Alfredo Cardona Tobón
En la pequeña plaza de Guamal se levanta una coposa ceiba sembrada hace treinta años para remplazar otra agobiada por las
vejaciones y los años-
La primera
ceiba se plantó el 21 de mayo de
1851 en el centro del caserío para conmemorar
la libertad de los esclavos decretada por el presidente Hilario López; el árbol
creció majestuoso, arropando
con su sombra a los vecinos de
Guamal y a los caminantes que se guarecían del sol inclemente de la tierra caliente.
Esas dos ceibas hacen parte de la historia de esta
comunidad negra, que pese a la proximidad con Supía y Riosucio y su relación
con comunidades mestizas e indígenas ha conservado su identidad y
resistido los embates para quitarles su tierra.
Guamal es un pueblo de panela y arequipe, con un pasado trillado por las guerrillas
patriotas y realistas durante la guerra
independista y tristes recuerdos de las tropas de colores en nuestras guerras
fratricidas.
Las raíces de Guamal se remontan a 1717; por ese entonces, según cuenta Jorge Eliecer
Zapata, llegaron a ese sitio cuarenta
esclavos traídos por Josefa de Franco y Borda para explotar las minas de
El Molino; en 1794 el amo es Simón Pablo
Moreno de La Cruz, gobernador de las Tenencias de Toro, Cartago y Buga y Justicia Mayor de su Majestad. Al morir Simón
Pablo Moreno de la Cruz deja los guamaleños a su hija Josefa y a su hijo Sebastián Moreno, quienes
los liberan quizás porque se agotan las minas de oro o porque es costoso alimentarlos y atenderlos.
Los libertos
permanecieron en el caserío dedicados a
la agricultura y a la explotación de los aluviones auríferos cercanos; desde entonces
los guamaleños han ejercido
posesión pacífica sobre los terrenos adyacentes que ahora
pretenden los indígenas de Quiebralomo y Lomaprieta.
En la escritura del
10 de julio de 1876, consultada
en el archivo de la Oficina de Registro de Instrumentos Públicos de Riosucio, libro 1, página 53, en
el artículo sexto de esa escritura se
establece claramente lo siguiente: “ La comunidad de indígenas y los distritos
( de Supía y San Juan de Marmato) reconocen las siguientes propiedades
territoriales de antigua adquisición: 1- Guamal, 2- Benítez, 3- Del Peñol, 4-
de Roldán o Panderón, 5- Del Arenal, 6- del Aguacatal, 7-De Marmato, 8- Cerro
Loiaza o Chabarquía, 9-De Moraga
10- Cualquiera otra reconocidas o que se
reclamen con títulos”.
Pese a dos siglos de posesión y a la escritura
protocolizada y legalizada por los distritos de Supía y de San Juan de Marmato junto con el administrador de la parcialidad
de indígenas de Supía y Cañamomo; los indígenas de Riosucio pretenden ahora unas tierras que no son suyas como lo aseguran los documentos y lo refrenda
la posesión ininterrumpida de los guamaleños.
Para enredar las cosas, algunos vecinos de Guamal ,
que no son indígenas sino negros, se han
registrado dentro de la parcialidad de
Cañamomo y hasta tienen un comunero en el Cabildo, lo que ha dado pie para que
los nativos riosuceños intervengan en los asuntos de la comunidad negra.
En tiempo reciente el Estado reconoció la comunidad negra de Guamal
como ente de carácter especial con
territorio colectivo, con potestad para manejar un presupuesto y tener
representación ante el gobierno de Caldas. En esta forma los vecinos negros de Guamal esperan independizar su territorio, no
depender del Resguardo indígena y defender una identidad amenazada.
MEMORIA DE LA
PRIMERA CEIBA
Durante 136 años la
ceiba sembrada en tiempos de Hilario López sobrevivió pese a las fogatas prendidas en sus goteras, los orines de los perros y los borrachos
y la basura que indolentes vecinos del
lugar acumularon en las raíces...
En 1987 la ceiba estaba llena de cicatrices, plantas
parásitas e insecto; entonces algunos
ciudadanos tratamos de salvarla, pero era demasiado tarde, nada se podía hacer con el árbol agonizante y entonces
la motosierra marcó su fin, antes que las
ramas se desprendieran y causaran un accidente..
Al faltar la ceiba, Guamal quedó como si lo hubieran desvestido, como si le hubieran arrebatado
un trozo grande de su vida. Los vecinos notaron su ausencia, se pusieron de
acuerdo y plantaron una nueva ceiba con la ilusión de su compañía por los
próximos ciento cincuenta años, que es el tiempo de vida de esos majestuosos árboles.
El nueve de febrero de 1987 Alberto Moreno, Pedro María
Moreno, Wilson Moreno con otros compañeros
trasplantaron la pequeña ceiba que crecía en el solar de la casa de Melba Isabel de Pulgarín al sitio donde
estaba la vieja ceiba. Trataron al arbolito con cariño y cuidado sin que le faltara agua o
abono, ni lo orinaron los perros
. Ya han pasado treinta años, la ceiba niña se convirtió en un árbol lozano y frondoso que crece airoso en medio de
la plaza como un símbolo de la pequeña población; con la ceiba nueva retoñaron
las leyendas y el orgullo de esa raza de ébano
que Gonzalo Díaz exaltó en los
cuadros del Viacrucis que adornan la capilla de Guamal, donde un cirineo negro ayuda a cargar la cruz
y unas piadosas mujeres de piel africana con sus muchachitos oscuros, miran con
dolor al Señor Jesús agotado y sangriento.
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