Roberto Botero Saldarriaga
“Córdova se detiene ante la casa-hospital, desfalleciente:
Niño, su fiel ordenanza, le ayuda a descender de su caballo y le sostiene, cuando llega hasta él su hermano el
coronel Salvador Córdova, quien le ofrece un caballo fresco para que
abandone el campo y le ruega desesperadamente hasta querer hacerle montar por la fuerza. El
general inmóvil, le mira con fijeza, y volviéndose del lado desde donde el enemigo dispara sobre ellos, lanza un ¡
cobardes¡ que crispa sus labios; luego le ordena a su hermano que escape y vaya
a consolar a su adorada madre.
Córdova, casi arrastrado por sus hombres, es introducido al
interior de la casa-hospital y allí se deja caer sobre el tosco lecho en donde
hace algún tiempo reposa su fiel edecán Giraldo, herido gravemente.
Sobre el campo de combate yacen los dos tercios de sus
camaradas, lo mejor de la juventud republicana antioqueña, y de sus voluntarios de la libertad doscientos
han mordido el polvo para siempre.
El coronel Castelli se acerca a aquella ambulancia y ordena
a su corneta el toque de cesar los fuegos con contraseña de sus guerrillas.
Valientemente intima rendición a los que se encuentran entre
la casa: inmediatamente se abren las puertas por donde salen unos cuantos
oficiales y soldados heridos que se entregan al vencedor. Castelli noble,
generosamente les deja conservar sus espadas y los envía hacia el llanito
cercano de la casa en donde los confía bajo custodia del teniente Miguel
Florez, quien los acoge con respeto y consideraciones.
Uno de los oficiales prisioneros, al llegar con Castelli al
lugar en que éste concentra su
columna, le refiere que en la
casa-hospital se encuentra el general Córdova mal herido; pero en ese mismo
momento O´Leary detiene su caballo frente al grupo que forman Castelli y los
oficiales prisioneros y reprende airadamente a aquel por asuntos del
servicio; Castelli sigue su camino dando
órdenes a sus oficiales para continuar
la persecución del valiente capitán Braulio Henao, quien a la vista del
enemigo y acompañado de algunos voluntarios se retira serenamente del campo de
combate.
O´Leary ante la actitud fría de Castelli desmonta de su caballo, lo sigue algún trecho hasta retenerlo por los
faldones de la casaca militar y entonces le presenta sus excusas y
explicaciones por los términos duros con que le ha tratado. Castelli acepta las rectificaciones de
O´Leary, y señalándole la
casa-hospital le informa:
En aquella casa se encuentra herido gravemente el general
Córdova.
Entonces O´Leary le ordena imperiosamente:
¡ Mátelo usted¡
Castelli dirige una mirada llena de sorpresa a su jefe y se
niega rotundamente a cumplir semejante orden. Los coroneles Grofston y
Francisco Urdaneta que se llegan en ese momento al grupo formado por Castelli y
O´Leary oyen también la mencionada orden.
El segundo comandante de caballería, Ruperto Hand, que con un piquete de jinetes persigue por l
derecha de Córdova a un grupo de soldados que con Henao se alejan
del campo haciendo fuego, cae en la tierra al ser muerto su caballo; se
levanta aturdido, y lleno de ira, sable en mano, avanza hacia el grupo en que
se encuentra O´Leary los jefes
mencionados, al verlo O´Leary le ordena vehementemente:
Way that house, sir ,
and if Cordova is there kill him.
Hand, en efecto marchó hacia la casa seguido a poca
distancia por O´Leary.
Volvamos al general Córdova: Pocos momentos después de caer
en el lecho, al lado de Giraldo, se incorporó y dijo:
Hombre, hemos perdido la batalla, pero en regla, porque han
peleado con mucho valor los reclutas.
