UN
HOMBRE CON FUEGO EN LAS VENAS
Alfredo
Cardona Tobón*
Miranda
fue un criollo que no encontró acomodo en España ni en la patria cobriza que alimentó sus sueños y donde los criollos mantuanos lo consideraron indigno al
señalarle origen judío, mulato o guanche.
Pero lo que no lograron los pergaminos lo hizo
la fortuna de su padre Sebastián, un canario exitoso en los negocios, que educó
a su hijo mayor en las mejores universidades de Caracas y consiguió que el rey Carlos
III permitiera a Francisco Miranda usar
uniforme militar y bastón como cualquier otro noble de rancia estirpe española.
Miranda
compró el título de capitán de milicias, lo que no es extraño, pues era
costumbre española pagar por títulos y dignidades. En 1774, años atrás de sus primeras aventuras
independentistas en América, el venezolano sirvió a la metrópoli en las costas berberiscas. Allí
inició la carrera militar bajo las órdenes del Mariscal de Campo Juan
Manuel de Cajigal; los españoles detuvieron en Melilla el ataque
del Sultán de Marruecos y asegurada la ciudad, el rey Carlos III envió
una expedición anfibia al puerto de Argel.
El 8
de julio de 1775 los invasores desembarcaron en dos oleadas, en una acción
similar a la del “Día D” de la Segunda Guerra Mundia,l cuando los aliados desembarcaron en la costa Omaha en
Normandía. Al igual que entonces, miles de hombres se atascaron en una playa estrecha y cayeron masacrados
bajo la lluvia de metralla que caía inclemente desde los riscos vecinos.
La acción de Argel fue un fracaso; pero en
Melilla un plan presentado por Miranda para inutilizar la artillería enemiga facilitó la victoria
española; esto le valió un ascenso y el traslado a la Habana, donde los españoles preparaban un ataque en La
Florida.
Miranda
luchó contra los ingleses en La Florida
y en las islas Bahamas bajo las banderas
de España; pero no bastó el valor ni su entrega para detener la persecución de
la Inquisición, que seguía los pasos del
caraqueño, a quien consideraba peligroso por sus ideas de avanzada y las sospechas de traición al orden
absolutista de los Borbones.
Para
evitar el arresto, Miranda se dirigió a Nueva
York y de allí a Inglaterra adonde llegó en 1785 vigilado de cerca por agentes españoles.
Empieza entonces una odisea por Europa: presencia maniobras militares en Prusia,
establece estrechas relaciones con la zarina Catalina II de Rusia, busca el
apoyo de Inglaterra para levantar en armas a las colonias españolas de América
y en 1792 se entrevista con el alcalde
de Paris en momentos en que la República se ve asediada por Prusia, Austria y los realistas
franceses. Su experiencia en combate es valiosa en medio de un ejército
compuesto por obreros y artesanos sin conocimiento de la guerra; por ello le
dan mando sobre 2000 soldados que el 19
de septiembre de ese año hacen retroceder a los prusianos en la batalla de
Valmy en los desfiladeros de Argone. Es una acción militar importantísima, no por su valor estratégico, sino por ser la primera
victoria de las armas de la Revolución contra las fuerzas absolutistas de
Europa; debido a esto el nombre de
Francisco Miranda está grabado en el Arco del Triunfo de la ciudad de Paris.
En1806
Miranda viaja a Haití, y con apoyo norteamericano y británico organiza una
pequeña flota que trata de desembarcar tropas en las costas venezolanas. El tres de
agosto de 1806 los primeros rayos de sol
alumbraron el fortín de La Vela y
en esa alborada ondeó por primera vez el
pabellón amarillo, azul y rojo de la inmensa nación, que en la imaginación de
Francisco Miranda, se extendería desde las riberas del Mississippi hasta las
gélidas playas de la Patagonia. Pero infortunadamente, no era el momento de
degustar la libertad y el hombre que
había luchado por ella al lado de los
girondinos franceses, se vio obligado a reembarcarse, como lo había hecho meses atrás en Ocumare, donde fracasó su primer
desembarco en tierra americana.
En
abril de 1810 los criollos caraqueños reinician el proceso de independencia. Faltan lideres con
experiencia en combate y es entonces cuando Simón Bolívar y Andrés Bello
persuaden a Miranda de su regreso a la
patria con el grado de General del Ejército republicano. Miranda ocupa el puerto de La Guaira y encuentra una
furiosa reacción de los realistas que sienten que Dios los acompaña, pues un terremoto ha asolado las regiones
controladas por los patriotas y no ha hecho daño en los territorios bajo el
poder de los españoles. El 23 de abril de 1811 el Triunvirato Ejecutivo concede poderes de dictador al
general Miranda, quien temiendo una derrota brutal y la aniquilación de la
causa republicana, capitula ante el enemigo el 25 de julio de 1812.
Pero
seis días más tarde, un grupo de oficiales dirigidos por Simón Bolívar lo
apresan lo señalan de traidor y lo
encierran en el fuerte de San Carlos. El coronel Manuel María de las Casas
cambia de bando y entrega a Miranda al general Monteverde, comandante de las
fuerzas realistas.
La
prisión de Miranda fue un acto abominable: no le siguieron un juicio,
desconocieron su lucha contra la tiranía y no tuvieron en cuenta que la capitulación
no había sido obra suya sino una decisión concertada con los oficiales
patriotas. Miranda, el Precursor de la
independencia de las colonias hispanas, detenido
por bochinchosos, no pensaba huir sino replegarse para continuar la lucha. “Al
más ilustre colombiano”, como años después lo reconoció Bolívar, lo trasladaron a
Puerto Cabello, luego a Puerto Rico y de allí a España a los calabozos
de La Carraca; allí murió Francisco Miranda el 14 de julio de 1816, de un
ataque cerebrovascular a la edad de 66 años
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