Alfredo
Cardona Tobón
Primero
fue la selva, luego los nativos quimbayas, después Valeriano Marulanda arrasó la selva y al empezar el siglo XIX el plan de la Bella quedó convertido en la hacienda “El Porvenir”, de Bernardo Santacoloma.
En 900 hectáreas en pasto, rastrojo y monte Santacoloma estableció un hato lechero y una casa con un corral de piso en piedra, era todo un mundo
con colas de monte en cañadas donde ocultos por
árboles centenarios se fueron instalando
los invasores con pequeños cultivos; era
una tierra descuidada, raramente visitada por el dueño, sin linderos precisos y
frecuentada por abigeos que impunemente descuartizaban las reses.
Mientras
Bernardo Santacoloma perdía la batalla en los rastrojeros de su hacienda “El Porvenir”, Gilberto Bedoya Casadiego, presidente de la
Asociación de Usuarios Campesinos, abría haciendas en el corregimiento de La Florida y buscaba la
reivindicación de los labriegos sin tierra como presidente de la Asociación
Nacional de Usuarios Campesinos- ANUC.
Gilberto
Bedoya es uno de los grandes líderes rurales
de Pereira; durante el gobierno de Carlos Lleras Restrepo propuso tesis
revolucionarias como el seguro de cosecha y el establecimiento de una Reforma
Agraria que diera una oportunidad a los
campesinos más pobres y en su paso por el Concejo de la ciudad y por la
Asamblea de Risaralda realizó valiosas obras en
el corregimiento de La Florida.
Walter Benavidez, Gilberto Bedoya, Asdrúbal Gonzalez y Alfredo Cardona
En
1968 siendo La Bella una vereda de La Florida llegó a oídos de Bedoya el clamor de los labriegos sin tierra de su corregimiento; una mañana de ese año Gilberto Bedoya con un grupo de
campesinos salieron de La Florida y a punta de machete abrieron una senda que
los llevó hasta la hacienda “El Porvenir. Fue una acción audaz que
Gilberto recuerda vivamente. Con su voz que es un susurro y no es la fogosa oratoria que encendió los
espíritus labriegos, narra la invasión al enorme predio desaprovechado de
Santacoloma:
“La ocupación la hicimos inicialmente doce
personas- cuenta Gilberto- entre ellas Oscar Torres, Enrique Garzón, Juan de Jesús
Franco y Elías Chiquito. Hacíamos
trepar al más ágil a
un árbol enorme para que nos
avisara con un toque de cacho si llegaba
Santacoloma o la autoridad, para
ponernos a salvo y evitar el arresto.
Trabajamos de sol a sol y a veces hasta por la noche, levantando ranchos,
preparando las siembras y plantando semillas.”
“Alguien
avisó a Bernardo Santacoloma- continúa contando Gilberto Bedoya- y Santacoloma
con el apoyo del alcalde y Octavio Marulanda y del comandante del Batallón San
Mateo vino con tropas y policía y nos hizo poner preso junto con otros
compañeros..
Afortunadamente
n fue mucho lo que estuve retenido en
las instalaciones militares, pues el presidente Lleras Restrepo envió un Procurador
que no encontró méritos para arrestarme al no figurar como cupante de ningún
lote ni aspiraba a nada, ya que tenía la hacienda “La Selva” y otras vastas propiedades en La
Florida.”[1]
Bernardo
Santacoloma me ofreció $200.000
para que se hiciera a un lado y dejara de apoyar a los colonos que
invadían su propiedad -agregó Gilberto Bedoya-. .” Eso era mucha plata pero mi compromiso era con la comunidad.”
Tal vez
para evitar una confrontación con los colonos o por los oficios del presidente Lleras, la intervención de la
fuerza pública no se prolongó por mucho
tiempo; aún en medio del temor a ser desalojados, los invasores del “Porvenir” tuvieron tiempo de organizarse, delimitar los
lotes y construir sus ranchos.
La
ANUC y su presidente Gilberto Bedoya movieron todo tipo de influencias en
Bogotá y al fin lograron que el INCORA
comprara la tierra de Bernardo Santacoloma y legalizara
68 títulos de propiedad a los campesinos que la estaban trabajando.
