Alfredo Cardona Tobón
Sobre las ruinas de El Rosario
Rafael Ambrosio
Belarmino Tascón de la Roche nació en Supía el 21 de mayo de 1857 en un hogar opulento y
murió el 5 de octubre de 1926 , a la edad de 67 años en una casita donada por
la Sociedad de San Vicente de Paul en la población de Anserma.
El padre de Rafael fue Francisco
Senen Tascón, el rico empresario que estableció el Banco Minero del Cantón de Supía, fue
propietario de las minas de plata
de La Pava y de las amalgamaciones de la Amalia y de Taborda y se distinguió por
ser un ciudadano que apoyó numerosas obras de caridad como orfanatos,
hospitales y hospicios.
Su hijo Rafael Tascón
también hizo muchísimo por la región, sin embargo ha sido olvidado por los estudiosos de
nuestro pasado; se ignora por qué alguien que fue Prefecto del Cantón de Toro,
connotado dirigente conservador, empresario de minas y tierras, mecenas de
actividades cívicas y culturales y fundador de la población de “El Rosario”, haya perdido todos sus bienes para terminar
sus días sumido en la mas grande pobreza.
La ley 89 de 1890 pretendía favorecer a los indígenas al
establecer condiciones para la venta de sus tierras. En esa ley se consideraba a los indígenas menores de edad y
como tales debían contar con la aprobación de las autoridades para disponer de sus
bienes; pero los nativos burlaban las disposiciones aduciendo la necesidad inmediata de recursos para
sobrevivir o curar sus enfermedades
Los nativos vendieron no
solamente las tierras que no cultivaban o estaban alejadas de sus caseríos sino las que contaban con fuentes salinas,
caleras y aluviones auríferos que podrían convertirse en fuente de riqueza,
como sucedió con los terrenos de “El Rosario”, donde Rafael Tascón explotó el
oro del río Auquía, que sirvió de base para
el desarrollo del poblado.
Al igual que Rudecindo Ospina, los Chávez, los Orozco y
demás empresarios de la época, Rafael Tascón compraba y vendía tierras
pertenecientes a los Resguardos
indígenas. En 1896 adquiere numerosos derechos de los comuneros de la Montaña y
un extenso lote situado en el extremo
noroccidental del municipio, negociado con el Cabildo indígena, presidido por
el gobernador suplente Braulio Largo, según consta en un documento del año de 1899.
Para justificar la venta del
lote cruzado por el río Auquía, y constituía casi la tercera parte del
Resguardo, el Cabildo indígena señaló que el negocio realizado con Tascón “había fomentado
el establecimiento de la población de El Rosario, con lo cual los terrenos del
Resguardo aumentaron de valor con beneficio a los intereses de la parcialidad.”
Nancy P. Appelbaum afirma en
un estudio sobre las parcialidades
indígenas de Riosucio y Quinchía, que las explotaciones mineras en “El Rosario”
atrajeron docenas de familias de la población antioqueña de “El Jardín”. Tales
inmigrantes compraron derechos a Tascón y a los indígenas y el territorio quedó
bajo el control de personas ajenas a la parcialidad cuando un grueso grupo de
antioqueños, acompañados del padre Marco Antonio Tobón, llegaron a la nueva
fundación, tumbaron monte, abrieron potreros, criaron ovejas , sembraron trigo,
instalaron un molino, una imprenta y establecieron un colegio de niñas y otro
de niñas que graduó normalistas en esa alejada región riosuceña.
Con recursos generados por el oro, Rafael Tascón levantó
una bella capilla dedicada a la Virgen del Rosario que se inauguró el 21 de octubre de 1898 y una escuela de primeras letras que
complementó el padre Tobón con los colegios de educación secundaria. Pero la
obra de Tascón fue mucha más allá: veló por la cristianización de los indígenas
chamies y fundó talleres diversos para
calificar en diversos oficios a los huérfanos y a los niños más
desfavorecidos de la comunidad.
Una carta con fecha junio 24
de 1908, dirigida por Rafael Tascón al gobernador Alejandro Gutiérre, en los
albores del departamento de Caldas, da testimonio de tales realizaciones, que exceptuando una
escuela de sombrerería establecida en Aguadas a fines del siglo XIX, no tenían
antecedentes en las fundaciones paisas:
“Estimado Señor de mi mayor
aprecio:
Por cartas, por telegramas
tuve el gusto de avisar a usted que se
estableció la enseñanza de zapateria en
la escuela Alejandro Gutiérrez, por ser este un arte muy adecuado para las
mujeres.
Los niños que se ocupan hoy
en el aprendizaje de tejidos de sombreros de paja de iraca son en número
de 12 y 64 en la zapateria. Los primeros
trabajan de las diez de la mañana a las cinco de la tarde y los segundos de las
seis y media a las diez de la mañana.
Como los niños que se ocupan
hoy en día en el aprendizaje de tejidos de sombreros son en su mayor parte
huérfanos y paupérrimos en su totalidad, para que pudieran asistir al estudio
en los primeros tres meses que no tenían valor sus obritas, los ayudamos con de
a cincuenta pesos o más mensualmente,
suma que se les daba en calidad de premios; más tarde cuando dichas
obras tuvieran algún valor continué siempre pagando no solamente a la maestra
sino también suministrando todos los útiles y materiales a la escuela y con comida si no tenían con que
alimentarse…”
A los talleres de zapatería
y de sombreros hay que agregar otro de imaginería, que se dedicaba a reparar y
a confeccionar imágenes sacras con un instructor llegado del sur del Cauca;
también funcionaron los talleres de
carpintería, herrería y tejidos y uno que preparaba armadores de galeras para
la editorial que funcionaba anexa al colegio fundado por el padre Marco Antonio
Tobón. Estos talleres de “El Rosario” fueron una especie de SENA, en un país que no soñaba aún con la
enseñanza técnica ni presentaba alternativa alguna para las clases más
desfavorecidas de la sociedad. En este sentido Rafael Tascón fue un píonero en
Colombia.
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