Alfredo Cardona Tobón
La
quebrada El Chocho nace en la vereda Mundo Nuevo y
desemboca en el río Consota, cerca a una fuente salada y a los
yacimientos cupríferos de la zona. Los recuerdos de ls viejos nos dan una
visión de ese pequeño afluente, cuyos charcos en el año 1950 eran transparentes y limpios,
llenos de sabaletas y capitanes.
La
violencia desatada a mediados del siglo
pasado en el occidente del Viejo Caldas,
sacó a Martín Martínez y a Ramón Salazar de sus fincas en la vereda La
Pielroja del municipio de Risaralda y los obligó a establecerse en Mundo
Nuevo en proximidades de la ciudad de Pereira.
Martín,
en asocio con su cuñado Ramón, compró una finca aledaña a la quebrada El
Chocho, sembrada de café y plátano. Los cafetales florecían bajo un
dosel de guamos que cubrían el suelo de una tupida hojarasca que impedía el
crecimiento de la maleza, era el paraíso de lombrices y bichos benéficos y mantenía fresco el suelo.
Como
ninfas salidas de un cuento, por los senderos aledaños a las casas de Martín y
de Ramón revoloteaban sus tres hijas: Ester, Raquel y Flor con sus
batas anchas de colorines floridos y sus cabellos flotando con el
viento.
En
medio de los cafetales de las variedades Borbón y Pajarito crecían
palos de mandarino, de zapote, churimos, mangos, aguacates…
siempre llenos de fruta, junto con los arbustos de dulumocas sembrados en los bordes del camino, que daban para el
consumo y para los pájaros, que en bandadas se acomodaban en sus ramas, para
alimentar las ardillas y a uno que otro gurre y oso hormiguero que deambulaban
por las noches sin el peligro de los cazadores.
Las
dos casas principales unas amarilla y la otra pintada de verde se
destacaban al pie de la carretera
y por la loma reptaba un camino hasta la quebrada El Chocho, que bramaba
como un río en las noches de tormenta. En una vaguita despejada empezaba la
playa del Chocho, la mejor playa del mundo, con unos naranjeros tan
especiales, que se aseguraba que no había otros con
frutas tan dulces y jugosas en todas las fincas del corregimiento
La Bella. En una peña musgosa tenían casa unos barranqueros. Una piedra
servía de trampolín, una pequeña cascada llenaba el charco de espumas y creaba
decenas de arcos iris cuando los rayos de sol traspasaban las ramas de
los carboneros que cubrían las orillas de la quebrada.
Martín
levantó varios ranchos en la finca de Mundo Nuevo para albergar a sus
trabajadores y con ellos estableció uno de los más sólidos
fortines de Camilo Mejía Duque en la zona rural de Pereira.
Con
los guamos que todo lo arropaban no crecía rastrojo en la finca y el
humus de sus hojas era suficiente para abonar los cafetales, por eso
quedaba tiempo para arreglar las cunetas, tapar los huecos de la carretera
y asistir a las concentraciones políticas que Camilo Mejía Duque
organizaba en las veredas de La Bella... En todas ellas estaban Martín
Martínez, su esposa Rosadelfa, el cuñado
Ramón Salazar, los trabajadores, la cocinera, los arrimados de turno y las tres
muchachas de la casa, que eran el mayor adorno con sus faldas amplias y
sus moños rojos.
Un
anciano de la vecindad les enseñó a pescar sabaletas y con ellas
conquistaron a la tía Rosadelfa que mermó el tono a los regaños cuando
llegaban tarde a los rosarios vespertinos, que indefectiblemente, sin
importar el día de la semana, se rezaban en el vasto corredor de la casona,
cuyos fervientes dueños no aceptaban que ser liberal colombiano era
pecado como aseguraba San Ezequiel Moreno en sus prédicas a los pastusos.
La
cosecha de sabaletas y capitanes fue próspera hasta el día que Oscar y su
hermano vieron bajar tendales de peces envenenados con barbasco arrastrados por
la corriente de la quebrada; no olvido- dice Oscar- el vano intento para
reanimar a los que se quedaban enredados en las orillas.” Alguien dijo que los
orines eran el remedio y para ello utilizamos hasta la última gota”- .Así
empezaron a quedar solas las aguas del Chocho. El daño que no hicieron
los nativos ni los primeros colonos lo hicieron unos forasteros que
llegaron a Mundo Nuevo con el barbasco y con los tacos de dinamita que esos
vándalos hacían estallar en los charcos para reventar y hacer flotar los
peces.
Llegó un febrero y el
traslado de Luis Angel y su familia a
Medellín. Atrás quedaron para siempre el Chocho y Mundo Nuevo. Otra vida y otros afanes
cambiaron nuestra existencia.
Fascinante publicación. Además porque mi mamá Eloísa Salazar Cardona hija de Manuel Salvador Salazar Salazar y Ana Carlina Cardona Lemus nació y se crió en la vereda del Chocho a costados de dicha quebrada atravesada por varios puentes de Guadua. Ahora vive en Denver, Estados Unidos y tiene 85 años pero aun recuerda con mucho anhelo la vida tan sana y communal que se vivía en el chocho en aquel entonces.
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