AMBROSIO PISCO: SEÑOR DE CHIA, PRINCIPE DE BOGOTÁ

Alfredo Cardona Tobón

         Esquina del Matacho en Silos- Aquí se leyó la proclama de Tupac Amaru

Al empezar el año 1781 Ambrosio Pisco atendía sus negocios en la población de Güepsa. Era un pacífico ciudadano, descendiente de los indios guanes,  dueños de recuas mulares, negocios de telas y abarrotes en Moniquirá y Santa Fe de Bogotá, propietario de haciendas y administrador de los monopolios reales de aguardiente y tabaco.

Pisco, por sus merecimientos y recursos era un influyente miembro de la comunidad, por eso Juan Francisco Berbeo, don Salvador Plata, José Antonio Galán y demás capitanes comuneros pusieron los ojos en él y lo arrastraron al turbión bochinchero de los nativos y mestizos opuestos a los impuestos desbordados exigidos por el visitador Gutiérrez de Piñeres, quien al decir del pueblo atropellado cobraba “por el humo, por el agua y por el sueño.”

Cuando Ambrosio Pisco se unió a las montoneras fue recibido en Nemocón  con alborozo, en medio de chicha y voladores. Nemocón se volcó a la plaza: unos porque querían a Ambrosio y otros bajo la amenaza del rejo prometido  por el teniente Luna a quienes no participaran en la fiesta. Decían que don Ambrosio era  ángel bajado del cielo a quitarles los pechos y los impuestos y a devolverles el manejo de las salinas que los funcionarios del rey habían arrebatado a  los vecinos.

Los pueblos de indios de Cajicá, Chia, Tabio, Cota, Sopó, Tocancipá y Gachancipa apoyaron a don Ambrosio Pisco y en el Boquerón de Simijaca la gente enardecida lo proclamó Señor de Chía y Príncipe de Bogotá.

En la población de Silos fueron más lejos al  considerarlo  representante de Túpac Amaru a quien  los nativos peruanos lo habían reconocido  “Emperador de América”, heredero de  los monarcas incas y líder de la sublevación que aspiraba arrojar allende el mar a los conquistadores europeos.

Para impedir la entrada de los sublevados a Santa Fe y evitar sucesos caóticos mientras se discutían las capitulaciones presentadas por  los comuneros, el 6 de junio de 1781 Francisco Berbeo ordenó a Pisco que se dirigiera a la capitán con 5000 indígenas e impidiera el acceso de los levantados en armas contra las fuerzas coloniales.

Pisco cumplió lo ordenado y para amedrentar propios y extraños levantó unas horcas en la entrada de Bogotá para amedrentar a quienes no obedecieran sus órdenes, de todas maneras  su gente tomó las salinas de Nemocón, incendiaron varias casas , hicieron huir al corregidor y se enfrentaron al comandante Blas de Soria con el resultado de  5 muertos y veinte heridos.

El Cabildo de Santa Fe y el arzobispo Caballero y Góngora aceptaron todas las exigencias de los amotinados, pues buscaban tiempo para que llegaran  de Cartagena las fuerzas comandadas por el virrey Flórez,  acantonadas en el puerto ante la amenaza de un desembarco inglés.

Los  comuneros buscaban la rebaja de los impuestos, la desaparición de los estancos de tabaco, sal y aguardiente, el usufructo de las salinas y las aguas saladas y el acceso de los criollos a los puestos públicos.  A los comuneros  no les importaba quien gobernara, los tenía sin cuidado si era el rey de España o Túpac Amaru, quien desde el Alto Perú pretendía aglutinar los pueblos de America del Susr en una gran nación incaica.

De regreso a la capital, el virrey Flórez respaldado por las tropas desconoció  las 36 capitulaciones pactadas con los comuneros diciendo que habían sido firmadas bajo amenaza.

Los comuneros se habían desbandado y don Ambrosio Pisco retomaba sus negocios olvidándose de los títulos de Señor de Chía y Príncipe de Bogotá. Llegaron las retaliaciones: apresaron a los dirigentes incluídos don Ambrosio, su mujer y un sobrino. A Pisco lo  condenaron a muerte y le arrebataron las propiedades , pero por influjo del arzobispo  Caballero y Góngora le cambiaron  la condena a muerte por el exilio y lo desterraron a Cartagena ,donde permaneció una año, hasta que las autoridades españolas lo perdonaron  y le devolvieron sus bienes al considerarlo inofensivo, colaborador en la pacificación de los nativos y solamente un instrumento utilizado  por otros en la revuelta comunera.

Ambrosio Pisco nació en  1737 posiblemente en Funza y terminó sus días en Chía en  el año de 1785.Fue un capitán comunero deslucido, cegado por la vanidad y por el  populacho que lo ensalzó y lo llevó a los campamentos de los alzados contra la autoridad colonial.  Fue, sin embargo, un símbolo del incipiente poder del agobiado pueblo nativo que despuntó en Silos, en Tumaco y en Guaitarilla y empezó a tomar fuerza siglos más tarde  con los levantamientos  indígenas en las montañas del departamento del Cauca.

Los  españoles  perdonaron a Juan Francisco Berbeo y a Salvador Plata; Galán por su parte continuó en la lucha y levantó en armas varias comunidades del centro de la Nueva Granada; pero estaba solo con objetivos simplemente fiscales o de clase, sin  una conciencia clara de independencia y libertad, como se vio cuando al comisionarlo para la captura  del visitador Gutiérrez de Piñeres, le envió una nota  a su refugio en Honda para que el español se pusiera a salvo y se librara de los perseguidores.

A Galán lo capturaron y ultimaron bárbaramente al igual que a Lorenzo Alcantuz, Isidro Molina  y Manuel Ortiz; de los bochinches comuneros quedó la semilla en los llanos de Casanare, donde los descendientes de aquellos que proclamaron a Túpac Amaru se fueron en contra del rey de España en la lucha por la independencia granadina.

 

 

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