SEMBLANZA DE UN RAMBO CRIOLLO
Alfredo Cardona Tobón
Poco a poco se fue desarropando la Sabana de la neblina paramuna y al promediar la mañana empezaron a alinearse, en el Patio de Armas de la Escuela Militar, las unidades de Brigada y delegaciones de suboficiales de todas las guarniciones colombianas. Las banderas y los estandartes tremolaban al viento mientras notas marciales solemnizaban un acto sin precedentes, pues ese 7 de abril de 1965, con la asistencia del presidente Guillermo León Valencia y los altos mandos castrenses, se distinguía con la Cruz de Boyacá a un suboficial que por sus méritos, su valor y osadía parecía salido de una película de Hollywood.
Generales y estadistas, ministros y presidentes habían sido galardonados con la máxima distinción de Colombia, pero era la primera vez que un soldado salido de las entrañas del pueblo recibía la Cruz de Boyacá por la lucha contra los bandoleros que desde 1948 ensangrentaban los campos de la patria.
El sargento Evelio Buitrago tuvo su propia guerra, sin tregua, sin compasión y alejado, quizás, de los canones ortodoxos. Pero tenía que ser así, pues en ese entonces era la única forma de acabar con los asesinos que medraban con el crimen y tenían postrado a un Estado incapaz de evitar las innumerables masacres y atropellos de los bandidos.
Durante más de diez años Buitrago se infiltró entre las bandas criminales para diezmarlas y desvertebrarlas desde adentro ; fue un gatillero como los del Oeste norteamericano que donde ponía el ojo ponía la bala. Muchas veces operó solo y otras tantas dirigió comandos especiales. Maestro del disfraz y la emboscada jugó su vida en acciones relámpago que envidiaría el propio “Rambo”
Evelio Buitrago nació en Sevilla, Valle, en el seno de una familia campesina. En 1955 cuando cursaba bachillerato en el colegio Santa Librada en Cali, unos cuadrilleros mataron a su papá. El jovencito abandonó las aulas e indagando aquí y allá supo quienes eran los asesinos y entonces se ofreció como guía de una unidad militar que tenía como base la vereda. Uno por uno cayeron los asesinos bajo las armas justicieras y Evelio descubrió que su vocación era la guerra, no por la violencia que implicaba, sino por ser el medio de poner freno a quienes no dejaban vivir en paz
En 1956 Buitrago prestó servicio militar en el Batallón Girardot en Medellín y tras un corto entrenamiento lo enviaron a Puerto Berrio a combatir las guerrillas que infestaban esa región. De allí viajó a Bogotá a un curso de suboficial en la Escuela de Artillería, luego con el grado de cabo segundo sirvió en el Batallón San Mateo de Pereira y combatió en Ataco, Tolima, a las cuadrillas de “Mariachi” y “Charro Negro”
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A partir de 1960, Evelio Buitrago se convirtió en un personaje de leyenda en la lucha contra los criminales apoderados de vastos sectores patrios. Ya no eran guerrilleros, ni bandidos amparados bajo las banderas liberales o conservadoras, eran empresarios de la maldad que amangualados con mayordomos y con caciques pueblerinos robaban cosechas, desplazaban campesinos para quitarles la tierra y sembraban el terror para cobrar “vacunas” y vivir del prójimo.
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Conocedor de los secretos del monte y dueño de innata malicia, Buitrago entró al
grupo de localizadores en el Cuerpo de Inteligencia Militar. Simuló ser bandolero y como tal se infiltró en la banda de Conrado Salazar, alias “Zarpazo”, que delinquía en el norte del Valle y en el Quindio con un prontuario de más de 180 asesinatos y varias masacres. Con maña y marrullas Buitrago fue dando de baja a los antisociales de la banda y cuando desvertebró esa organización bandolera localizó a Jesús Eliecer Sepúlveda, alias “La Gata” . Al frente de una comisión militar se acercó al rancho donde el antisocial se reunía con la concubina y en acción sorpresiva eliminó a la “ La Gata” y a gran parte de su gente.
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Bajo el fuego de los comandos de Buitrago cayeron “Piquiña”,”Puente Roto”, “La Sapa” y Guillermo Orozco, alias el “Mono” y pacificó en gran parte el norte del Valle y el occidente del Viejo Caldas. En reconocimiento a su labor pacificadora el presidente Valencia lo nombró secretario del Agregado Militar en la Embajada de El Perú.
Pero no eran las máquinas de escribir y los escritorios los escenarios de un soldado curtido en el combate. En una reunión de militares latinoamericanos un suboficial peruano pasado de tragos irrespetó la bandera colombiana y Buitrago en exaltado patriotismo lo atacó cortando de tajo su carrera en la diplomacia.
De Evelio Buitrago quedó la leyenda; en su libro “Zarpazo, otra cara de la Violencia” registra parte de sus acciones contra la delincuencia , muestra una notable capacidad literaria y la personalidad de un guerrero que hizo lo que creyó mejor para su patria.
Donde consigo el libro el zarpaso
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