VEREDA EL RETIRO
Alfredo Cardona Tobón
María Gladys Giraldo, Amparo Raigoza , Alfredo Cardona T
A la
vereda El Retiro se llega por una
carretera destapada que pasa por un lado
de una capilla católica, llega a la antigua vía del ferrocarril, cruza el
caserío de Callelarga y entre cultivos de plátano y café
lleva al pequeño poblado donde se destacan el Centro Educativo, una
inspección de policía y dos establecimientos comerciales que sirven de punto de
encuentro a los habitantes de la vereda; es
tierra de suave topografía que en otros tiempos fue una productiva área cafetera venida a menos por la broca, la roya y los bajos precios del grano en los
mercados extranjeros.
Cuenta
doña María Gladys Giraldo, una economista jubilada, nacida y criada en El Et
Retiro, que en 1882 llegó su bisabuelo
Rafael Giraldo a unos abiertos en medio de la selva; venía de Rionegro,
Antioquia, con su mujer, una yegua, un perro,
una escopeta, un azadón, el machete y tres hijos entre los ocho y los
diez años de edad. Rafael
levantó
un rancho de vara en tierra, sembró
maíz y fríjol y con unas gallinas y un cerdo echó adelante con sus ilusiones.
La zona estaba casi deshabitada; por encima del bosque emergía el humo de los fogones de las casas en guadua de José Arias, José Aguirre y Rafael Moreno.; eran pocos los habitantes de esas tierras que escaparon de las manos angurriosas de los Marulanda, los Castro y demás empresarios paisas, quizás por estar retirados de los caminos, y se libraron también de los guaqueros que buscaban los tesoros de los quimbayas por los territorios al lado de la serranía.
La zona estaba casi deshabitada; por encima del bosque emergía el humo de los fogones de las casas en guadua de José Arias, José Aguirre y Rafael Moreno.; eran pocos los habitantes de esas tierras que escaparon de las manos angurriosas de los Marulanda, los Castro y demás empresarios paisas, quizás por estar retirados de los caminos, y se libraron también de los guaqueros que buscaban los tesoros de los quimbayas por los territorios al lado de la serranía.
En mingas o convites los primeros pobladores
de El Retiro convirtieron las derribas en maizales entreverados con fríjoles
para alimentar la familia, los cerdos y las gallinas. Después algunos sembraron
pasto y al empezar el siglo XX la
mayoría de los vecinos establecieron
cultivos de café y plátano en las fértiles colinas transformándolas en las fincas El Motor, Las Palmas, La Elena, El
Jardín, La Marina, Los Recuerdos….
Los
años pasaron, las trochas se convirtieron en caminos y Jesús, el hijo mayor de Rafael Giraldo, alargó los
pantalones y se convirtió en un jayán montañero que levantó su hogar con María de la Luz Arias, vecina del
sector de La Bamba. El
joven matrimonio fijó su residencia en el Retiro, en tierras aledañas a las de
su padre Rafael, de esa unión nacieron Hernando, Heriberto, Elena, María
Dolores y Deyanira, que junto con los niños de los otros pobladores llenaron la
vereda de risas infantiles.
Al
empezar el siglo XX no había escuelas,
ni caminos, ni acueducto… para estudiar los muchachos tenían que recorrer un
largo trecho hasta donde está la portada de la finca Las Palmas y las
niñas debían caminar hasta la escuela que estaba donde hoy se encuentra la
Caseta Comunal de Morelia
En la primera década del pasado siglo se
construyó la primera escuela, era una casita estrecha de esterilla donde se
impartía educación primaria a niños y niñas, así funcionó hasta 1961 cuando con
el apoyo del Comité de Cafeteros se
construyó una edificación moderna que fue base del actual colegio de El
Retiro.
Ahora
la vereda El Retiro tiene un puesto de salud, Instituto de bachillerato, caseta
comunal, un tramo de vida pavimentada y servicio de busetas hasta Pereira; son
logros de una comunidad organizada que contó con el apoyo de Camilo Mejía Duque
y de Gabriela Zuleta, dos líderes políticos que en su tiempo hicieron mucho por
El Retiro y demás zonas rurales de Pereira.
Hernando
Giraldo, nieto de Rafael Giraldo, uno de los primeros colonos de El Retiro, aprendió el oficio de la construcción y bajo
su dirección, y a golpe de garlopa y de martillo, han tomado forma obras
que han empujado el progreso de la vereda. Por
su parte María Gladys Giraldo, una de las nietas de Rafael, después de una
exitosa carrera profesional, se ha retirado a sus cuarteles de invierno y
adelanta en la vereda una loable tarea
con los vecinos de la tercera edad. .
