-EL HISTORIADOR DE PROVINCIA-
_ Hugo Ángel Jaramillo-
-Salamina junio 8 de 1985-
-Conferencia dictada en la
Casa de la Cultura de Salamina en el homenaje al presbítero Guillermo Duque Botero, que incluyó un acto
solemne con copa de champaña, pergamino y medalla. Los escritores Alfredo
Cardona T y Eliecer Zapata Bonilla, presidente y vicepresidente del Centro de Investigaciones Históricas de
Centro- Occidente de Colombia, organizaron el acto con Hugo Ángel y Victor Zuluaga como invitados especiales y la
presencia de destacados personajes de Caldas y Risaralda-
En la foto izquierda a derecha: Hugo Angel Jaramillo, Eliecer Zapata, padre Guillermo Duque B.
Texto de la conferencia de Hugo Ángel:
“Señor presbítero Guillermo
Duque Botero, distinguidas autoridades presentes, señores intelectuales,
señoras y señores:
El Centro de Investigaciones
Históricas del Centro-Occidente de Colombia ha depositado en mis manos el
inmenso honor de ser el oferente de este acto de homenaje que se le tributa hoy al ilustre presbítero y
doctor Guillermo Duque Botero, sin presumirse de erudito o experto para juzgar
los inmensos méritos que enaltecen a tan
distinguido personaje; permítaseme
ofrendarle estos modestos párrafos de querencia cálida brotados del fondo de mi
espíritu:
En retrospecto de los
tiempos históricos y rememorando a
Píndaro; como entreacto de este prólogo
tendríamos que decirle a Salamina con honda entonación poética: “Esta ciudad
querida quiero vestir de llamas con mis ardientes cantos, y más veloz que un
potro de rauda galopada que una nube
alada, por doquiera mi mensaje haré público”.
Desde aquellos tiempos
lejanos en que apenas Sabanalarga se proyectara como un cantón de Rionegro de
la provincia de Antioquia y apenas era una perspectiva de municipio ebullendo
entre las mentes de sus fundadores; desde
ese entonces se proyectaban visiones promisorias a lo que habría de ser más
tarde Salamina o la “Madre de los pueblos”, como la bautizara atinadamente su
máximo historiador aquí presente. Con el
transcurso del tiempo y como una profecía bíblica; desde estas tierras habrá de
generarse una riada de pueblos de importancia y su influjo de cultura nueva
trasplantada, irá llegando paulatinamente hasta las tierras del promisorio Cauca
y del Valle de Risaralda.
Tal como abejas
trasplantando polen, el brazo henchido del colonizador antioqueño, seguido
fielmente por sus abnegadas mujeres de vientre inflamado permanentemente; irán
transmontando montañas y vadeando ríos
de la naturaleza vírgen y, tras de sí los nuevos amaneceres de una epopeya
que nos enaltece ante el continente americano, como lo fue la colonización del
occidente colombiano.
Séanos válido rememorar aquí
las figuras epónimas de los titanes que dieron
la génesis de Salamina y como si fuera poco empeño éste, agregaron en su
periplo aventurero la fundación de otros poblados. Nicolás y Antonio Gómez,
Francisco Velásquez, Fermín López el coloso, Juan José Ospina, Juan de Dios
Aranzazu , Francisco Marulanda Londoño, José Ignacio Gutiérrez Arango, Henrique
Umaña y a la figura procera del general Santander quien como supremo gobernante
de la Patria, diera su aquiescencia para la vida orgánica del naciente
municipio.
En este pueblo generoso
habrían de germinar las mentes
promisorias de hombres que con inteligencia, talento y modulación de pensar; irían a irrigar su escuela
en gran parte de nuestro territorio antiguo del Gran Caldas.
Parece como si el olor de la
buena tierra se simbiotizara en armonía con el hombre prar iluminarle los
senderos de la mente y motivarlo hacia la gesta colonizadora del
desarrollo. Después de colocada su punta
de lanza norteña y detenida su brújula momentáneamente; los pioneros fueron
oteando el horizonte arisco de una geografía lujuriosa y, sembrando la semilla
del buen grano, forjaron una etnia plena
de atributos y de empresa.
En Salamina existe una
presencia de rara gestación humana; la misma que de tarde en tarde la
naturaleza entrega a los pueblos de dones especiales; la conjugación de la belleza de sus mujeres y
la inteligencia de sus hombres. Ciudad ilustre y pródiga, semblanza de una
estirpe y de un pasado altivo que, al tanto del paso de la historia abarca dos
periplos históricos de ochenta años cada
uno, dividido por igual para Antioquia y para Caldas.
Tierra de letrados, de
poetas, escritores e historiadores; juristas, médicos, ingenieros y otras
profesiones dignas del quehacer humano, dadores de glorias al maravilloso
pueblo de donde vieron sus primeras luces.
Don Juan José Ospina uno de
sus preclaros hijos, hombre letrado conocedor de la Grecia Helénica y su
historia, dióle un día por bautizarla con el sonoro nombre de la isla griega en
donde Temístocles cantó su himno de victoria contra los bárbaros persas en
gloriosa batalla relievada por la historia.
El hábitat y la cultura se
han fusionado aquí para dar vida a lo que los etnógrafos denominan como “área
cultural”. Área ubicada sobre el norte de Caldas y expansionada con grandes influencias hasta lo que fuera el
Gran Cauca o su apertura geográfica. Y como dijera Herskovits, tiene la ampliación
de un mural, no la delicadeza de la miniatura.
Este viene a ser el centro donde se adensan los rasgos específicos constituyentes del
núcleo de un área tanto materiales como culturales.
