alumbrando, los que más saben dicen que esa era la bala guía.


El enfrentamiento es por la parte de abajo del cerro. También el avión fantasma arroja unas luces que con lentitud van cayendo mientras iluminan todo, tanto que al otro día uno de los vecinos dijo que “esas luces alumbraban más que el sol”. Al cabo de unas horas las balas cesan y nosotros también vamos a dormir.

Al otro día, las historias de todos van y vienen, y el compilado es más o menos el siguiente: el cerro Batero es una delimitación natural entre Risaralda y Caldas. Bonafont –corregimiento de Riosucio, Caldas– queda a un costado de la imponente montaña, ahí fue el enfrentamiento.

La guerrilla se iba a tomar el pueblo por la parte de atrás del cerro, por Juan Díaz. Alguien le dijo al Ejército lo que iba a pasar y ellos por el lado del frente del cerro se prepararon y cuando sonó el primer tiro de la guerrilla, el Ejército les cayó y como a moscas los eliminaron.

Unos dicen que mataron a todos los guerrilleros. Todo lo que presenciamos nunca lo vimos ni en noticieros, ni en ninguna parte, es como si nunca hubiera pasado, ahora esto solo vive en la memoria de todos los que ese día a la madrugada vimos cómo un grupo de personas mataron a unos tantos por defender a otros; al final, todos colombianos. Ahora entiendo a los que dicen que “Colombia no va a mejorar mientras sigan existiendo colombianos”.

 

 

 

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