LA JUNTA SUPREMA DEL REINO
Alfredo Cardona Tobón*
De tiempo atrás los
criollos buscaban la coyuntura para tomar el poder en el virreinato de la Nueva Granada. A mediados de 1810 Cartagena y otras ciudades
habían establecido sus propias Juntas de Gobierno, pero en Santa Fe parecía que
las autoridades coloniales estaban aferradas
a los viejos esquemas de mando.
En la capital los
rumores proliferaban: se hablaba de rebeliones, de conspiraciones para asesinar
a los Oidores, de planes para ejecutar a
los opositores del gobierno y de un golpe para suplantar al virrey, a quien los
propios españoles tachaban de débil y afrancesado
LA ACTITUD DEL
GOBIERNO
Tan sólo se
necesitaba una chispa para encender el polvorín. Estaba fresco el recuerdo de
la matanza en Quito y el sacrificio cruel de los insurgentes de Pore. El virrey
quería evitar más represiones al final
de su mandato. Por ello, en la algazara del veinte de julio de 1810, Amar y
Borbón acuarteló a las tropas con la esperanza de que el desorden se extinguiera cuando marchantas y vivanderas, campesinos y
arrieros salieran de la ciudad al terminar el mercado.
Al caer la tarde, Ester
Forero, Francisca Guerra y el cura Serrano arengaban a los grupos aislados de la Calle Real, en tanto
que José Acevedo y Gómez trataba de
reavivar los ánimos con vibrantes consignas. Sin el personal que venía del
campo, el movimiento se estaba apagando en medio de la niebla capitalina. Fue entonces
cuando los chisperos de San Victorino
dieron nueva vida a las protestas: José
María Carbonell con la gente de
los suburbios se apoderó de Santa Fe, oleadas de antorchas iluminaron la plaza
y las calles principales y a los gritos de ¡Cabildo abierto! y ¡muera el mal
gobierno! el pueblo hizo posible que el
poder quedara en manos de los criollos.
LA JUNTA SUPREMA DE
GOBIERNO
Treinta y nueve
ciudadanos firmaron el Acta del Veinte de Julio y otros quince se agregaron
posteriormente al cuaderno de Actas de
la Suprema Junta. Los nombramientos fueron arbitrarios y selectivos; pocos de los elegidos tomaron parte en los
acontecimientos y quedaron por
fuera los líderes populares y las mujeres santafereñas
La crema y nata de la
burocracia colonial constituyeron la
Junta del 20 de julio; figuraron clérigos de todas las denominaciones, delegados de la Universidad Tomística y del
Colegio del Rosario, algunos militares, un médico, un acaudalado comerciante,
abogados de la Real Audiencia, regidores del Cabildo, los alcaldes de primer y
segundo voto y un Oidor en representación del Virrey.
La selección fue
clasista y racista. El único vocal con ascendencia totalmente indígena fue el
sacerdote José Ignacio Pescador y solamente dos de los firmantes eran de
entraña popular: uno fue José María León,
sacristán del Monasterio de Santa Inés y el otro, Francisco Javier Serrano, de sobrenombre
Panela, un sacerdote santafereño que luciendo una sotana azul y con un cuchillo de
monte en la mano, movió al populacho en la tarde y en la noche del veinte de
julio.
VOCALES DE
NACIONALIDAD ESPAÑOLA
Entre los miembros de
la Suprema Junta es notable la representación peninsular: el Oidor español Juan
Jurado encabezó las firmas del Acta y en la lista aparecen Bernardo Benjumea,
Fray Antonio Gonzales, José María Moledo, Eugenio Martín Melendro, Juan José
Mutiens, Martín París, José Martínez Portillo y
Juan Antonio Gómez. Son nueve hispanos entre 54 vocales, lo que constituye un porcentaje muy alto y
permite explicar el carácter de la Junta que, manipulada por Camilo Torres,
reconoció la autoridad de la Regencia de Cádiz, ratificó los derechos de
Fernando VII y nombró al Virrey como su presidente.