Pautas y rasgos conductales incubados en “la Ciudad Luz” , en
un marco ecológico que hace parte fundamental
de la vida del hombre y sugestiona hasta nuevas variantes y aperturas orientadas a nuevos polos del
progreso y la cultura heredada de un grupo étnico. La migración constante de
sus gentes, ha continuado nutriendo con su inteligencia y capacidad de
desarrollo a muchos centros de la patria.
Pero todos estos jalones e
hitos de la historia ya han quedado sembrados a la vera del camino. Hoy
Salamina se viste de gala para exaltar a uno de sus más preclaros hijos, como
lo es el presbítero y doctor Guillermo Duque Botero, eximio historiador de esta
noble tierra y figura relievante dentro del clero colombiano.
El padre Botero como
cariñosamente se le llama, llega a la vida en esta augusta tierra en el año de
1913,y, desde entonces vendrá tatuados con la vocación innata de Pastor de
Almas, de servicio al prójimo. Cruza por
los seminarios nuestros y se encumbra hasta Europa para hacer su anclamiento en
la Universidad Gregoriana de Romay, de regresos nuevamente a su patria consigue
su doctorado en la Universidad Pontificia de Bogotá. Regresa a Europa frisando
el año de 1939, donde consigue la ordenación sacerdotal en la Archibasílica de
San Juan de Letrán.
Con todo este bagaje de
filosofía y de derecho canónigo acumulados, al igual que los monjes de la
antigüedad y los depositarios de la sabiduría griega, cual Tucídides moderno se
inclina reverente para recoger con paciencia benedictina, los rastros de la
historia de su pueblo, de sus hombres, de sus raíces.
El historiador demostrando
el inmenso cariño por su terruño, escarmena con juicio entre datos apolillados
y documentos de no fácil accesos, complementados con el testimonio oral de sus
mayores; todo un pasado de testimonios,
de recuerdos que vienen desde el viejo campanario hasta el presente. La
Historia del municipio, de la provincia;
al contrario de lo que muchos creen como limitada a la parroquia;
representa un fascículo más, pleno de vibración y de compendio de lo que es la
patria. Quien quiera sumergirse en la búsqueda
de la identidad cultural de la nación tan perdida en la metrópoli,
tendrá necesariamente que bucear en las costumbres primarias de los pueblos e
ir auscultando, tenuamente, como se ha formado la nacionalidad. Allí radica el
mérito del historiador provinciano, pues, no todo ha de ceñirse a la historia de los héroes ni de sus
gobernantes epónimos; si el río de la historia patria parte de las cosas y de
los hombres sencillos que la han construido amorosamente desde todas las
latitudes de la geografía, empuñando la azada o la pluma; con el mismo cariño que el guerrero que
defendió su independencia o el jurista creador de las instituciones.
Los méritos del padre Duque
como investigador y letrado ya estab
avalados desde cuatro décadas atrás, cuando irrumpe en el firmamento de las
letra con su primera obra “El nombramiento de los Obispos en Colombia y en la
disciplina general de la Iglesia”.
Habrían de ir llegando luego dentro de
su cosecha intelectual “Apuntes para la historia
del Clero de Caldas2, “Semblanza del señor Marco Aurelio Arango”, “Aguadas,
Alma y Cuerpo de la Ciudad”, “Historia
de la Sociedad de San Vicente de Paul de Salamina”; “Apuntes para la historia
del Combate y la Esponsión de Manizales” y la “Historia de Salamina” en dos
voluminosos tomos.
Ensayista y periodista,
catedrático y educador, miembro de la Academia Antioqueña de Historia, socio
correspondiente del Instituto Genealógico brasilero, de la Academia
Costarricense de Ciencias Genealógicas, Académico de número de la Academia
Colombina de Historia Eclesiástica de la Universidad Pontificia Bolivariana,
miembro correspondiente del Centro de Historia de Manizales y del Centro de
Historia de Sonsón, Socio de número de la Casa de la Cultura “Agripina Montes
del Valle de Salamina.
Eminente personaje del
sacerdocio y políglota dominante de cuatro idiomas: griego, latín, italianos y
francés. Es decir, toda una vida consagrada al estudio y a la exaltación de la
virtud. Acumulación intensas de dones y de méritos, de consagración exhaustiva
hacia el trabajo del intelecto serio; ha sabido conjugar en plena simbiosis y
con suficiencia magna los deberes del
sacerdote y de la cátedra, con el duro y paciente oficio de las letras.
Inmerso en sus virtudes y sencillo en su sabiduría;
sin el alarde del científico ni la prepotencia del dogmático, el sabio
salamineño que hoy le rinde tributo y admiración el pueblo amado y, un selecto
grupo del Centro de Historia de Manizales y del Occidente colombiano, merece
este sentido homenaje y muchos mas; pues, apenas es el tácito deber de
colombianos, rendir culto y exaltar los méritos de los valores patrios que,
como el padre Duque Botero, son los emblemas enhiestos de una nacionalidad que
nos cobija y, por ende, el orgullo del patrimonio que hemos esgrimidos por
tantos años en América, tierra de hombres pensantes y letrados.
Mucho podría agregarse en
pro de la vida del ilustre homenajeado; digamos que, sintetizando avaramente y
sin llegar a un largo panegírico como
testimonios a sus merecimientos
especiales; reciba, apenas, con toda admiración de sus compatriotas estas
humildes letras de un hombre que eleva al Creador su corazón para que conserve
a su eminencia por muchos años más, porque su gloria ya está inmersa como
paradigma de las futuras generaciones nacionales.”
-Hugo Ángel Jaramillo-
Salamina- junio 8 de 1985.
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