Alfredo Cardona Tobòn
La primera “gracia” que se
enseñaba a los muchachitos en los remotos tiempos de mi temprana infancia, era
batir sus manecitas como aplaudiendo, mientras la mamá o la hermanita mayor
cantaba “arepitas de tostado pal ‘papá que está acostado”; era la entrada al
mundo artístico y al vasto universo del maíz y de la arepa.
Para los venezolanos y
colombianos, la arepa es una impronta
genética que hace parte de sus identidades y de sus más caras querencias.
Galeotto Cei y fray Pedro Simón llevaron a Europa la noticia de las arepas;
ellas eran el pan de los nativos, se aferraron a los mestizos y hasta los
mantuanos caraqueños que veían en ellas un símbolo de patriotismo. Al principio
los españoles las consumieron porque en medio del hambre no encontraron otro
alimento en sus asaltos y rancheos; eran unas masas insípidas, pero luego los
canarios y los andaluces les trasmitieron su duende y les pusieron salero y
gusto al combinarlas con otros sabores.
HISTORIA DE LA AREPA
Dicen que el término arepa
viene del vocablo erepa del pueblo amerindio de los cumanagotos venezolanos; al
maíz cariaco, de color morado, lo denominaban erepa y la masa cocida de ese grano tomó por analogía el
nombre de arepa, que se extendió por los afluentes del Amazonas, por la zona
caribe y subió por los meandros del río Magdalena.
Durante siglos las
comunidades del norte de Sur América ablandaron el maíz en ollas de barro calentadas con fuego de leña y lo
convirtieron en masa en pilones de
piedra o de madera transformándola, al final en productos aplanados o redondos que asaron en callanas
de barro.
A principios del siglo XIX se introdujo el molino de tornillo y con la máquina
de moler producida en nuestras fundiciones se agilizó la producción de las arepas. Hacia 1970 los
empresarios descubrieron este rico filón económico y surgieron las plantas automáticas
donde entra el maíz cocido en marmitas y salen las arepas empacadas
esterilizadas y precocidas sin el manoseo de la producidas artesanalmente.
Todos los paisas tenemos
algo que ver con las arepas: el principio de un noviazgo, su olor en la cocina
de mamá, los fiambres, el remate de una parranda… Por mi parte una de las frustraciones
de mi vida tiene que ver con las arepas; resulta que en mi tesis de grado de
ingeniero mecánico propuse el diseño de una fábrica de arepas, eso fue en 1963,
cuando nadie pensaba en automatizar ese proceso. Mi director de tesis, uno de
esos sabelotodos llegados de USA se burló de mi proyecto, “Vean a éste- dijo
ante mis compañeros- nosotros trabajando con sensores y tecnología de punta y
Cardona pensando en arepas”- Así se frustró entre las risas generales quien
pudo haber sido el primer zar de las arepas.
LA AREPA EN EL REFRANERO
POPULAR
“El que no pila no come
arepas” es lo mismo que decir que hay que trabajar para conseguir el
sancocho. “De pura arepa” significa de chiripa o pura suerte. Los abuelos
aseguraban que “Todo hijo trae su arepa bajo del brazo”, lo que pudo ser cuando
llovía tocino del cielo y no había que pagar tarjetas de crédito. “Dar un
arepazo” es lo mismo que asestar un buen
golpe y al entrarnos en el mundo del sexo, la arepa tiene connotación
femenina cuando el enamorado descarado susurra a su amada: “Quisiera ser mantequilla
para derramarme en tu arepa”. Al ver
pasar una de esas muchachas que paran el tráfico es imposible que un paisa no diga:¡“Eh Avemaría
por Dios!- ¡qué tronco de arepa¡
La arepa está incrustada en
el imaginario popular; en algunas regiones es un símbolo: Los antioqueños condecoran a los visitantes
ilustres con un collar de arepas; en el
municipio de Luruaco en el departamento del Atlántico se realiza el Festival de
la arepa de huevo, y para los venezolanos tiene tanto significado que no sería
raro que cambiaran el caballo del escudo por una Arepa Pepiada..
VARIEDADES DE AREPAS
Son casi infinitas. El
número tiene como límite la imaginación y el gusto de los cocineros. Entre los
arrieros paisas se conocía la arepa denominada “bizcocho” que con la mula, el
carriel y la ruana conformaron el cuarteto de la colonización regional; el bizcocho
se preparaba con maíz remojado durante
cinco días, molido con chicharrón y asado en callanas; era el fiambre para las
largas jornadas y el “comiso” para
enfrentar la montaña y el barbecho.
Los venezolanos preparan
unas arepas gruesas que parten trasversalmente y rellenan con diversos
elementos; entre nosotros, los
colombianos, la insípida arepa antioqueña sirve como acompañante de todo: del sancocho, de la bandeja paisa,
del chocolate, de la aguapanela y se
degusta la de mote, la arepa de choclo, de queso, la costeña…
Las tortillas mejicanas son
primas de nuestras arepas, son más delgadas
se enrollan para producir las
enchiladas y los tacos. Con los sobrantes de las arepas se hacen las migas
revueltas con huevo que refuerzan el desayuno. Las arepas redondas acompañan la
carne de pollo y sin ellas estaría
incompleta la bandeja paisa
En los barrios de las ciudades andinas de Colombia en cada cuadra
hay un asadero de arepas que como las calles y las fachadas hacen parte del
paisaje del barrio. Sin embargo nos olvidamos de ellas. ¿Dónde están las
feministas?-¿Por qué las arepas no
cuentan con monumentos que ensalcen su
gloria? - A punta de arepa innumerables
mujeres cabeza de familia han levantado su prole; los mantuanos caraqueños las
consumieron como símbolo patriótico, a Bolívar, nuestro Libertador le
encantaban las arepas y con arepas desayunaban los centauros llaneros.
Si hubiera instrumentos
apropiados se descubriría que nuestros genes y la resistencia de los
escarabajos colombianos que conquistan
las carreteras de Europa tienen que ver con las arepas que según el poeta
Gregorio Gutiérrez González forman con los fríjoles y la mazamorra la segunda
Santa Trinidad Bendita.
Pues lamento que no hubieras sido el primer Zar de las arepas, pero agradezco que hubieras escrito sobre ellas.
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