De las tierras del Batero y Opirama, a la Perla del Otún
Quinchía es
uno de los municipios más antiguos del departamento de Risaralda y su historia
es el fiel reflejo de la tragedia que ha soportado el pueblo raso de
Colombia, expoliado, engañado,
perseguido, menospreciado y utilizado por los políticos y los comerciantes de
votos .
La juventud quinchieña acompañó a Tomás Cipriano de
Mosquera en su lucha contra el clericalismo paisa y siguió las banderas
liberales, cuando eran símbolos de lucha y de libertad. Esa juventud, que no
temió dejar la vida en los campos de batalla
sigue defendiendo sus principios
con uñas y garras pese a las limitaciones que le impone a los pobres y
los humildes nuestra limitadísima democracia.
Ramiro Tabares Idárraga es una muestra de esos
jóvenes que se abren camino a codazos entre los heliotropos y los dueños del
poder y a pesar de todos los obstáculos siguen creyendo y siguen luchando por
sus ideales, por su gente y por su Patria.
Este testimonio de vida es un ejemplo para los quinchieños y para los
colombianos de siguen creyendo en un futuro para sus hijos.
Por Ramiro Tabares Idárraga-
Como
un joven lleno de ilusión y
esperanza y con el propósito de iniciar mi proceso de formación universitaria,
arribé a esta bella ciudad en el primer semestre del año 1984. Para la época,
ya estaba matriculado en la UTP y desde sus aulas universitarias pude
percibir la fuerza y pujanza de una ciudad que hoy se ha convertido en mi
segunda Patria.
Digo segunda, porque primero está Quinchía. Provengo de las tierras de Michua y Xixaraca, del Batero y Gobia, del guarapo y la lanza. De ese Quinchía libertario que siempre ha estado a la defensiva desde la misma conquista, en la colonia y aún en la época republicana. Un pueblo mestizo que hizo resistencia a la barbarie de la hegemonía conservadora y colocó una alta dosis de sacrificio en ese periodo amargo de la historia denominado la violencia partidista. Hoy vivimos como un pueblo civilizado, con respeto y tolerancia. Pero tolerancia no es resignación y menos indiferencia, es aceptar nuestras diferencias con la firmeza y coherencia ideológica de hallar puntos de negociación para garantizar una convivencia pacífica.
Llegué a Pereira y me quedé. Complementé mi formación post universitaria en otros importantes centros y al final terminé en varios de ellos como profesor en diversas facultades. Llegué a la Facultad de Ciencias de la Educación de la UTP, con más ganas que susto. El proceso de adaptación no fue complejo, por cuanto la tenía clara sobre mi vocación y el deseo de superación ya que provenía de un escenario difícil y veía un futuro posible a través de la educación. En la facultad tuve verdaderos maestros de la talla de Stella Brand, Domingo Taborda, Gildardo Rivera, entre otros.
He sido protagonista del crecimiento educativo de la ciudad. En la década de los años noventa, estando al servicio de la Secretaría de Educación Municipal, formulé los proyectos y convenios para asegurar la llegada de importantes universidades como la del Tolima, La Universidad Nacional a distancia UNAD, la Gran Colombia y la Universidad de Manizales. Eran otras épocas, la oferta universitaria local era precaria; y por ello era importante traer nuevos programas. El desarrollo de las ciudades tiene un nuevo indicador y es la cobertura de la educación superior, donde Pereira tiene un importante crecimiento.
Por esta misma época y en materia de educación formal, de manera conjunta con un grupo de especialistas en planeamiento educativo, se formularon ante el Ministerio de Educación Nacional los proyectos para la construcción de los famosos doce colegios nuevos, rompiendo una inanición en materia de cobertura de más de cincuenta años. Fueron plantas físicas novedosas en su diseño arquitectónico, manejo de espacios y zonas verdes; siendo la alternativa de solución para miles de estudiantes de bajos recursos.
También desde el sector cultural, he servido a la ciudad. Como director de la Biblioteca Publica “Ramón Correa Mejía”, tuve la oportunidad de liderar el proceso de “Biblioteca 24 horas”, lo cual fue un desafío a la oferta cultural existente. Pereira tuvo reconocimiento a nivel nacional, en un sector para nada tradicional, en una clara demostración que cuando hay vocación y compromiso por parte de los servidores públicos, es posible hacer gestión exitosa. En esta gestión se contó con el apoyo decidido del alcalde de entonces Israel Londoño, quien rápidamente interiorizo el proyecto y lo apoyó con recursos.
Esta es la
Pereira que quiero para mis hijos, los cuales han nacido bajo su cielo. Es la
ciudad del crecimiento y desarrollo. Es la ciudad del emprendimiento y las
oportunidades de negocio. Es cruce de caminos, territorio de innovación y
aplicación de nuevas tecnologías, escenario para el comercio y la
intermediación financiera. Así como Constantinopla era la Perla de Oriente en
el mundo antiguo, esta Pereira, es la Perla del Occidente del siglo XXI.
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