Alfredo Cardona Tobón*
Hay vocablos que discriminan y van
contra de la dignidad de las personas,
tal es el caso de peón y de sirvienta que menosprecian a quienes ejecutan
labores elementales que no necesitan grandes conocimientos.
La palabra peón, que entre nosotros se
va perdiendo, fue una cruel expresión en
el léxico de viejas generaciones pues señalaba con desdén a las personas
humildes, de baja extracción social y económica, encargadas de los trabajos
básicos en el campo y en las viviendas.
Era sinónimo de rusticidad, de trabajo
burdo, de gente sucia de “pata al suelo”, como denominaban a quienes no
utilizaban zapatos ni cotizas.
En la gama de los oficios elementales
había varios tipos de peones: estaba el peón caminero encargado del
mantenimiento de las trochas de arriería
y el peón de estribo que acompañaba al patrón
o a su familia en los viajes a
caballo, para ayudar a subir o apearse de la cabalgadura, asistir en los tramos
difíciles, auxiliar en caso de apuro y llevar a cuestas la petaca con
comestibles y los elementos necesarios para pernoctar en el camino.
En la tauromaquia está el peón de brega para
apoyar al matador en la lidia del toro; el peón de mano es el ayudante de albañilería y en ajedrez
el peón es la pieza menor que se mueve
verticalmente sin poder retroceder en el tablero. Peón es, pues, un término que indica subordinación, lo que se
convierte en una negación y muchas veces
en una afrenta al confundirla con
vulgaridad, patanería y pobreza.
Sin embargo los peones, así como suena,
sin eufemismos, fueron la base de la colonización cafetera, de las
explotaciones mineras, de las grandes haciendas, de la navegación por nuestros
ríos y de la industrialización de nuestras ciudades. ¡Cuántos capitales se
amasaron con la sangre de la peonada! en Manizales, no más, cada poste de las fincas de tierra caliente,
señala la tumba de un peón muerto en esos tremedales victima de la malaria y de
las culebras; sin los peones los
patricios no hubieran podido dominar la selva o internarse en la manigua
para hacer los abiertos, pues fueron los peones quienes abrieron las trochas,
cargaron los petates, ahuyentaron los osos y fueron los “propios” para sacar
avante a sus patrones. En las guerras civiles los peones fueron la fuerza de
infantería y el grueso de las tropas comandadas por los dueños de la tierra; ellos, con los terrazgueros y los agregados,
constituyeron el espinazo de los alzamientos y los que ponían los muertos en
los campos de batalla.
LAS SIRVIENTAS
Explotadas, esclavizadas, vejadas e
ignoradas, estas compatriotas fueron el saco de boxeo donde descargaron su
furia, su mal humor y las frustraciones las matronas de rosario diario,
comunión en los primeros viernes y
novenario a todos los santos. Según los pontífices de la lengua castellana la palabra sirviente se interpreta como la persona
que sirve a otra mientras en nuestro medio se utilizó en forma femenina para
señalar a las asalariadas más desprotegidas de la sociedad, manoseadas por el
jefe de la casa y los muchachos mayores, que comían de pie y se acomodaban en el rincón más lóbrego y alejado de la
casa, listas para trabajar 24 horas diarias sin distinguir los festivos de los
días ordinarios.
Apenas al terminar el siglo XX se
empezó a arrebatar a esas servidoras de la tiranía familiar; en tiempos recientes se les ha reconocido el
derecho al descanso, a las horas extras y demás garantías de ley y por decisión
de la Corte Constitucional, en los trámites
legales se cambió el término sirvienta
por el de empleada doméstica o empleada de servicio para borrar la ignominiosa palabreja que iba de la
mano con el matoneo y la discriminación.
Hasta hace unas pocas generaciones las
empleadas domésticas se heredaban;
cuando una muchacha de la familia contraía matrimonio, a la nueva vivienda iba
una de las huérfanas recogidas o una
hija de los peones de la hacienda o de
un hogar abrumado por la pobreza. Iba con los muebles y el menaje como un elemento más de la nueva familia, con
salarios bajísimos, o a trabajar por la comida, y allí pasaba la vida cocinando y criando
hijos ajenos hasta que quedaban embarazadas y entonces iban a la calle a servir
a un burdel o a amancebarse con otro
paria que las llenaba de retoños en un rancho infeliz.
Sin embargo, los llamados peones fueron instrumentos básicos de la economía y a las antiguas
sirvientas debe abonárseles gran parte de la formación de
las generaciones pasadas, incluyendo a Bolívar y muchos personajes
de nuestra historia. Esas sufridas mujeres que servían de amas de leche,
bañaban, limpiaban a los infantes y se preocupaban por la alimentación, eran madres substitutas que llenaban el vacio
de las señoras ocupadas gestando,
rezando o comadreando. Fueron ellas, esas que llamaron despectivamente “sirvientas”,
las que conservaron los secretos gastronómicos antes de la aparición de los chefs,
fueron las conocedoras de los secretos de las plantas, las “yerbateras” que
atendieron las urgencias domésticas y al
estar más expuestas al diablo y a sus
tentaciones fueron quienes se encargaron
de abrir los ojos a las inexpertas doncellas para que la noche de boda
no se convirtiera en un trágico acontecimiento.
La sociedad ha cambiado y con ella los oficios y las responsabilidad de los
actores. Ya no es una vergüenza desempeñar las labores de una empleada
doméstica y de hecho numerosas muchachas lo hacen para costear sus estudios. Al
menos en Colombia el vocablo “peón” salió de las listas de empleo. Ahora son
auxiliares de mecánica o soldadura, personal de oficios varios, obreros de
construcción o personal no calificado.
Debemos reconocer el concurso de la
gente más humilde, de los “ruanetas” en la formación de la Patria y agradecerlo,
pues sin los combatientes rasos y las “juanas” no se hubiera podido lograr
nuestra independencia y sin el músculo y la fuerza de unos y otras hubiera sido
imposible conformar una nación donde se necesitaba fuerza primaria para dominar
un territorio quebrado y hostil como el nuestro.
Por los trabajadores del campo tenemos
nuestro sancocho y sin “los rusos” tendríamos que vivir debajo de un
puente. Gracias por millones a estos
nobles compatriotas.
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