Alfredo Cardona Tobón*
No hubo tambores ni uniformes
vistosos, tampoco una voz amiga que lo
consolara; erguido e impasible el mercenario norteamericano que soñó con un
imperio esclavista en Centroamérica, marchó con un crucifijo en su mano
izquierda hasta el paredón de fusilamiento, donde lo esperaban diez haraposos
soldados hondureños. Diez balas atravesaron su cuerpo y un tiro de gracia en la
sien remató la existencia tormentosa de este “filibustero” que anegó en sangre el suelo de Nicaragua.
En un burdo ataúd costeado por el
cónsul americano acomodaron el cadáver de William Walker; ese 26 de setiembre
de 1860, con las últimas paladas de tierra que cubrieron el ataúd se esfumó el
sueño de un sureño que quiso agregar otro estado a la bandera de las barras y
las estrellas.
EL INFIERNO EN EL PARAÍSO
En junio de 1855 la guerra civil envolvía a Nicaragua, dos bandos opuestos
con sede en las ciudades de León y de Granada buscaban la hegemonía política y
comercial del país. Francisco Castellón era el líder de los leoneses; José
María Estrada era la cabeza de los granadinos y ambos pretendían representar al
único gobierno legítimo del país.
Cuando las acciones militares inclinaron la balanza a favor de Granada,
Castellón contrató a Walker quien con aventureros de San Francisco abordó un viejo barco y desembarcó con la “Falange Americana” en las
playas de Realejo en territorio de
Nicaragua.
Después de sangrientos combates donde se distinguieron los rifleros
gringos, Walker quedó al frente de las tropas de León y se convirtió en el
poder detrás del trono. Con dinero de la Compañía de Tránsito que manejaba las
comunicaciones entre la costa Atlántica y Pacífica de Nicaragua, sobornó a los
adversarios y se apoderó de la ciudad de Granada. En elecciones amañadas, el
mercenario americano fue elegido presidente y una vez en el mando descubrió su
intención de convertir a Nicaragua en una nación esclavista aliada de los
estados sureños de la unión americana.
Para Walker la esclavitud era “Un
monumento a la sabiduría, la justicia y la benevolencia del Creador”; para este
aventurero los centroamericanos eran una raza inferior, perezosa y mala para el
trabajo, que había que disciplinar para poder explotar la riqueza y la belleza
de la tierra que habitaban.
En forma sagaz y cruel se deshizo de sus opositores o de aquellos que
pudieran hacer peligrar su dominio. Incentivó la inmigración estadounidense
ofreciendo propiedades y gabelas a quienes se radicaran en Nicaragua y se
alistaran en sus filas. Walker fue el supremo dictador de Nicaragua con la
anuencia de los Estados Unidos, que han tenido siempre la torva inclinación de
apoyar a los tiranuelos como lo hicieron después en la República Dominicana con Trujilo, con Papá
Doc en Haití y Noriega en Panamá.
Los norteamericanos apoyaron a
Walker con hombres y con armas. Sin embargo, el intruso cometió el gran error
de lesionar los intereses del millonario
Cornelio Vanderbilt, al
apoderarse de algunos bienes de la Compañía de Tránsito que llevaba el oro del
oeste americano y servía a los viajeros que se movilizaban de una costa a
otra de los Estados Unidos a través de
Nicaragua. Entonces Vanderbilt auxilió a Costa Rica, que aliada con Guatemala declaró
la guerra a William Walker.
El 20 de marzo de 1856 los
costarricenses sorprendieron a los “filibusteros” en el llano de Santa Rosa; la
violencia del ataque duró apenas cinco minutos con el resultado de 26 muertos y
19 prisioneros norteamericanos. Aunque no fue uno de los combates más sangrientos
fue el principio del desmoronamiento del poder de Walker.
En julio de 1856 tropas guatemaltecas entraron a León, pero no pudieron
permanecer en la ciudad diezmada por el cólera y la viruela; poco después el
capitán Turley desertó con una compañía
de filibusteros para establecer su
propia república en las montañas; pero los nativos rodearon y asesinaron a
todos los invasores, mientras los aliados centroamericanos y el rey de la
Mosquitia tomaban las ciudades de Masaya
y Managua.
Los centroamericanos atacaron a Granada, ciudad defendida por Henningsen,
un lugarteniente de Walker, y ultimaron
a machetazos a los viajeros americanos y a los empleados de la Compañía de
Transito que cayeron en sus manos. El
combate fue brutal; filibustero herido que caía en poder de los
centroamericanos era asesinado. Fue una pelea a muerte que cubrió las calles de
cadáveres. Tres semanas duró el sitio de Granada, al fin los centroamericanos
se retiraron ante la llegada de los refuerzos comandados por Walker.
Al cesar la ofensiva a Granada,
Henningsen pasó revistas a su tropa: de 500 hombres había perecido la mitad y
los sobrevivientes estaban heridos o enfermos; de la bella Granada quedaba
solamente un montón de escombros, estaba convertida en una morgue, en un lugar
pestilente.
WALKER SALE DE NICARAGUA
El 11 de abril de 1857 los nicaragüenses
atacaron la ciudad de Rivas, en poder de la Falange Americana; fueron repelidos y dejaron en
el campo a más de cien muertos y montones de heridos. Los combates continuaron con
resultado indeciso y graves quebrantos para la economía gringa con los
sobrecostos en la vía a Panamá; el
comandante H .Davis de la Armada
norteamericana trató de lograr la paz
entre los contendientes. Las conversaciones empezaron y al fin Walker, convencido
de la inutilidad de la lucha, tomó un vapor americano con sus caballos, sus
efectos personales y la mayor parte de sus oficiales.
De regreso a Norteamérica, lo recibieron como un héroe en Nueva Orleans y
Nueva York. Meses después, mimado y adulado
por sus compatriotas regresó a las andadas tratando de conseguir lo que
no logró en México ni en Nicaragua. Con nuevos “filibusteros” desembarcó en
Punta Gorda, Nicaragua, y capturó algunos vapores comerciales, lo que obligó a
intervenir al comodoro Paulding de la marina americana que lo apresó y lo
remitió de vuelta a Estados Unidos.
Tres años pasaron durante los cuales
Walker recorrió su país como un alma en pena, hasta que la autocracia y el
poder lo volvieron a tentar y con apoyo de amigos sureños desembarcó en
Honduras donde intentó sublevar a los isleños y formar una república. Esta vez
se vio perseguido por los británicos que lo capturaron y lo entregaron a las
autoridades del país, que tras un juicio sumario lo sentenciaron a muerte.
Walker no buscó riquezas, lo obsesionó el poder... y para lograrlo se valió
de todas las artimañas: violencia, traición, engaño... todo fue válido para
tratar de convertirse primero en el amo
y señor de Baja California y de Sonora, en
México, luego de Nicaragua y por último de Honduras, bajo la mirada indiferente
o cómplice del gobierno y del pueblo de los Estados Unidos.
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