A medida que se
radicalizaron las posiciones, los vocales españoles tomaron partido en uno u otro bando: Fernando
Benjumea y Fray Antonio Gonzales lucharon bajo las banderas del rey, en cambio
Martín París murió en prisión por apoyar la República. En cuanto a Martín
Melendro, sus servicios a la Independencia le valieron la persecución, el
destierro y la confiscación de sus bienes; a José Martínez Portillo lo fusilaron los
patriotas mientras Juan Antonio Gómez, uno de los comerciantes más ricos del
Reino, fue uno de los personajes que
mayor apoyo brindó a Bolívar.
El vocal español Teniente
Coronel José María Moledo, pasó a la historia porque el veinte de julio de 1820 mantuvo quietas sus tropas y al empezar el
veintiuno remplazó a Sámano en la jefatura del batallón regentista de los pardos cartageneros.
LOS VOCALES CRIOLLOS
DE LA JUNTA SUPREMA
En la magna
asamblea algunos vocales eran oriundos
de las provincias: entre ellos el panameño Manuel Pardo y ciudadanos de
Chiquinquirá, Oicatá, El Socorro, Popayán, Monguí, Cali, Tunja, Cúcuta,
Choachí, Pinchote y Neiva .
Un sino trágico persiguió
a los miembros de la Junta: el “Pacificador” se ensañó con quienes fijaron
los rumbos del primer gobierno republicano y hasta se ufanó al decirle a
Bolívar que lo había librado de los abogados. Los asesinatos selectivos de los vocales
fueron una calamidad para la Nueva Granada, pues el “Pacificador” Morillo acabó de tajo con una clase dirigente de
amplias luces y dejó la nación en manos de personas formadas en los cuarteles.
Recordemos también el
final trágico de Acevedo Gómez en la
selva de los Andaquíes y el de Francisco Javier Serrano que murió desterrado en
la Guaira. En prisión falleció el sacerdote Juan Bautista Pey; en patíbulos y
en cadalsos terminaron sus días Joaquín
Camacho, Antonio Baraya, Emigdio Benítez, Camilo Torres, José María Carbonell,
Frutos Joaquín Gutiérrez, Miguel de Pombo y Sinforoso Mutis.
VOCALES RELIGIOSOS EN
LA JUNTA SUPREMA
Con excepción del
canónigo Rosillo, preso desde meses antes por sus actividades revolucionarias, y del cura Serrano, señalado por las
autoridades como sospechoso, los demás religiosos se vieron implicados en los sucesos,
más por la fuerza de los acontecimientos que por el interés en la causa autonomista.
No obstante, es
numerosa la representación de la Iglesia en la Junta; en la lista figuran los
siguientes clérigos:
Fray Diego
Francisco Padilla- Religioso Agustiniano, hizo parte de la Comisión de Negocios Eclesiásticos de la Junta
Suprema. Sufrió prisión y destierro en La Guaira y Sevilla. De regreso a su
patria ocupó el humilde curato de Bojacá, donde murió en 1829-
Juan Bautista Pey-
Arcediano de la catedral, en su viaje al destierro lo rescataron los
patriotas y se dirigió a Jamaica; regresó muy enfermo, pese a lo cual el general Morillo lo envió a
un calabozo donde murió a los pocos meses de reclusión.
Leandro de Torres- Cura Excusador de la parroquia de las
Nieves.
Fray Mariano Garnica- Prior del Convento de Santo
Domingo- Rector de la Universidad Tomística
Nicolás Cuervo-
Sacerdote de la parroquia de Santa Bárbara
Francisco Javier Serrano- Cura de Paime. Miembro de la Comisión de Negocios Eclesiásticos
de la Junta Suprema
Ignacio Pescador- Cura de Funza
José Ignacio Álvarez- Capellán del Santuario de Nuestra
Señora de La Peña, furibundo amigo del rey. Desde el púlpito atacó
posteriormente a los republicanos.
Vicente de la Roche- Cura de San Victorino.
Julián Joaquín de la Rocha- Cura de Ataco
Antonio Ignacio Gallardo- Rector del Colegio del Rosario.
Pbro José Antonio Maya y Plata- Sacerdote oriundo de
Pinchote.
Nicolás Mauricio de Omaña- Segundo cura de la Catedral-Miembro de la Comisión de Asuntos
Eclesiásticos de la Junta Suprema.
