Alfredo Cardona Tobón
Después de la victoria de las tropas
colombianas comandadas por Sucre sobre las fuerzas peruanas en El Portete de
Tarqui, la evacuación peruana del puerto de Guayaquil y la firma de un
armisticio; Simón Bolívar regresó a
Bogotá para evitar la amenaza de la disgregación que se cernía sobre Colombia.
En Cali permaneció desde el 22 al 25 de
diciembre y esa misma tarde se trasladó a la Hacienda de Mulaló, de su amigo
José Cuero, donde se entrevistó por última vez con el general Sucre.
Tras cuatro meses y cuatro días de
viaje, el Libertador llegó a Cartago el dos de enero de 1830. Desde esa ciudad Simón
Bolívar escribió a Rafael Urdaneta lo
siguiente: “Mi querido General, recibí ayer tarde las comunicaciones del
18. Yo me iré del país sin llevar un
peso con que vivir, pero prefiero pedir limosna en países extraños a ser
espectador de tantos horrores como me esperan. Al fin yo soy solo, pero usted
tiene familia ¿Qué hará? Me duele en extremo su suerte… Yo sigo pasado mañana
por el Quindío mi marcha. Llegaré a Bogotá del 12 de enero en adelante”.
Según algunas versiones, el Libertador se alojó
hasta el cuatro de enero en una casona ubicada en la esquina sur oriental, que
corresponde a la actual carrera 5ª con la calle 8. Allí antes de continuar el
viaje escribió una carta a José María Castillo y Rada donde le manifestaba: “Mi
estimado amigo, ayer he recibido la
horrible noticia que ha venido de Venezuela, más por el modo que por la esencia
esto puede tener resultados muy fatales capaces de disolver la República”.
Preocupado, desengañado, cansado, con la salud
resentida, Bolívar llegó a la capital de la república el 15 de enero de 1830 y
cinco días después empieza a sesionar el llamado Congreso Admirable convocado
para conciliar las facciones en pugna y evitar la disolución de la Gran
Colombia.
Bolívar presenta la renuncia a la
presidencia el mismo día de la inauguración del Congreso, pero este la rechaza
argumentando que no tiene competencia para hacerlo. Mientras sesiona el
Congreso se recrudecen los esfuerzos separatistas de Venezuela y el 29 de
abril el Congreso promulga una Constitución que establece una estructura centralista con
Joaquín Mosquera de presidente.
Cuando el general y su séquito llegaron a Cartago los abrumaron con
atenciones durante los pocos días que estuvo en la ciudad; posiblemente hubo un sarao en su honor donde
el Libertador admiró y hasta gozó de la belleza de mujeres frescas, adornadas
con flores, que como mariposas revoleteaban en torno del caraqueño.
Al igual de lo sucedido con Sámano
durante la reconquista española, Cartago se rindió a los pies de Bolívar,
porque la gente aplaude a los triunfadores, pero las zalemas y las
genuflexiones estaban las almas aviesas, llenas de envidia y recelos, que
interiormente odiaban al Libertador a quien calificaban de tiran; así lo anota
Rufino Gutiérrez, hijo del gran poeta
antioqueño Gregorio Gutiérrez González, en una de sus escritos. Cuenta el cronista antioqueño que al conocerse
en Cartago la noticia de la muerte de Simón Bolívar, acaecida el 17 de diciembre de 1830 en Cartagena; una familia Durán organizó un suntuoso baile para
festejar tan trágico acontecimiento como lo ratifica el científico francés Jean
Baptiste Boussingault, quien por
entonces regresaba de las minas de Supía:
“ Acabábamos de saber la muerte del Libertador, la cual me causó grande
pena- escribió Boussingault-. El partido demagógico se alegró de tan triste suceso y sus miembros no
tuvieron vergüenza de ofrecer un baile, actitud que me hirió, lo mismo que a
uno de mis camaradas, además de que tuvieron la frescura de invitarnos. Por la tarde nos pusimos los uniformes con
una banda negra en el brazo para ir a la invitación; una vez dentro de la sala
y habiendo dado francamente nuestra opinión de la inconveniencia de esta fiesta
en un día de duelo público, desenfundamos nuestras espadas y apagamos las
velas. Las mujeres se pusieron a llorar
y los caballeros a gruñir, pero en un instante la sal quedó evacuada, ¡acabábamos
de cometer una imprudencia que podía habernos costado la vida, pero no hay nada
como la audacia !"
Este es un baldón en el pasado de
Cartago cuya historia está llena de episodios trágicos y gloriosos; no sería una
coincidencia que quienes agasajaron a Simón Bolívar al empezar el año de 1830 fueron los mismos que un año más tarde organizaron el baile para celebrar la muerte
de El Libertador. Triste sino del gran Bolívar cuyos perseguidores los
condujeron, como él mismo dijo, a las puertas del sepulcro.
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