EN BALBOA- RISARALDA


UNA JOVEN VALEROSA

Alfredo Cardona Tobón



La violencia política se ensañó en todo el occidente del Viejo Caldas desde 1946 hasta muy entrada la década de los años sesenta del pasado siglo.  En cada uno de sus municipios tuvo características distintas y actores diferentes: en algunos fue exclusivamente conservadora y en otros no tuvo distingo partidista.

Supía, Marmato, Quinchía, Santuario y Balboa tenían mayoría liberal; el resto de los municipios eran conservadores. Aunque se presentaron episodios sangrientos en la llamada “República Liberal” que se extendió desde 1930 hasta 1946,”La Violencia” política que empezó en Belén, Apía y Anserma fue especialmente atroz durante los gobiernos posteriores.

En Balboa “La Violencia” empezó a manifestarse a partir del 9 de abril de 1948, cuando a raíz del asesinato del caudillo Jorge Eliecer Gaitán en Bogotá,  los liberales del pueblo se apoderaron de las armas oficiales y durante varios días  establecieron una Junta Revolucionaria local. El gobierno conservador retomó el control  del país en poco tiempo y en Balboa un grupo de “pájaros” oriundos de Belalcázar y Risaralda apoyados por la policía entraron al pueblo, disolvieron la Junta revolucionaria e impusieron el régimen del terror.

Balboa se vio rodeada de enemigos, al igual que Santuario, Quinchía y Marmato; bandas criminales del  Águila y  Ansemanuevo asolaron los campos, desplazando a las familias liberales que  tuvieron que huir para salvar sus vidas. En represalia y no como autodefensa, se conformaban bandas con rótulo liberal, como la de Mariano Cano, que se dedicó a quemar las casas de los conservadores y a robar las cosechas de café de sus enemigos políticos.

El caos se apoderó de la región pues las comunidades de uno y otro partido quedaron a merced de los bandidos que se amparaban bajo las banderas partidistas para encubrir sus crímenes. La siguiente declaración de la señora Inés Hurtado con fecha del 16 de enero de 1950, muestra la terrible situación que se vivía, no solo en el Occidente del Viejo Caldas, sino en gran parte de Colombia.

Dice doña Inés al alcalde de Balboa: “Un día domingo, antes de la quema de El Vergel, me encontraba sola en la finca de Tambores de propiedad del señor Pedro Mejía. Pasé al frente a la casa de Adán Henao,  encontrándose en dicha casa la esposa del señor Manuel Ramírez, a quien le habían dado muerte violenta el día anterior. Permanecí en dicha casa de las dos de la tarde a las cuatro; en ese lapso pasó el señor Henao que vive en la fracción de Tambores quien informó que el Inspector de Policía de San Antonio había dado la orden de reclutar gente para movilizar el cadáver, manifestándome que él venía a avisarle a don Pablo Cano, que iba hacia Balboa, para que se devolviera, pues venía gente del otro lado a acabar con los conservadores a quemarle la casa a don Pedro Mejía.

 Efectivamente a las tres y media de la tarde llegó a la finca de Tambores de propiedad de don Pedro una cantidad de individuos que calculo en treinta o cuarenta. Llegaron a la expresada finca atropellando y tumbando puertas y a la cabeza de ellos estaba Mariano Cano a caballo y procedieron a prenderle fuego a la casa de don Pedro.

Al decirle: vea señor, no queme esta casa que yo tengo muchas cositas que perder, entonces le dio orden a otros para que me ayudaran a sacar parte  Solo sacaron  seis cargas de café, las mismas  que se robaron y quemaron el resto que serían no menos de 500 arrobas.”

OTRO EPISODIO DOLOROSO

“La Violencia” en Balboa se alimentó con criminales liberales y conservadores de la localidad y con otros procedentes de Quinchía y de Apía, a los que se sumó la delincuencia criminal dedicada al pillaje sin hacer distinción de partido político.

 Veamos el testimonio de Fabiola Marín, una jovencita de 17 años, natural de Venecia Antioquia, quien en uno de los ataques hizo frente a los bandidos:

“Yo me acuerdo, dice Fabiola, cuando al doblar una esquina de mi casa, en la finca “El Amparo”, vi cómo a mi tío (Leonel Marín), lo cogieron unos desconocidos, lo llevaron contra la pared y encañonándole con un arma de fuego le quitaron la peinilla que portaba. Cuando corrí hacia un lado de la vivienda divisé a mi mamá armada con un cuchillo para partir carne y vi cómo le tiró a uno de los componentes de la cuadrilla, que apareció en ese instante en tanto que otro le disparó al cuerpo con una carabina, hiriéndola en el abdomen.

Al ver herida gravemente a mi mamá- recuerda Fabiola-  le arrebaté el cuchillo y al  primer sujeto  que vi frente a mí  le tiré con toda la destreza y furia que me nació en esa hora, hiriéndole de gravedad.

Al escuchar los bandidos las expresiones de dolor y agonía de su compañero, fueron en su ayuda, permitiendo así que los ocupantes de la casa corrieran y se perdieran entre los cafetales.”

Fabiola encontró una peinilla en el patio, pero uno de los antisociales le mandó un planazo y se la quitó de las manos. Al tratar de sacar una navaja del bolsillo del bluyín, creyeron que iba a sacar una pistola. “Mucho cuidado con ella” – gritó un malhechor y empezaron a echarle bala.

En la oscuridad de la noche Fabiola escapó y se ocultó bajo unos secadores de café. Los bandidos penetraron a la casa, y en el zarzo encontraron a don Pedro, abuelo de Fabiola, a quien bajaron a los golpes y lo ultimaron de dos tiros.

Resguardada por las sombras oyó el motor de un yip, observó cómo lo cargaban con los bultos de café que tenían arrumados en una de las piezas de la casa, escuchó los lamentos de su mamá que se desangraba en el corredor y reconoció a varios trabajadores de la misma finca a quienes horas antes les había servido un sancocho con morro con su taza de claro con panela.

Tras algunas pesquisas el alcalde Jorge Lenis con apoyo de la fuerza pública capturó a Evelio Henao, alias El Mono,  junto con 15 compinches, sindicados del asalto al “Amparo” y los detuvo en la cárcel de Balboa, donde los presos cavaron un túnel y escaparon.

Por fortuna la mamá de Fabiola se repuso de las graves heridas, pero en compañía de su hija y el resto de la familia salió de Balboa ante las amenazas de los amigos de Primitivo Hernández, el antisocial muerto por la muchacha en legítima defensa.

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