Alfredo
Cardona Tobón
Roberto
Gonzalez Prieto, alias Pedro Brincos,
fue uno de los más conocidos actores de la generación de la violencia
política de mitad del siglo XX. Nació en el corregimiento de Tierradentro, en Líbano,
Tolima, el 8 de mayo de 1921; prestó
servicio militar en el Batallón Ayacucho de Manizales y a partir de 1949 se
convirtió en un vengador de la matanzas de campesinos perseguidos por su
filiación liberal durante el gobierno de Ospina Pérez.
Pedro
Brincos organizó células militares y políticas en el Tolima, en Cundinamarca,
en Antioquia y el occidente del Viejo Caldas; viajó a Cuba y a su regresó buscó contactos con grupos
guerrilleros para tomarse el poder por las armas.
En
este artículo se muestra la relación entre “El Capitán Venganza”, jefe de las
bandas quinchieñas y “Pedro Brincos”, instigador comunista de las guerrillas.
En
junio de 1953 las autoridades detuvieron en Ibagué a Pedro Brincos. Desde la
cárcel denunció la persecución de los medios escritos conservadores, que
según afirmaba, impedían su inclusión en
los programas de rehabilitación del
gobierno mientras sus enemigos quemaban sus propiedades, robaban los semovientes, destruían las cosechas de sus
fincas y asesinaban a tres hermanos y a la familia de uno de ellos.
En
1957 Roberto González Prieto, alias
Pedro Brincos, sale de la cárcel y se traslada al Quindío donde establece
contacto con Libardo Mora Toro ,un
famoso exatleta, abogado de la Universidad Libre, con quien trata de organizar
un grupo de inspiración gaitanista partidario de la lucha armada por la toma
del poder.
Meses
después Pedro Brincos se desplaza al
occidente del Viejo Caldas haciéndose pasar por el hacendado Julio Calle. Con esa
identidad,González Prieto se hace pasar como un ferviente defensor de la paz y
consigue el apoyo del brigadier general Luis Ernesto Ordoñez Castillo, director
del Servicio de Inteligencia SIC y miembro de la Junta Militar de Gobierno.
En
junio y julio de 1957, don Julio reúne centenares de campesinos en los alrededores
de Quinchía, Supía, Riosucio, Irra y Marmato y con la excusa de la
pacificación organiza un centro de
adiestramiento político- militar en Quinchía que constituye la base de las
futuras bandas de autodefensa que harán frente a los los ataques de los “Pajaros”, o sea de los asesinos
patrocinados o protegidos por el régimen de Ospina Pérez.
Para
sostener sus cuadrillas, Pedro Brincos, establece un sistema de cuotas mensuales que se pagan bajo amenaza de muerte. Se convocan
concentraciones en las veredas quinchieñas de La cumbre, Palogrande,
Zúmera, Santa Elena, El Cerro, Pilas, Zamora y Cañaveral. En tales
concentraciones se incita a la revuelta
y al desplazamiento de quienes no apoyaran al MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO
LIBERAL- MRL-
El
30 de agosto de 1957 Pedro Brincos junto
con el abogado Libardo Mora y Graciela Quintero, La Aviadora, organizan una reunión en la vereda Llanadas adonde concurrieron ochocientos
campesinos, el alcalde, varios concejales y la dirigencia local; allí se acordó el rechazo a los pactos políticos de
las oligarquías liberales y la necesidad
de recolectar dinero para adquirir armas y municiones.
LA
ORGANIZACIÓN BANDOLERA
En
1957 se reunieron en el caserío de Naranjal “Pedro Brincos”, Querubín Durán, Héctor García, alias el
“Sargento García” y Benjamín Durán Hernández,
alias “Capitán Águila” para tratar asuntos relacionados con las cuadrillas. Al
hacerse evidente la enemistad del Sargento García y de Pedro Brincos, éste se
retira y deja al mando de su gente a Merardo Trejos, llamado “Capitán Venganza”.
