Alfredo
Cardona Tobón *
Ayer
como hoy gran número de sacerdotes católicos han tomado como propios los
problemas de su grey: se entrometen en asuntos políticos, hacen alianzas con dirigentes que agitan la
bandera de la iglesia y en muchas ocasiones ofrecen sus
bienes y hasta la vida en defensa
de sus principios.
Al
empezar el siglo XIX el clero se debatía
entre la sumisión a un rey lejano cuya autoridad, se decía, emanaba de Dios y
el rechazo a un régimen que impedía a los americanos orientar sus propios
destinos.
En
las ciudades y en las provincias, dictadorzuelos peninsulares eran sátrapas que
cobraban impuestos por todo, sin que les importara el desarrollo y el bienestar
de la comunidad. Ni los movimientos populares del Perú ni el alzamiento
comunero de la Nueva Granada cambiaron la percepción de la Metrópoli que continuó su política de represión contra los americanos.
Cuando
los franceses impusieron en España a José Bonaparte y depusieron a Fernando
VII, el vacío de poder animó a los criollos
para enfrentar a los representantes de la Corona.
Inicialmente los granadinos no pensaron en la independencia, sus movimientos parroquiales y personales iban contra funcionarios y Cabildos que miraban con
desdén a las coloniasl como sucedió en Quito, en
Cali, en Cartagena y en el Socorro.
Un
año antes del Veinte de Julio de 1810 , el presbítero Andrés Rosillo levantó al
pueblo del Socorro contra las autoridades locales; el 9 de julio de 1810, los
ciudadanos del Socorro se enfrentaron a un regidor despótico
que, auxiliado por un destacamento de valencianos hostiles, ensangrentó las
calles de la villa. Tras el asesinato de ocho ciudadanos no
valieron las armas para contener la furia ciudadana; ante ese hechos sangriento el Cabildo criollo tomó el control del
Socorro y relevó a los españoles del mando de la ciudad.
El presbítero José María Morcillo, natural de
Almaguer, defendió la causa realista en el sur del país; tomó las armas como
cualquier combatiente y enfrentó a los patriotas payaneses. en medio de los combates cayó en manos de los insurgentes y en mala hora lo fusilaron, pues amado por los fieles, su muerte sólo
sirvió para que los parroquianos cerraran filas al lado de los españoles.
El
sacerdote Tomás F. de Villegas fue otro
religioso con fusil al hombro. Este caucano desempeñó los curatos de
Ansermaviejo y Quiebralomo. Al estallar la revolución libertadora se unió como
capellán al Batallón Cazadores en la expedición del general Nariño. Años después
sin temer a las guerrillas realistas que infestaban los desfiladeros del
Juanambú, trató de llevar un mensaje de paz del gobierno de Santander a los
combatientes Agualongo y Merchancano.
Levantó
en armas las poblaciones de Tame, Macaguajes y Betuyes; con lanzas y flechas su
guerrilla emboscó a los realistas que intentaron entrar al llano. Tras algunas
acciones independientes la gente de Mariño se unió a las fuerzas de Nonato Pérez y de Galea para constituir,
bajo el mando de Santander, la base del
ejército republicano que atravesó la cordillera e invadió el altiplano.
Fray
Ignacio Mariño fue capellán de las tropas patriotas y con el grado de coronel
acompañó a Bolívar en la batalla de Boyacá.
Lanza en mano arremetía contra el enemigo y se arrodillaba para absolver
los moribundos propios o enemigos para que tuvieran la oportunidad de ir al
cielo.
JOSÉ
BONIFACIO BONAFONT.
Tuvo un papel destacado en el alzamiento patriota del Socorro ; en
las luchas intestinas de la Patria Boba se opuso a las ideas centralistas, por
ello las fuerzas invasoras de Cundinamarca lo desterraron a la parroquia de
Ansermaviejo.. Allí ejerció algún tiempo, luego atendió la feligresía de Quinchìa
y en agosto de 1814 las autoridades eclesiásticas lo trasladaron al curato de La Montaña donde ejerció el
ministerio sagrado hasta su muerte.
A
fines de 1819 el oficial Mendiguren con
un comando realista atacó a Riosucio, se tomó la casa del padre Bonafont y quemó el archivo parroquial . El
curita de baja estatura, ojos azules,
vivarachos. tez morena y poco amigo del cellibato salió ileso del ataque.
El padre Bonafont admiró a Bolívar y se convirtió en un yesquero que encendió el patriotismo en los resguardos indígenas de Riosucio cuyos jóvenes lucharon por la libertad de América en Guachi, en Pichincha y Ayacucho.
El padre Bonafont admiró a Bolívar y se convirtió en un yesquero que encendió el patriotismo en los resguardos indígenas de Riosucio cuyos jóvenes lucharon por la libertad de América en Guachi, en Pichincha y Ayacucho.
Como se ve en estas notas resumidas nuestra
historia se ha escrito entre sotanas y para bien o para mal su intervención ha fijado muchos rumbos. Unos apoyaron la tiranía pero la gran mayoría lucharon por la libertad y por los derechos de sus fieles.
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