Alfredo
Cardona Tobón*
En
1939 las fuerzas militares de los
Estados Unidos buscaron un vehículo universal que pudiera atender las
necesidades de guerra en Europa y Asia; con ese fin invitó a 135 fabricantes para que presentaran su
propuestas. De todas ellas la Bentam, la Ford y Williys- Overland desarrollaron
prototipos y al final solo quedó la Wlllys con un vehículo de doble tracción
que hizo historia durante la Segunda Guerra Mundial y la guerra de Corea.
El
Willys causó sensación por su sencillez, el poco peso y la versatilidad que le
permitía transportar ametralladoras y cañones, movilizar tropas, servir de
ambulancia y de enlace entre los puestos de combate, sin importar el barro, la
nieve y los pésimos caminos. El general
Marshall señaló al Willys como la mayor contribución de los Estados Unidos a
las operaciones de la guerra moderna y el general Eisenhower señaló que con el
aeroplano Dakota y la lancha de desembarco el liviano vehículo constituyó una
de las herramientas más eficaces para ganar la guerra contra los alemanes y los
japoneses.
LA
PALABRA JEEP
En
los años treinta del pasado siglo se hizo famosa la tira cómica de “Popeye el
Marino”, donde figuraba su novia Olivia Oyl y varios personajes que divertían a
grandes y chicos. El 16 de marzo de 1936
apareció en dicha tira cómica Eugene the
jeep como un regalo para Olivia de su tío Ben, quien encontró ese raro
animal en las profundas selvas africanas.
Eugene
the jeep era una especie de cruce de
perro y roedor, de color amarillo y pepas cafés de orejas pequeñas y una gran nariz
roja que detectaba el oro. Era tierno y
estaba dotado de facultades extraordinarias que le permitían traspasar los
muros, trepar paredes y trasladarse de un lugar a otro misteriosamente. Eugene se alimentaba con orquídeas, solamente
pronunciaba la palabra jeep y
aparecía al lado de Popeye cuando el marino estaba en peligro o debía resolver
un problema complejo.
Después
del ataque japonés en Pearl Harvor, Estados Unidos entró al conflicto y medio
millón de Willys acompañaron a los soldados norteamericanos en el campo de
batalla. Como en tiempos pasados se formó un vínculo tal entre los combatientes
y los Willys, similar al que existió con los caballos en las guerras contra los
Pieles Rojas en las planicies norteamericanas o contra los españoles en Cuba
Los
Willys estaban en todo el teatro de la guerra, lo que hizo creer a los enemigos
de Estados Unidos, que junto con la placa de identificación, los
norteamericanos recibían un Willlys.
El
desempeño de este vehículo de doble tracción se
equiparó al notable desempeño de Eugene the jeep y por ello los soldados empezaron a llamarlos jeeps, palabra que transformamos en
yipes cuando a partir de 1950 empezaron a recorrer nuestras breñas.
FUERA
DE SERIE
El
jeep o yip pese a la velocidad limitada y su modesta línea que no sirve para impresionar
a las muchachas, al igual que Eugene, la mascota de Popeye, tiene propiedades
extraordinarias entre las cuales se destaca su espacio ilimitado, pues parece
que se ensanchara a medida que lo van cargando. Además del chofer, lleva varios
pasajeros, bultos de café, mercados, racimos de plátano, la caja de
herramientas y queda espacio para capachos con gallinas y cajones con perros o
marranos.
En
cuanto a la resistencia no hay vehículo que se le iguale ni existe otro que
tenga una vida ilimitada como los yipes, pues los mecánicos especializados en
este tipo de carros refuerzan su estructura, cambian las piezas que fallan, los
adecuan y ajustan, prolongando el servicio de estas “mulitas” de acero que
parecen indestructibles, pues con más de setenta y cinco años de trabajo continúan
recorriendo las trochas veredales.
El
yip aceza en las pendientes extremas, parece flotar sobre las piedras gruesas,
navega sobre el lodo, sirve para llevar la novia campesina a la iglesia y el
difunto al camposanto, se mete en los charcos y se aferra en los vértices de
los precipicios. Los yipes han forjado una cultura y como lo hizo con los
soldados, en nuestras montañas se han amacizado con los yiperos que los soban y
los consienten. Aquí hablamos del yipao
como unidad de volumen y lo convertimos en acróbata haciéndolo rodar en las
llantas traseras, girar y hacer maromas.
Sin
el yip hubiera sido imposible el desarrollo rural, pues sin ellos no se podrían
administrar las medianas y grandes fincas cafeteras. Aunque hay jeeps por toda
América, en Colombia los yipes se convirtieron en un símbolo del paisaje
cultural cafetero que pasan de generación
en generación.
El
CJ-2A fue la primera versión civil del vehículo de doble trasmisión, después
apareció el CJ5, u oreja de perro y el CJ6. Posteriormente se modernizaron en
las versiones del Jeep Renegada, el Jeep
Cherokee, el Wrangler, que aunque con alta tecnología ni se parecen al yip
primitivo que era “fiel como un perro, duro como una mula y ágil
como un gato.”
Cuando visiten y conozcan el eje cafetero, podrán evidenciar esta bonita y espectacular realidad.
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