NOE
DE JESUS Y LA CARMELONA
Alfredo
Cardona Tobón
Noé de Jesús Montoya Alvarez armó maletas y
una mañana muy tempranito salió de Santa
Rosa de Osos en el departamento de Antioquia; dejando atrás el clima frio, los
helechales, los recuerdos... y en manos del destino llegó al sitio de
Cañafistula en las orillas del
río Cauca donde numerosos obreros asentaban los rieles del ferrocarril de la
Troncal de Occidente
En
esas soledades Noé de Jesús , un mono delgadito de pocas palabras,
enquistado en sí mismo, tuvo amores con una hembra coqueta, que al poco tiempo de conocerlo lo abandonó para
irse con el maquinista del tren. Eso le talló duro a Noé, que nunca superó la traición de su “Carmelona".
“Hagamos
un silencio a nuestra historia de amores” le dijo la ingrata que desapareció de su vida. Noé la buscó por
estaciones y cantinas, registró los caminos buscando sus huellas, repasó las ventanas de las casitas sobre la vía
férrea y escrutó con ansia todos los horizontes con la esperanza de encontrar a
su amada. Pero fue inútil la búsqueda.
Nadie volvió a ver a la “Carmelona”.
Noé llegó desengañado al campamento de Tapias y empezó a trabajar en el túnel
cercano al puente de Irra. En las noches, mientras revoloteaban mangas de murciélagos y se cubrían las vegas
del Cauca con millones de cocuyos, José Dolores Vásquez, venido de Frontino,
repartía las cartas mientras Pedro Guzmán tiraba los dados y Noé soñaba con la
“Carmelona”. Al final Céfora Guevara apagaba el fogón y las lámparas
de petróleo, poniendo punto final a la
jornada.
Al
otro lado del río, en predios del municipio de Quinchía, crecía un callejón a medida que progresaba la
trocha del tren y se multiplicaban los durmientes de los rieles. En medio de las humildes construcciones
sobresalían tres casas de teja; las demás edificaciones eran ranchos pajizos
donde se compraba víveres, cigarrillos, aguardiente y cerveza y
esperaban las mujeres que noche tras
noche llenaban la soledad de los
trabajadores.
Un
viernes por la tarde, después de terminar las labores en el túnel, Noé de Jesús
pasó en una canoa hasta la otra orilla del rio Cauca y se adentró por el callejón de Irra. A esas
horas Emilia, apodada “La Soberana” salió del rancho a rebuscar la vida junto con Milia, “La Soma” y la supieña “Anaís". La música se filtraba hasta el monte mientras decenas de ojos sedientos las seguían por el playón del Cauca.
Emilia,
“La Soberana”, era un hembra morena, pispa, pendenciera y busca pleitos . En los pliegues de la falda llevaba una
puñaleta cachivenado que no la
abandonaba en la cama y menos en sus servicios
de amor entre los matorrales y en los vagones vacíos. Como centenares de mujeres de corazón abierto y
piernas sin candados, “La Soberana” era levadura de una aldea que crecía turbulenta al son de
las cantinas y las ventas de fritanga.
A fines de semana y en los feriados llegaba a Irra gente de todos los campamentos de la línea ferroviaria; venían mujeres del Valle, de Antioquia, de Manizales y jugadores provenientes de Medellín. Se encendió el baile: los guapos rastrillaban los machetes contra el cascajo ardiente y en medio de los tragos saltaban desafiantes Pedro Luis Álvarez o Zoilo Colorado y ay de aquel que les hiciera frente.
A fines de semana y en los feriados llegaba a Irra gente de todos los campamentos de la línea ferroviaria; venían mujeres del Valle, de Antioquia, de Manizales y jugadores provenientes de Medellín. Se encendió el baile: los guapos rastrillaban los machetes contra el cascajo ardiente y en medio de los tragos saltaban desafiantes Pedro Luis Álvarez o Zoilo Colorado y ay de aquel que les hiciera frente.
En
medio de la fiesta un tal Carrasquilla quiso llevarse a la
“Soberana” a viva fuerza y Noé de Jesús , que le estaba echando el ojo desde
que empezaron a caer las sombras, gritó enfurecido: ¡ “largala Carrasquilla que
nos vamos a dañar”¡. La gente abrió
campo, y empezó la pelea. Un machetazo hizo saltar chispas en la oscuridad del
callejón, otro cortó un banco de
guayacán y los dos contrincantes entre fintas y mandobles
se acercaron al rio. De pronto se
escuchó un quejido y un chapaleo en la aguas del Cauca. Noé de Jesús enfundó el machete teñido de
sangre y el cuerpo de Carrasquilla empezó su viajar aguas abajo enrojeciendo los remolinos del Cauca,
mientras Emilia, “La Soberana” , abrazaba a Noé de Jesús y apuraba un largo
trago de aguardiente.
Pasaron
los meses, el callejón siguió creciendo, la carrilera continuó hacia Arauca, los andariegos se
asentaron al lado del puente y del
semen, el sudor, la sangre y el licor brotó
una población de barequeros y mineros del oro, que se resignó a ver pasar la vida como el agua del Cauca o como las tractomulas que rodaban por la orilla del río sin
dejar huella en el asfalto de la carretera.
“La
Soberana” se esfumó como una de las
tantas visiones de Irra. Pero Noe de
Jesús jamás olvidó a la “Carmelona” que siguió buscando en el fondo de las
botellas o por trochas perdidas. El
“Tigre Jaramillo” asegura que Noe de Jesús desapareció en las cuevas de Sn
Felix buscando el tesoro de una bruja y su socio Orlando Vargas dice que Noe de Jesús perdió el alma en una partida de póquer con el diablo y desde
entonces quedó como calanchín de Satanás. Otros dicen que a Noe lo han visto como una sombra en las paradas de la Flota Occidental esperando a la Carmelona.
El tren dejó de pasar por Irra y el olvido se ha ido tragando los durmientes al igual que la casona de la hacienda de " El Ciruelo" donde su propietario Vicente Garcés guindaba la hamaca mientras la luna llena arropaba el caserío antes de sumergirse en el Cauca.
Que buen relato maestro, nos llevas de la mano con esos topónimos en las orillas del cauca y nos vamos con desaliento tras las penas del pendejo de Noé y vivimos ese universo que dio vida a la circulación entre estaciones y ciudades hacia norte y sur. Cada vez que pase por allí, me alistaré a la orilla del Cauca para ver pasar esos fantasmas.
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