“Venganza”
se acoge a la amnistía ofrecida por el Frente Nacional mientras el “Sargento García se opone a
cualquier arreglo con el gobierno. Esto radicaliza las diferencias entre los
jefes bandoleros que termina con el asesinato del Sargento García a manos de la banda de Venganza y el retiro de
Pedro Brincos hacia el Urabá antioqueño.
Sin
embargo “Venganza” continúa delinquiendo pese al supuesto sometimiento al gobierno
de Lleras Camargo y establece tributos
de $1 semanal por cada hombre y $0.50 por las mujeres. Asesinan a quienes no
cubran el tributo y para que los dejen trabajar los maestros y demás
funcionarios oficiales tienen que pagar una fuerte cuota. El dinero recaudado
se emplea en la compra de medicamentos, armas y municiones que despachan desde
la ciudad de Pereira.
“Venganza”
nombra los miembros del directorio municipal liberal, designa los concejales,
aprueba los inspectores y maestros y cogobierna con el alcalde, los recibos de
pago se expiden con sellos del directorio liberal oficialista, al igual que los
salvoconductos que exige Venganza para transitar libremente por Quinchía,
Bonafont y algunas zonas de Guática y Anserma. Para los conservadores Quinchía es un Estado Bandolero y para sus habitantes es la República independiente de Venganza.
Merardo
Trejos , o “Capitán Venganza, tenía sus propias cárceles y administraba la justicia a
su amaño: él dirimía pleitos, resolvía
conflictos y contaba con un sistema de
ascensos. El ingreso al grupo de
antisociales estaba condicionado a una
serie de rituales como la siguiente
expresión de lealtad: “Juro por Dios y
por el partido Liberal que no traicionaré a mis compañeros y ayudaré en todas
las formas a mi alcance para que los conservadores desaparezcan de la región”.
Los
grupos bandoleros contaban con reclutadores,
estafetas, espías y con
especialistas en varios frentes: unos fabricaban armas hechizas y otros las
reparaban; unos se encargaban de la logística y algunos recaudaban los
impuestos. Se tenían sastres que
confeccionaban las prendas militares de acuerdo
con los grados que iban desde
soldado raso hasta el capitán y también
había escribientes y tinterillos
encargados de la redacción de documentos y comunicados de prensa.
Los
hombres de “Venganza” se reunían para
cometer sus fechorías y cuando no
estaban en “servicio” se mimetizaban entre la peonada rural. En sus
concentraciones era común el consumo de
licor y de marihuana y obnubilados por
esas sustancias cometieron aberrantes actos de crueldad.
EL
TRATADO DE PAZ
En
la finca “Poleal” de propiedad del padre de Venganza,” Pedro Brincos” y los
doctores Samuel Llano, Secretario de Obras de Caldas, y Eduardo Correa Uribe,
Jefe liberal de Caldas, firmaron con el ” Capitán Venganza” un Tratado de Paz .
Pese
a ello “ Venganza” siguió cobrando sus
“impuestos” y administrando justicia por su propia mano. Con los
asesinatos de alias “El Ovejo” y del comerciante Fabio Arango, el
ejército retomó la ofensiva y
continuó la campaña de aniquilamiento de las cuadrillas
quinchieñas.
La
ofensiva del Ejército y las campañas de desarrollo social adelantadas por el
gobierno, fueron aislando al “Capitán Venganza” a tal punto que a finales de abril de 1959 el otrora poderoso bandido envió el siguiente
mensaje al Comité de Paz, donde trataba
de justificar sus acciones:
“Primero-
No me presento personalmente porque en
buena hora firmé un compromiso de paz el
que he cumplido y cumpliré en la mejor forma que sea posible.
Segundo-
Las acciones de los ciudadanos interesados
en tergiversar mis buenos deseos de pacificación y convivencia me
obligan a poner muy en claro, y para conocimiento de ustedes, que he tratado
por todos los medios de evitar ciertos desórdenes que no estoy dispuesto a
patrocinar ni a tolerar.