El pequeño y pintoresco caserío de El Retiro
con la infraestructura, el terminal de los buses que pasan por Morelia,
Callelarga y la vereda, deja adivinar un futuro halagüeño, le ayuda la
topografía y sus líderes. En cuanto al nombre ya no le cuadra al Retiro porque con la modernidad quedó cerca de todas partes.
SUB-ESTACIÓN
EXPERIMENTAL LA CATALINA
A
pocos kilómetros de la Inspección de Policía y del Centro Educativo
de la vereda El Retiro, en medio de
cafetales y maizales técnicamente cultivados, se ubica la Subestación La Catalina de la Federación de Cafeteros. La granja
ocupa una extensión de 41.8
hectáreas, está a 1350 metros sobre el nivel del mar y por su suelo
clasificado dentro de la unidad
Chinchiná es especialmente adecuada para los cultivos de la zona cafetera.
En La Catalina se realizan investigaciones en convenio con CIMMUT (CIAT) y otras entidades nacionales e internacionales que trabajan con cultivos mejorados de maíz y café; empezó labores en 1983 con morera y gusano de seda, luego se trabajó con piña y cardamomo y ahora se adelantan proyectos con especialistas colombianos y profesionales de México, Estados Unidos y Argentina. La labor en La Catalina es participativa, o sea en asocio con cultivadores locales que aportan terrenos y recursos y desarrollan conjuntamente los experimentos con la asistencia de los científicos de la granja. Cuenta con 15 trabajadores permanentes y dieciocho funcionarios administrativos; en una amplia casa campesina de corredores y teja de barro están las oficinas y a poca distancia las bodegas y el beneficiadero de café, donde se despulpa y se seca el grano mediante modernos equipos que operan con el mínimo consumo de agua y con temperaturas controladas que no afectan las condiciones organolépticas de la bebida.
En La Catalina se realizan investigaciones en convenio con CIMMUT (CIAT) y otras entidades nacionales e internacionales que trabajan con cultivos mejorados de maíz y café; empezó labores en 1983 con morera y gusano de seda, luego se trabajó con piña y cardamomo y ahora se adelantan proyectos con especialistas colombianos y profesionales de México, Estados Unidos y Argentina. La labor en La Catalina es participativa, o sea en asocio con cultivadores locales que aportan terrenos y recursos y desarrollan conjuntamente los experimentos con la asistencia de los científicos de la granja. Cuenta con 15 trabajadores permanentes y dieciocho funcionarios administrativos; en una amplia casa campesina de corredores y teja de barro están las oficinas y a poca distancia las bodegas y el beneficiadero de café, donde se despulpa y se seca el grano mediante modernos equipos que operan con el mínimo consumo de agua y con temperaturas controladas que no afectan las condiciones organolépticas de la bebida.
TODA UNA VIDA
Desde
hace muchos años don Vidal de Jesús Largo Taba
está vinculado a la Catalina como funcionario de la Federación de
Cafeteros, es un riosuceño raizal que ha
sumado experiencia y vivencias para servir al gremio caficultor. Don
Vidal es testigo de los acontecimientos
que han golpeado fuertemente la
caficultura colombiana: la aparición de la roya, un hongo que defolia los
cafetos, la presencia de la broca, que
es un cucarroncito que daña los frutos, y sobre todo los bajos precios internacionales resultantes
de la sobreproducción del grano.
Al
mirar las lomas que antes cubrieron los cafetos se observan grandes parches de potreros y diversos cultivos que no ocupan los miles de
trabajadores rurales que antes vivían de café y ahora han emigrado a las
ciudades en busca de un oficio. El Retiro y las demás veredas cafeteras de
Colombia se han despoblado y caballerizas y casonas con postes pintados han
remplazado las casas de guadua con canastas de auroras y begonias.
Se
ha hecho tarde y hay que regresar a Pereira; al despedirnos don Vidal sigue el
vuelo de unas garzas que se pierden en el horizonte verde de El Retiro. " Vendrán
tiempos mejores- dice don Vidal- yo no
me imagino estas comunidades sin el café que es el alma y la razón de su lucha"- agrega el veterano labriego.
La tarde cae y con las primeras sombras de la noche el verdor de los cafetales y maizales se convierte en un tapiz gris pespuntado por las luces de las casas campesinas.
La tarde cae y con las primeras sombras de la noche el verdor de los cafetales y maizales se convierte en un tapiz gris pespuntado por las luces de las casas campesinas.
Buen resumen de la historia de la vereda El Retiro. Me gustaría saber más acerca de la Finca El Motor, quedo atento, saludos. Héctor Osorio.
ResponderEliminarbuenos dias me podria recomendar unos hoteles de la vereda el retiro
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