Alfredo Cardona Tobón.
Coronel Salvador Córdova
Miguel María Cano estaba viejo y enfermo; sus achaques lo obligaron a
retirarse de la alcaldía de Supía, pero,
aún así en 1840, sacó alientos para agitar su comunidad y apoyar la causa de
los Supremos en la revolución contra el gobierno de Márquez.
Tras el alzamiento de los pastusos, los enemigos de Obando hicieron lo
imaginable para acabar con el caudillo sureño. Le acusaron de promover la
revuelta de los Conventos y del asesinato de Sucre. Cuando reaccionó Obando y
de verás se colocó al lado de los alzados en armas, Mosquera y Herrán ofrecieron territorio granadino al Ecuador, con tal de lograr el apoyo de Florez para aniquilar al General.
Miguel María Cano y su amigo Miguel Marín admiraban a Obando, por ello, con
numerosos supieños se pusieron al lado
de Salvador Córdova que con los gobernantes de Honda, el Socorro, la Costa y Casanare enarboló la bandera de la rebelión..
Salvador Córdova con la complicidad del gobernador Obregón había tomado las
riendas de Antioquia. El jefe militar de esa provincia, José María
Gómez,que permaneció leal a Márquez , se trasladó a la provincia del Cauca, donde el gobernador
Pedro Murgueitio le encomendó el mando
de las tropas del Cantón de Supía . Gómez reclutó soldados, echó mano a los recaudos y con
el concurso de fuerzas de Buga atacó a Sepulturas, hoy Caramanta, donde
tomó prisioneros y algún armamento.
Los riosuceños respaldaron al gobierno. Gregorio Guendica, Rudecindo
Vinasco, Eduvigis Becerra y nueve compañeros más se unieron a Gómez, cuyas
tropas mal armadas y escasas en número esperaban en cualquier momento el ataque
enemigo.
El general Eusebio Borrero se
movilizó desde el sur y estableció un
campamento en Ansermaviejo para apoyar
la avanzada de Gómez y preparar la invasión del territorio
antioqueño.
Salvador Córdova estaba en Abejorral . Al conocer los
movimientos gobiernista se dirigió a marchas forzadas a la aldea de
Quiebralomo, en las inmediaciones de Riosucio. Llegó en las horas de la tarde del 17 de enero de
1841. Sin dar descanso a su gente preparó el ataque.
Gómez estaba atrincherado en el Alto del Chocho en el camino hacia
Puebloviejo. Eran las cuatro de la tarde. No muy lejos se oían los tambores
paisas y el clarín que anunciaba el combate. Venían 500 antioqueños bien armados,
pero bisoños. Eran reclutas sin experiencia que se enfrentaban a unos sesenta
fusileros veteranos, curtidos en el combate y con dos cañones manejados por el
artillero José María Rojas, que donde ponía el ojo dejaba el reguero de metralla
y muerte.
Salvador Córdova sin las dotes militares de su hermano José María,
heroe de Pichincha y Ayacucho, ordenó al valiente capitán Hoyos que avanzara de
frente contra las defensas caucanas. Lo que sucedió fue un desastre, una triste carnicería. Los cañones
barrieron la montonera antioqueña que presa de pánico retrocedió dejando a su
capitán moribundo, a 50 compañeros destrozados, numerosos heridos y gran parte
del armamento tirado entre la rastrojera.
Al anochecer 100 prisioneros
paisas se apretujaban
aterrrorizados y sedientos en dos casonas de Riosucio ,convertidos en cárcel y hospital
de campaña.
El 18 de enero llegó Eusebio Borrero a la población del Ingrumá. Y como era
costumbre en las filas mosqueristas ,dió la orden de pasar por las armas a los
cabecillas rebeldes que estaban en sus manos, pa ra que sirviera de escarmiento
a sus enemigos.
El sargento Juan Masutier dirigió el pelotón de fusilamiento. Este español
renegado, tránsfuga y asesino, según descripción de Obando, alineó a los condenados contra la tapia lateral de la iglesia de San
Sebastián. Al viejo y achacoso ex-alcalde
Cano le vendaron los ojos, luego se los vendaron a Miguel Marín y por último a Antonio María
Córdova y a Pastor Giraldo. A los dos primeros se les acusaba de revoltosos y a
los dos últimos se les señalaba de
estafetas y espias de los revolucionarios.
La sombra del Cerro del Ingrumá
empezaba a arropar la aldea. Los
fogonazos se confundieron con las gotas
de lluvia que empezaron a caer a borbotones como tratando de lavar la sangre
hermana que se deslizaba por el atrio. Masutier sacó la pistola pero no hubo necesidad de ningún tiro de
gracia.. manos piadosas recogieron los cadáveres y en doliente cortejo los llevaron a Supía para
darles cristiana sepultura.
Fue una infamia. Los cuatro condenados no eran combatientes y Cano era un
anciano decrépìto que vivía sus últimos momentos. Fue un crimen como miles que
se le han sumado a traves de los años ,en un país donde jamás se ha respetado
la vida de los semejantes.
El triunfo del Alto del Chocho
ensoberbeció a Borrero. No sopesó que su victoria en el Alto del Chocho se debió más a la impericia del adversario
que al valor y capacidad de los suyos..
Borrero se aventuró por tierras antioqueñas. Cruzó el rio Cauca y se
dirigió a Medellín. En la plaza de Itaguí lo frenaron los paisas
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