Alfredo Cardona Tobón
-Don
Alejandro Uribe Botero fue un dirigente santuareño que alcanzó la dignidad de
Senador de la República, cargo que no ocupó dejando el espacio a Camilo Mejía
Duque.
Fue
un líder político y un gestor cultural, también un liberal radical que defendió
sus ideas con la pluma y con las armas.
Se
le conoció como “ El senador descalzo” pues, jamás usó zapatos. De pie en tierra
asistió al concejo, adelantó campañas y
llevó a Santuario por las sendas del progreso. Fundó periódicos, impulsó
el primer colegio de educación secundaria de la región y cruzó correspondencia
con personajes importantes de Colombia y América.
La
violencia política de mitad del siglo pasado lo desterró a la ciudad de Ibarra,
en Ecuador, donde continuó denunciando las atrocidades del régimen de Ospina
Pérez contra el liberalismo colombiano.
Murió
en Cali y el Senado en pleno, al igual que los altos cuadros de su partido
lamentaron su partida.
MI VIDA POLÍTICA-
Nací en Marmato, hoy Caldas,
en 1879. Desde que tuve uso de razón me afilié al radicalismo liberal. Fueron
mis maestros en este sentido, Rojas Garrido, Arrieta, el Indio Uribe. Como el primero había dicho en un discurso
pronunciado en Rionegro, cuando la
Convención de 1863, que “ el que es católico no puede ser republicano”, yo no
lo había sido un solo momento de mi vida.
Cuando cumplí dieciséis años,
en 1895 y hubo una guerrita, me tocó presenciar el primer asesinato político.
La Víctima fue Antonio María Calderón, hombre honorable e inofensivo. El agresor fue el general Luis Angel Ochoa,
el primero liberal y el otro conservador. Ocurrió este crimen en Anserma ,
Caldas, en plena calle Real y al medio día, en una tiendecita que yo tenía. El
motivo?- El mismo de estos últimos diez
años. Ese día sufrí yo el primer
carcelazo por política y me hicieron dormir la noche en un cuarto oscuro y sin
ventilación. El general Ponciano Taborda
dio la orden de prisión. Al día siguiente me pusieron en libertad.
En 1899 estalló la guerra
llamada de los Mil Días. Me encontraba en Riosucio. El mismo 18 de octubre, fecha
de la turbación del orden público en esa ciudad, en las horas de la noche, salí
para Bonafont con los jefes liberales Tomás María Medina Penagos, Fernando
Celada y David Cataño. Trabajábamos en
una mina de aluvión y esa misma noche fue una comisión a apresarnos, pera ya
estábamos a salvo. Todo el tiempo de esa
revolución la pasé, o en las guerrillas o en la cárcel o huyendo. Como yo tenía
buena letra me nombraron secretario, habiéndolo sido, primero de don Emiliano
García, primer jefe, después lo fui del general Manuel S. Ospina. El cargo que me dieron todos fue el de
capitán ayudante de Campo y en las pocas batallas donde me tocó actuar, el arma
que me dieron fue un descalzador y una baqueta. Por este motivo no me tocó
disparar un solo tiro y por lo mismo, no tengo a mi cargo ni un solo muerto, ni
herido alguno.
La terminación de la
revuelta me tocó en Santuario, Caldas, y
en medio del despecho por la pérdida, viajé al Chocó en busca de oro de minas y
a varios lugares a guaquear. En todo eso
fracasé. En difíciles circunstancias
económicas estaba, cuando encontré al protector, el señor don Eladio Cortés B.
quien me recogió y me organizó a trabajar, por cierto con buen éxito.
En 1905, el 4 de noviembre,
me casé y dí con una compañera abnegada, hacendosa y de hogar y ella fue el
gran auxiliar de mis trabajos toda mi vida.
Desde ese mismo año hice parte del Comité Liberal del corregimiento y en
1907, cuando Santuario fue erigido en municipio, seguí con el mismo cargo hasta 1949, año en el cual tuve que salir huyendo con mi familia, para
salvarnos de la violencia implantada por el clericalismo.
También fui miembro de
juntas patrióticas y de beneficencia y
otros cargos sin sueldo, a pesar de que me hicieron altos, honrosos
e inmerecidos nombramientos y fue elegido para altos puestos. Nunca
cobré sueldo, ni cobré cuenta algunas a los tesoros de la nación.
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