Está visto que
la historia no es un camino terso, sobrio y limpio sino lleno de tropiezos y
dificultades. Cada vez que un episodio manifiesto alcanza a ser descifrado, a
menudo le quedan algunas grietas, unas más grandes que otras, digamos unos
vacíos que tienden a desfigurar la intención de los investigadores de ocuparse
integralmente del acontecimiento. No obstante, eventualmente existen sucesos
tan descifrados que ya no quedan sino unos pocos intersticios que se puedan
aceptar en calidad de nuevos o reveladores, como es el caso de los asesinatos
de Trotsky, Kennedy y Gaitán: hay sobre ellos una especie de consenso que,
salvo una revelación súbita y esclarecedora, la versión general de lo ocurrido ya
es aceptada por todos.
Las antiguas ciencias
auxiliares de la historia (la geografía, la paleontología, la numismática y
otras más) le han sido útiles al estudioso para ir cubriendo esas grietas de
conocimiento de tal modo que el panorama de un acontecimiento histórico quede
lo más completo posible. Las nuevas ayudas, como el carbono 14 y la computación
en todas sus formas, son un complemento cada día más frecuente en la
edificación de un personaje, un episodio en particular o el amplio telón de
fondo de un periodo determinado. Si aún quedan resquicios, aparece la
percepción inteligente y curiosa de investigadores como Alfredo Cardona Tobón
que se han venido ocupando de ofrecernos una mirada nueva y diferente de la
realidad colombiana con esa capacidad que tiene de hallar virtudes donde solo
se han visto los pecados, o viceversa. Su papel específico es un complemento a
las andanzas genéricas de la historia.
Por muchos
años, con una perseverancia digna de mejores halagos, Alfredo ha mantenido en
forma su blog “Historia y Región”
que, al presente, ha sido leído por miles y miles de interesados por la manera
como allí de narran y se descubren memorias y efemérides concernientes a la
región que habitamos. Salvo quizás el ingreso masivo al portal de la Academia
Colombiana de Historia o el Boletín Bibliográfico del Banco de la República,
este blog es una muestra adicional del enorme interés de la gente por encontrar
allí respuestas sobre la vida de sus regiones o de sus países. No existe
todavía un inventario de este tipo específico de portales históricos que nos
permitan calibrar la importancia y circulación de Historia y Región, pero es indudable que allí se nutren nuestros
intereses y se complementan nuestras búsquedas regionales.
Como fruto de
semejantes esfuerzos de divulgación permanente, que la edición de obras
históricas y académicas no alcanza a copar, ahora conocemos “Crónicas de Opirama” un libro de 280
páginas que Cardona Tobón nos entrega para deleite de los que subrayamos en el
papel. Opirama es desde luego un vocablo aborigen que designa un cerro de
Quinchía donde habitan los dioses tutelares de esa realidad cultural y los
cuales dominan no solo las costumbres regulares sino la tradición y la mitología
que los acompaña. Dividido en tres grandes partes (Sotanas, Guapos y
Guarnieles), este formato hace evidente la intención del autor en la colección
de historias sobre los curas, los diversos y variados personajes que nos
habitaron y los objetos de uso de los impulsores de la colonización. Esta
variedad de temas es realmente un disfrute por la sencillez con que se abordan
las anécdotas y la rapidez como se puede pasar de una historia a otra sin
perder de vista la ironía y el humor que las acompaña.
Como el pasado
es indirecto, como dice Bloch, toda información sobre cosas vistas añade
ingredientes de credibilidad cuando las estadísticas no han llegado a ellos. El
conocimiento de los hechos humanos es ya un “conocimiento por huellas”, decía
el mismo autor citando a Francois Simiand. Por ello mismo Cardona Tobón es
prolijo con esas huellas históricas, pero no es aburrido. Los testimonios
orales y escritos que ha tenido, los transforma en breves relatos donde a veces
la historia parecería confundirse con la ficción si se ignoran que son reales.
Por eso decimos que estos textos enriquecen los escritos académicos e iluminan
aspectos a menudo sosos de la literatura oficial. “Crónicas de Opirama” es uno
de ellos.
Mayo 20, 2019
PALABRAS PARA UN
AMIGO
Recordado Jaime:
“Gracias” es un vocablo desgastado a fuerza de repetirlo; por
ello habrá que buscar otro que sirva
para reconocer la bondad de quien nos impulsa y da fuerzas para seguir adelante
en el camino.
Me enorgullecen y halagan tus palabras, al comentar mi libro “Crónicas de
Opirama”. En ese escrito, sesudo como
todos los tuyos, hablaste de “un sabueso
de historias” al referirte a mi largo y
continuo trabajo en busca de esas verdades
que, como tú dices, han quedado enclaustradas en los resquicios de la
historia menuda.
Con frecuencia, las tenues huellas que deja la historia local son las que
permiten rescatar del olvido los hechos que marcan el presente de las
comunidades. Es el “sabueso de la historia ”
quien las olfatea y descubre y
tras una búsqueda paciente llega a la raíz de los hechos o encuentra al
personaje que marcó un destino.
He tratado de ser un buen sabueso. No sé si lo
he logrado; pero he intentado y como los canes, con el hocico pegado al
suelo, he ido tras las huella de la
historia comarcana, plena de
“dómines”, llena de “doñas” y escaso
olor a pueblo.
Tus apreciaciones tienen para mí más
valor que cualquier diploma y son más importantes que cualquier reconocimiento académico
porque tú con tu esposa Martha Inés, son la esencia de nuestros más caros valores. Tus
palabras, como los huesos, hacen que los “sabuesos” sigamos tras esas “piezas” mimetizadas entre el berenjenal del pasado y
confundidas con los fantasmas de la ingratitud y del olvido.
-Alfredo Cardona Tobón-
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lun., 3 jun. 09:47 (hace 1 día)
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Mi querido Jaime: Además, Alfredo Cardona Tobón es un liberal que no se obnubila con sectarismos heredados; ni con un anticlericalismo ciego, sino que sopesa las circunstancias para buscar la verdad y la conveniencia social. Leerlo siempre es agradable y provechoso. Y disfrutar su estilo de historiador minucioso, anecdótico, fluido, ameno, veraz y honesto. Siempre es grato leerlo. Un abrazo, José.
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