Pbro Andrés Rosillo. Canónigo de la Catedral Notable
activista y conspirador; fue confinado por el virrey a un monasterio de donde
salió en hombros de la multitud el 21 de julio de 1810.
Juan Nepomuceno
Azuero- Miembro de la Comisión de Asuntos Eclesiásticos de la Junta.
MILITARES DE LA JUNTA
Fueron cuatro los vocales pertenecientes a la milicia:
José Vicente Ortega y Mesa- santafereño cuñado de Antonio Nariño, capitán de las Milicias de
Infantería.
Antonio Baraya, Capitán de milicias. El Diario Político
de Santafé se refería al militar en los siguientes términos: ¡“Cuanto le debe
la Patria!; él aquietó al pueblo en los momentos de su furor, él respondió con
su cabeza por la quietud del batallón y
que si obraba, obraría por la libertad, él dio órdenes, dio consejos, trajo la
compañía a la plaza y él ayudó con todas sus fuerzas a derribar a los
opresores”. Hizo parte de la Comisión de Guerra de la Junta Suprema; su papel
fue muy destacado en los primeros tiempos de la república.
Teniente Coronel José María Moledo, conformó la Comisión
de Guerra con Baraya, Francisco Morales y José Sanz de Santamaría.
Rafael de Córdoba,
Jefe militar de la Plaza, este militar payanés se convirtió en un verdugo de
sus compatriotas; con la derrota española emigró a Cuba donde terminó sus días.
REGIDORES DEL CABILDO
QUE CONFORMARON LA JUNTA
Francisco Fernández de Heredia
Fernando Benjumea
Pedro Groot
José María Domínguez
José Ortega
Juan Nepomuceno Rodríguez
José Acevedo y Gómez
También aparecen en el
Acta Joaquín Camacho, abogado asesor del Cabildo y Eugenio Martín Melendro,
Secretario de la institución.
VOCALES
PERTENECIENTES LA REAL AUDIENCIA
Figura el Oidor Juan Jurado en representación del
Virrey Amar, además Juan José Mutienx, escribano de la Real Audiencia y José Ignacio Álvarez, Contador
Mayor de la Institución.
En
calidad de abogados de la Real Audiencia encontramos a:
Emigdio
Benítez
Camilo
Torres
Antonio
Morales
Luis Eduardo Azuola
Frutos Joaquín Gutiérrez.
Miguel Pombo
FUNCIONARIOS DEL
GOBIERNO EN LA JUNTA SUPREMA
Manuel Pardo- Oficial de Contaduría General
Sinforoso Mutis- Director de la Expedición Botánica
Gregorio José Martínez Portillo- Contador de
Amortizaciones
José María Carbonell- Escribano de la Expedición Botánica
Juan María Pardo- Contador de Tabacos
José María Pey- Alcalde de Primer Voto
José Ramón de Leiva- Secretario del Virrey
José Sanz de Santamaría-Tesorero de la Casa de la Moneda
Luis Sarmiento- Administrador de Aduanas
Manuel de Pombo- Contador de la Casa de la Moneda
Ignacio Herrera-
Síndico Procurador General
VOCALES DESCONOCIDOS
Se ignoran los
antecedentes de José María Ramírez, Celi de Alvear y de fray José Chávez,
ciudadanos que firmaron el Acta y no volvieron a verse en acontecimientos
posteriores
Mientras en las calles los chisperos hablaban de
independencia, la mayoría de los vocales de la Junta hablaban de autonomía y
poder para los criollos. Los vocales le tenían pavor a la representación
popular que lesionaba sus intereses y se sentían comprometidos con la monarquía
que ató durante siglos a sus ancestros.
Ahora es justo reconocer a los personajes que se
destacaron ese veinte de julio de 1810. Honor al pueblo santafereño, cuya
movilización hizo posible la conformación de la Junta; honor a José María Carbonell
sin cuyo concurso hubiera languidecido la manifestación popular.
Admiración por
José Acevedo y Gómez, que actuó cuando
el resto de criollos se escondía en sus casas
y agradecimiento al Virrey Amar y al comandante Moledo por impedir el
derramamiento inútil de sangre bogotana.
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