LOS RECUERDOS DE UN COLONO
Una
mañana de 1968 Juan de Jesús Franco
llegó a la hacienda “El Porvenir junto con otros once compañeros. El
monte bajo cubría gran parte de la enorme propiedad de Bernardo Santacoloma; por
doquier se veían yarumos y arrayanes
entreverados en el rastrojo; en las cañadas sobresalían los árboles centenarios
sobrevivientes de las talas y las quemas, parecía una tierra de nadie que
estaba esperando un doliente que la aprovechara.
Las
noticias de la invasión se regaron por La Florida y las zonas aledañas a La
Bella, motivando a otros campesinos sin tierra a asentarse en los predios de la
hacienda “El Porvenir”. Una junta de vecinos limitó las propiedades con estacas
y en cada lote, de aproximadamente tres cuadras, los colonos levantaron su
vivienda con la madera del monte, tejas
de cartón alquitranado por techo y láminas del mismo material como paredes, para proteger a la familia del
frio y de la lluvia.
A
partir de entonces “El Porvenir” tomó el
nombre de “La Colonia”. En esta fundación no hubo animales de monte que
llevaran carne a las mesas campesinas, ni se contó con la guadua ni aserríos de
madera. Los ocupantes de los terrenos de Santacoloma estaban constreñidos a un
pedazo de tierra sin espacio suficiente
para mantener ganado y morían de
sed con un hilillo de agua que venía por mangueras de
plástico y se agotaba cuando hacía verano.
Fueron
meses con enormes necesidades, hasta que los vecinos de “La Colonia” sacaron
al mercado las primeras cosechas de cilantro, de cebolla, de alverjas y
habichuelas. Como no había carretera y los caminos eran lodazales, los productos
se sacaban al hombro hasta el Plan de La Bella, donde el yip de don Octavio,
venciendo barrizales y canalones, recogía los bultos en las madrugadas y los transportaba
al mercado de la carrera décima.
LA
VIDA EN LA COLONIA
En
1975 el bus escalera de un señor de nombre Octavio llegó a la vereda y una luz
de esperanza iluminó a sus pobladores en las épocas secas porque en tiempo de lluvias era
imposible vencer los pantaneros.
Por
gestiones de la ANUC y de Gerardo Bedoya el INCORA compró las tierras de
Santacoloma y legalizó los predios invadidos, fue una labor acuciosa y difícil
que tomó varios años de papeleos. Juan de Jesús Franco recuerda esos duros
tiempos y el apoyo valioso de Camilo
Mejía Duque, de Gabriela Zuleta y de
Jaime Salazar Robledo que gestionaron auxilios para construir un tanque,
instalar tuberías y bombear el agua de un quebrada cercana.
Los
políticos y la administración municipal aportaron materiales, El SENA
prestó asesoría técnica y agrupó a los vecinos en la Asociación de Agricultores de la Bella en tanto el doctor Alberto Mesa Abadía recababa auxilios para la
electrificación de la zona.. En 1978
Daniel Florencio Ortiz donó el lote para
la escuela de La Colonia y en 1980 vino un profesor de Pereira a enseñar las
primeras letras. Toda la gente estaba por ayudar- dice Juan de Jesús Franco.
Hubo mucha solidaridad, todo el mundo asistía a los convites. Caminos Vecinales nos suministró la maquinaria
y el balasto y nosotros nos encargamos de hacer cunetas y regar el material en
las vías.
De los
colonos de los primeros tiempos quedamos muy pocos- agrega Juan de Jesús- Me
acuerdo de Enrique Garzón del Tolima, de
Oscar Torres, de Omar Londoño que aún vive. Muchos murieron, otros vendieron. ..
“La Colonia” ya no es la misma.
Qué gran trabajo de recuperación de la memoria local, poca gente sabe que el fenómeno de producción de alimentos en La Bella y la Florida tiene su origen en una lucha agraria que parceló la tierra y posibilitó la existencia de pequeños productores. Gracias por esta labor don Alfredo, siempre se le lee con ganas.
ResponderEliminarCamilo Alzate.