Después, ayudado por algunos de sus compañeros, pasó a otro lecho que estos le habían
improvisado sobre un arcón de madera y agregando unos cuantos morrales de
soldado, frente a frente con Giraldo, dio orden a sus soldados, heridos la mayor parte y arrojados en el suelo, que
se desarmaran y esperaran en la generosidad de
los vencedores.
Agobiado por los terribles dolores de sus heridas, y en el
delirio de la fiebre, pedía opio para
tratar de calmarlos y se quejaba sordamente.
Sus compañeros de ambulancia le oían con
respetuoso silencio.
Fue en estos momentos cuando llegó el coronel Thomás Murray, jefe del Estado Mayor de la División
vencedora, acompañado por el teniente segundo, Dubray O´Car; se detuvieron al
contemplar a Córdova herido y postrado en su lecho. Murray le interrogó:
Se da usted por rendido general Córdova?-
Si, contestó gravemente el general, fijándose y reconociendo
a los oficiales ingleses.
Murray y O´Car acercáronse entonces al lugar en que Córdova
estaba, le ofrecieron caballerosamente
sus servicios y le prodigaron todo tipo de atenciones.
Córdova les suplicó
le dijeran a O´Leary que deseaba hablar personalmente con él. Los dos
oficiales ingleses se alejaron a cumplir los deseos del general cuando al salir
de la pieza tropezaron con el comandante Hand, quien sable en mano llegaba
alterado de ira y descompuesto por la
caída.
¿Dónde está Córdova?- Les preguntó autoritariamente el
irlandés.
Ahí adentro rendido y herido, contestóle secamente el
coronel Murray, señalándole el rincón en donde yacía el general.
¡Por el Ser Supremo, yo le quitaré la vida¡- exclamó Hand
esgrimiendo en alto su sable.
¿ Es usted inglés y va a manchar sus manos con la sangre de
un hombre rendido y herido?- le increpó con vehemencia Murray.
Si, contestó con jactancia Hand, y con la del que intente oponerse.
Avanzó, en efecto,
tratando de atropellar a Murray, quien resueltamente le interceptaba el
paso hacia el lugar donde se hallaba Córdova; visto lo cual por el ayudante
O´Car, echó mano de su sable para hacer respetar a su jefe; el coronel Murray.
Hand se detuvo entonces y exclamó con fierea, mirando frente
a frente a los dos oficiales:
Y have the order.
Murray y O´Car ante esta terminante y explicita declaración
de Hand, dando completo crédito a la palabra del oficial irlandés, salieron
presurosamente en busca de O´Leary.
Hand al entrar en la pieza donde se encontraba Córdova
preguntó:
Quién es Córdova aquí?-
El general respondió serenamente ignorante de lo que se
trataba, pues se consideraba al
abrigo de todo atentado criminal, una
vez que se había rendido y Murray esperaba lo mismo de O´Leary.
Yo soy Córdova.
¡Tome usted¡ - contestó el asesino descargando furiosamente
su sable sobre la cabeza de Córdova, quien con este golpe vino de su lecho a
tierra
¿ Por qué me hieres?- Le apostrofó sorprendido el general.
La contestación fue un segundo sablazo que le hizo pedazos la mano derecha
separándole totalmente los dedos cordial, anular y meñique, cuando maquinalmente se llevó esa mano a la
cabeza para resguardarla de los golpes; el tercero le hendió profundamente el
cráneo, y ya inconsciente, bañado en un
mar de sangre, quedó arrastrado por el
suelo. “
Excelente !!!
ResponderEliminarQue final tan maluco ,mucho porquería ese general que mató tan infeliz al general Córdoba
ResponderEliminarNo merecía morir asi
ResponderEliminar¿ Quien es la fuente, o testigo que refiere el hecho ?
ResponderEliminarEl general Cordova fue un verdadero héroe,, murió pensando que Bolívar pondría a mandar a un monarca. Cordova fue para mí después de Bolívar el mejor soldado.
ResponderEliminarTriste final para este héroe de la independencia.
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