Tercero-
Soy sabedor que en repetidas ocasiones se cometen actos como robos y otros
similares en regiones donde, precisamente,
no se escuchan mis llamados a la paz y a la concordia.
Cuarto-
En ningún momento he violado el tratado de paz, por lo tant5o no hay razón para
que se me formulen cargos de los que no
soy responsable, ya que de antemano estaré dispuesto a colaborar con el actual
gobierno, dignamente representado por el doctor Alberto Lleras Camargo. Desde el mismo momento en que firmé el
tratado de paz estoy dispuesto a ayudarle al gobierno en la tarea pacificadora,
único anhelo de nuestra región.
Quinto-
Ruego a la Honorable Comisión de Paz intervenir inmediatamente para que los
señores corresponsales de los municipios limítrofes cesen en su tarea nefanda y
tendenciosa de deformaciones en contra
de nuestro pueblo, or el solo delito de no ser adictos a su misma ideología
política.
Sexto-Que
el señor director del periódico La Patria se abstenga de publicar informaciones
que no sean enviadas por corresponsales
de este municipio, ignorando, además, por qué se violan las leyes de prensa,
publicando informaciones que carecen de verdad y fundamento con el solo fin de
desmoralizar a nuestro pueblo.
Séptimo-
Los ciudadanos de Quinchía son perseguidos y amenazados en los pueblos vecinos,
lo que trae por consecuencia la enemistad creando así un clima de continua
zozobra entre nuestras gentes.
Octavo-
Al respecto de las funciones pacificadoras en que ustedes se encuentran
empeñados, podría decir que garantías ofrecen a nuestros copartidarios de los
municipios de Mistrató, Anserma, Belén de Umbría, Guática, Santuario, Apía,
Balboa y Riosucio, porque es realmente alarmante el éxodo de familias que en
numero de trescientas han entrado al municipio.
Noveno-
Pueden ustedes levantar una estadística de las muertes violentas en este
municipio durante los últimos diez meses, los que les comprobará que la mayoría
de los muertos han sido de personas liberales.
En
esta exposición que he querido darles para su digno conocimiento y oportuno
consejo, ratificándoles que mi más vivo deseo es la pacificación total de la
región.
De
ustedes atentamente
Venganza”
Ante
las exageraciones montados por algunos medios de comunicación de la región se debe tener cuidado extremo al exponer los
sucesos que tienen relación con “Venganza”. Es cierto que fue un bandido, pero
sin él hubiera desaparecido la comunidad campesina de Quinchía, rodeada de “
pajaros” y oportunistas que ambicionaban
las tierras, el carbón, las salinas y el oro del municipio.
En
el libro “Quinchía Mestizo” y en esta publicación se trata de dar una visión
imparcial para que sea el lector quien saque las conclusiones pertinentes.
FIN
DE UN PROCESO
El
5 de junio de 1961 una patrulla del Batallón Ayacucho dio de baja al “Capitán Venganza” en la
vereda de Buenavista en Quinchía y se recrudeció la ola punitiva contra la
comunidad quinchieña. Centenares de campesinos acusados de apoyar a
“Venganza” fueron encadenados y enviados
en volquetas a Manizales, donde permanecieron presos durante varios meses sin
que hubiera pruebas que los vincularan a los hechos delictivos.
Johel
Trejos y Manuel Henao consiguieron
abogados para que los defendieran y pasajes de regreso a su tierra cuando los
soltaban sin recursos en la carretera que
conducía al corregimiento de Arauca.
En
cuanto a Pedro Brincos, el 15 de septiembre de 1963 integrantes del Batallón
Colombia acabaron con su vida en la vereda La Isla en jurisdicción de Lérida.
Así
terminaron el bandolero que se opuso a
un Estado y el bandido que pretendió
encausar las montoneras desbordadas y sin esperanza en ese Estado corrupto y débil
que fue instrumento de persecución y violencia contra una gran parte de la
población que no seguía sus doctrinas.
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