Alfredo
Cardona Tobón
-Información tomada
del libro “Entre piedras y papeles” de Ricardo Suárez Gartner-
Un relato de doña María Eladia Gartner Gómez es
el recuento de los hechos de un luctuoso día para las numerosas familias que perdieron su casa y sus negocios en el
incendio que casi arrasa a Balboa en 1935; es
también una muestra de la sociedad de una época, cuando la violencia política
aún no había mancillado lo más noble de nuestras comunidades y se conservaba la
solidaridad y el respeto. Allí vemos como en vez de aprovecharse de la
tragedia, la gente ayudó a salvar lo que pudieron y devolvieron los bienes
rescatados. Esos fueron los valores que hicieron posible el surgimiento de nuestras aldeas y el
progreso de una sociedad en medio de la selva, las dificultades y la pobreza.
Balboa
se repuso del incendio de 1935 y a otros
dos incendios en julio de 1947. Pese a esas tragedias el pueblito cordillerano sigue en
pie, con una calle sin solares, pues no tiene espacio para extenderse.
Bien o mal Balboa sobrevive a las crisis cafeteras, a los bandidos arropados bajo las banderas partidistas a partir de 1946 y a los antisociales aupados por los capos del narcotráfico que han dominado la región en las últimas décadas.
Bien o mal Balboa sobrevive a las crisis cafeteras, a los bandidos arropados bajo las banderas partidistas a partir de 1946 y a los antisociales aupados por los capos del narcotráfico que han dominado la región en las últimas décadas.
Los
Lenis, Pulgarín, Gartner, Valencia, Agudelo, os Vélez... fueron familias que dieron impulso al poblado
y luego emigraron para seguir haciendo patria en
otras latitudes. Los nietos están lejos, pero no importa la distancia y el tiempo, conservan los recuerdos de los mayores como se ve en esta crónica de doña
Eladia , rescatada por Ricardo Suarez
Gartner.
Esta es la crónica de doña Eladia Gartner Gómez:
Esta es la crónica de doña Eladia Gartner Gómez:
“Son
muchos y muy gratos los recuerdos que guardo de mi bella juventud en Balboa por
allá en los años treinta, cuando el pueblito era joven. Algunos recuerdos
también son ingratos pero ya hoy, tantos años después, son anécdotas de un
pasado feliz. Vivían allá en esa loma del Viejo Caldas, que primeros se llamó
El Rey y después Balboa, Jorge Lenis Gartner, se esposa Leonor García González
y sus hijos.
Jorge
tenia una fragua donde hacia herraduras y de eso vivía.. Cerca, en Santuario
residía Ofelia Lenis Gartner y su esposo Pedro Pulgarin, quien era dueño de un buen almacen. Fue Pedro
quien se llevó a mi hermano Germán de Quinchía para ir a trabajar con él en
Santuario. A su vez, Germán ya organizado, provocó que mis padres tomaran la
decisión de seguir sus huellas y acompañados de los hijos solteros emigraron de
Quinchía. Pero en Santuario duramos poco tiempo porque muy ligero Pedro Pabló
decidió abrir un almacén de miscelánea en Balboa en compañía con Germán. El
negocio prosperó rápidamente. Recuerdo que los domingos solo atendían a la
gente de campo. Pronto los Lenis, los Mejía, los Gartner nos convertimos en los
distinguidos del pueblo. Yo tenía 15 años y era muy noviera y “jailudita”.
El
almacén de Germán quedaba en la plaza. Él estaba enfermo de tifo y lo
remplazaba el hermano menor Rafael, yo ayudaba. Un domingo de verano de febrero
9 de 1935,después de las seis de la tarde terminamos nuestra labor y salimos.
Rafael se quedó ajustando cuentas. Yo me fui a
casa y me recosté a descansar un rato.
Enseguida
del almacén estaba el estanco que manejaba el primo Arturo Cataño Gartner. Ya
casi de noche llegó la remesa de alcohol
y aguardiente que iban envasados en
barriles y subían en mulas. Tenían que reenvasar en los barriles del estanco, pero estaba muy oscuro pues no había luz eléctrica.
Arturo encendió una vela para alumbrar.
El alcohol que se había calentado con el sol atrajo la llama y se prendió.. El
que lo estaba vaciando quedó muy quemado
y otro sufrió menos, ambos alcanzaron a salir y los apagaron aunque después
murió el más quemado. Arturo estaba cerca a una ventana que daba para atarás a
un subterráneo y se tiró por allí, por eso no le pasó nada.
El
incendió crecía .. los barriles estallaban y se elevaban. Se prendió toda la
cuadra; se quemaron la manzana de la iglesia, la del estanco y otra. El almacén de Germán quedaba en la misma
manzana del estanco y la droguería de
Sigifredo al frente. Nada pudo
salvarse Se quemó el café de Tulio
Orozco, las casas de Arturo Cataño y la de doña Tomasita de Marín; la de
nosotros y muchas más.Rafael llegó con el
cajoncito con la plata, los papeles y los libros, pero siempre se salvó
algo porque la gente ayudaba a sacar mercancías, las guardaron y después
se la entregaron. Sigifredo no alcanzó a sacar nada, pero nosotros lo
salvamos todo porque el incendio nos dio
tiempo, hasta la máquina de coser salió en hombros. Todo estaba tirado en la
calle, pero la gente recogió y nos guardó. Amanecimos con Germán enfermo en una
casita muy pequeña y dormimos en los colchones que se habían sacado de las
casas.
Al
otro día llegó un señor López y nos invitó para que nos fuéramos a su casa. 1
hay nos pareció tan horrible ver que estábamos de limosna¡. Pero llegó el primo
Jorge Lenis Gartner y nos llevó a la suya, y ya fue más distinto. Allí nos estuvimos unos días no más , pues se
consiguió casa y nos pasamos. De la casa
se salvó todo. Del almacén algo, y de la
droguería nada, pero al momento fuimos a Pereira y los mayoristas de allá se
pusieron a la orden, y así pudimos volver a surtir.
Todos
ayudaron y todo se reconstruyó con el único respaldo de la buena fe”.
Excelentes crònicas sobre la histyoria de los pueblos del occidente de Caldas
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