Alfredo Cardona Tobón
Desde lo alto de una rama un buho
currucú oteaba el rastrojero con la intención de engullir el último ratón en
esa madrugada del cinco de abril de 1877.
El currucú vivía tranquilo en un
tronco podrido al lado de la trocha. De vez en cuando una culebra o una chucha
rompían la monotonía de esas soledades,
pero esa mañana oscura, una larga fila de hombres armados , que tanteaban el
piso para no enterrarse en las charcas invernales, lo hicieron volar a la rama más alto de un encenillo, presa del
pánico ante semejante tumulto.
EL ATAQUE LIBERAL
En la noche del cuatro de abril
empezaron a moverse las tropas liberales desde el sitio de La Cabaña, y para
engañar al enemigo, que estaba situado en los morros vecinos, dejaron las
carpas en el campo y las hogueras prendidas. El batallón Vargas No. 5 marchó
protegido por las sombras de la noche entre los campamentos conservadores del
Canasto y de Morrogordo y se ubicó en el alto de Cueva Santa; los batallones
Zapadores y Buga No. 2 se situaron en la cuchilla de La Playa; los batallones
Bogotá No. 2 y Popayán No. 20 se dirigieron directamente a las alturas de
Morrogordo y el batallón No. 11 de Popayán quedó en la retaguardia como
reserva.
El objetivo del avance liberal era Morrogordo, donde la División Giraldo con reclutas oriundos de Marinilla, una población antioquieña de gente guapa, blanca y conservadora, que fieles a su partido estaban atrincherados en ese sitio para impedir el avance enemigo sobre la ciudad de Manizales.
Para evitar que las tropas
conservadoras concentradas en la Cristalina apoyaran a los defensores de
Morrogordo, el alto mando liberal situó
a los batallones No. 15 de Tuluá, al Ricaurte No. 35 y una batería con una ametralladora al frente
de la Cristalina para cerrarles el paso.
Lo fragoso del terreno y la oscuridad dispersaron al batallón Vargas, cuyos hombres debían iniciar la ofensiva a las cinco de la mañana. Apenas a las seis se agruparon los rezagados y empezó el ataque contra Morrogordo. La gente del Vargas cargó a bayoneta contra las trincheras conservadoras que pese a la sorpresa resistieron el embate Los liberales rodearon a la División Giraldo cuyos hombres lucharon como leones pese a la superioridad abrumadora de los atacantes.
De Manizales salieron dos
columnas fuertemente armadas a respaldar a los marinillos pero fueron frenadas
en el alto de las Palmas por los liberales que detuvieron igualmente a los
refuerzos conservadores que se desprendieron en número considerable de las
posiciones de La Cristalina y del alto
del Canasto.
La División Giraldo perdió en el combate de Morrogordo ochocientos hombres entre muertos, heridos, prisioneros y dispersos. Al sitio de La Linda, adonde se replegaron los marinillos, apenas llegaron cien soldados.
LOS HÉROES DE LA DIVISIÓN
GIRALDO.
En la triste historia de nuestras
guerras civiles pocas acciones de heroísmo igualan el comportamiento marinillo en Morrogordo.Cuando los liberales rabasaron
las defensas y una ola de caucanos se precipitó con bayoneta calada, Cesáreo
Gómez, Segundo jefe del Estado Mayor antioqueño, rompió la espada para no
rendirla y se enfrentó cuerpo a cuerpo con
los atacantes que lo destrozaron
sin misericordia.
Al preguntar a un sobreviviente
cual había sido el marinillo más valiente en Morrogordo respondió: “ Es muy
difícil decidir porque todos fueron
guapos, pero igualar a Cesáreo Gómez es imposible”.
Cesáreo Gómez era un gallo de
pelea. Nacido en marinilla en 1834 participó en la guerra contra los melistas,
luchó en el combate de Guacas contra tropas de Mosquera y fue herido en
Garrapatas en 1877. Convaleciente aún se unió a los defensores de Morrogordo.
Otra baja notable en Morrogordo la constituyó Obdulio Duque, comandante en Jefe de la División Giraldo. Este marinillo nació el 4 de septiembre de 1830 y empezó a luchar en 1851. Acompañó a Braulio Henao en la campaña de Las Coles y peleó al lado de los revolucionarios paisas en Abejorral y Rionegro. En 1854 apoyó a sus paisanos que se enfrentaron a Melo en Bosa y Tres Esquinas. En 1860 tomó las armas y peleó en Guacas y en Manizales. En 1861 hizo parte de la invasión al Cauca y se enfrentó en Carolina a los costeños que pretendían someter a Antioquia. Con el grado de Sargento Mayor peleó en Cartago en 1863 y en el combate del Cascajo en Guarne, donde los conservadores tomaron el control de la Montaña.
Cuando el 29 de abril de 1867 Mosquera se proclamó dictador, Antioquia se preparó para derrocarlo y Obdulio Duque se unió a la División Giraldo . En 1876 regresó al campo de batalla y en Garrapatas fue el héroe que hizo posible el descalabro liberal. Combatió luego en la Cabaña y se encargó de la defensa de Morrogordo.
LA RETIRADA DE LOS VENCIDOS.
El estruendo del combate se
extendió desde el alto del Perro hasta Arabia. Los liberales atacaron por el
Arenillo, Morrogacho, la Florida, la Linda, San
Antonio...
En la tarde del cinco de abril el buho currucú resguardado dentro del tronco podrido despertó con el estruendo de otro alud de pasos en la trocha vecina. No era la gente cautelosa de lo noche sino una desbandada de soldados con el terror y la rabia en los ojos, unos ensangrentados y otros cargando compañeros mal heridos. Dos combatientes llevaban una parihuela con un general. Era Obdulio Duque. Su voz no era el clarín que concitaba al combate, ni su aspecto el del fiero paladín que hacía vibrar a su gente. Balbuciente, pálido y desencajado el valiente oficial entablaba el postrer duelo con la muerte.
Los pasos cesaron. El currucú siguió dormitando en medio de la penumbra de la montaña; los bravos marinillos sorteando al enemigo que se filtraba por todas las cañadas y envolvía poco a poco a Manizales, llevaron al general Obdulio a la ciudad sitiada, donde murió pese a todos los esfuerzos médicos.
Para los vencedores el combate de
Morrogordo no fue ninguna acción heroica; en el campamento uno de los comandantes la calificó como una cacería de conejos, una carnicería de reclutas que apenas sabían
cargar el fusil, una acción llena de remordimiento ante un enemigo novato y desprevenido que quiso resisteir pero no tenia agallas para hacerlo.
En en la batalla por Manizales, que fue el broche final de la guerra de 1876, la masacre de Morrogordo no fue la única, en el frente de Morrogacho sucedió otro tanto,
aquí en el fragor del combate llegaron a las trincheras mozalbetes de Santa
Rosa de Osos, rendidos por el cansancio y el hambre, con mucho valor y un escapulario al cuello, pero sin experiencia militar. Fueron, como los de Morrogordo, otras víctimas de la improvisación y un bocado fresco para los aguerridos veteranos del Cauca.
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