Alfredo Cardona Tobón *
Juan Pablo Viscardo
Los sucesos acaecidos el veinte
de julio de 1810 en Santa Fe de Bogotá fueron parte de la cadena independista
que desde tiempo atrás empezó a forjarse en el Perú, en el virreinato de La
Plata, en Venezuela, en Quito y en la misma Nueva Granada.
Nuestra independencia no nació
por generación espontánea, ni sus raíces aparecen con la rebelión comunera ni
los afanes de Nariño y demás próceres
granadinos para darnos la libertad; fue
un fenómeno complejo, enlazado a la revolución francesa, a la separación de las
colonias inglesas de Norteamérica, a la expulsión de los jesuitas ordenada por
Carlos III, a los celos de los criollos, al lánguido comercio entre España y las colonias
y al contrabando ultramarino.
En realidad pocos criollos
estaban interesados en separarse de la metrópoli; los españoles americanos,
como ellos mismos se calificaban, fueron más monárquicos que muchos europeos y
consideraban a España como su patria. Por otra parte, el pueblo raso, mestizo y
pobre, interesado principalmente en su magra subsistencia, no veía alguna
ventaja de cambiar un amo sostenido por el poder divino, por el de los criollos
que desde tiempo inmemorial le quitaba
sus tierras y lo exprimía como un siervo de la época medioeval.
Si España hubiera dado autonomía
a los criollos y hubiera escuchado las voces inconformes habría retardado la
soberanía de los pueblos americanos hasta la época en que el pueblo raso,
mestizo y pobre hubiera despertado del letargo de siglos animado por la
revolución socialista.
LOS INCONFORMES
Además de los movimientos
populares de Tupac- Amaru y los alzamientos comuneros e indígenas, la
inconformidad con la metrópoli se evidenció en los manifiestos del español
Picornell, del peruano Pablo Viscardo y del mendocino José Godoy cuyos ecos se
extendieron en nuestra patria con la pluma de Nariño, de Ignacio Herrera y de
Camilo Torres.
Picornell y Nariño tradujeron los
Derechos del Hombre, preconizados por la Revolución Francesa y fustigaron al
régimen monárquico corrupto y arbitrario. En la mente de Nariño cupo el pueblo
raso y el quiteño Eugenio Espejo alzó la voz del pueblo cobrizo mientras Viscardo
y Godoy guiaron los pasos de los patriotas de Coro y de Tucumán y sin
inclinarse ante rey alguno, animaron a Latinoamérica a buscar la senda de la libertad.
JUAN PABLO VISCARDO
Este peruano nació en 1748 y por
avatares económicos resultó siendo jesuita y expatriado con su comunidad en
1767 por orden de Carlos III. En Cádiz empezó el peregrinaje de Viscardo por
tierras europeas, sin poder regresar a su tierra y lejos de su familia y de su
gente, el jesuita empieza a conspirar contra el régimen español, se une
entonces a otros americanos en el exilio y busca el apoyo del gobierno inglés,
que parece simpatizar con la independencia de las colonias españolas, pero que
en el fondo, como se ve en la invasión de Buenos Aires, lo que quiere es
apoderarse de sus territorios.
Ya viejo y enfermo, Viscardo
entrega a su amigo Rufus King, embajador de los Estados Unidos en Londres, unos
voluminosos escritos, que recogen sus inquietudes y su lucha por la libertad de
América. El jesuita muere en 1798 y
Rufus King, entrega los documentos de Vizcardo al caraqueño Francisco Miranda,
que por ese entonces busca apoyo en
Inglaterra.
En esa forma llegó a manos de
Miranda “La carta a los españoles americanos”que escribió Viscardo en 1792 y
que deslumbró al prócer venezolano, pues en ella estaban sus propios
planteamientos ideológicos para sustentar la emancipación americana.
“El Nuevo Mundo es nuestra
patria, escribió Viscardo en esa carta, su historia es la nuestra, y en ella es
que debemos examinar nuestra situación presente, para determinarnos por ella, a
tomar el partido necesario a la conservación de nuestros derechos propio y de
nuestros sucesores..
Refiriéndose a los atropellos de
los peninsulares en sus colonias, Viscardo agrega:
“Sería una blasfemia el imaginar,
que el Supremo Bienhechor de los hombres haya permitido el descubrimiento del
Nuevo Mundo, para que un corto numero de pícaros imbéciles fuesen siempre
dueños de desolarle, y de tener el placer atroz de despojar a millares de
hombres, que lo les han dado el menor motivo de queja, de los derechos
esenciales recibidos de su mano divina..
Y Viscardo habla abiertamente de
la independencia, como Nariño y como Miranda:
“La naturaleza nos ha separado de
la España con mares inmensos. Un hijo que se hallare a semejante distancia de
su padre, sería sin duda un insensato si en l conducta de sus más pequeños
intereses esperare siempre la resolución de su padre. El hijo está emancipado
por el derecho natural... Tenemos esencialmente necesidad de un gobierno que
esté en medio de nosotros para la distribución de sus beneficios, objeto de la
unión social.
Durante la rebelión de Tupac Amaru en el Alto Perú,
Viscardo buscó el apoyo de Inglaterra en hombres y armas; pero fue inútil pues
Inglaterra por ese entonces buscaba la
manera de arrebatarle las colonias a España con un ataque combinado desde
Buenos Aires y Venezuela.
El jesuita pone de ejemplo a las
colonias de Norteamérica que sacudieron el yugo inglés, en su carta muestra la
postergación de los criollos y remata diciendo que la América Latina habrá de
ser la tierra de promisión cuando se libre de la coyunda extranjera y florezca
la libertad.
Con la expedición de Miranda,
llegó a tierra venezolana el mensaje de Viscardo cuya pluma movió el sable y
cargó el cañón en los primeros pasos de
la independencia hispanoamericana.
JUAN JOSÉ GODOY
Al peruano Viscardo se le suma el
mendocino Juan José Godoy, un descendiente de la colonización de Cuyo y
perteneciente, también, a la comunidad de los jesuitas.
Al dictarse la orden de expulsíón
de los jesuitas en el año 1767, Godoy se refugia en el Alto Perú y allí trata
de ejercer su ministerio, pero denunciado por el arzobispo, los españoles lo
capturan y lo deportan a Italia.
En tierra europea Godoy comprende
que la única salida de estos pueblos es la independencia de una nación cruel y
de una monarquía déspota y absolutista y como Miranda y como Viscardo establece
vínculos con Inglaterra adonde viaja en 1781 y presenta en Londres un plan para
sublevar a Suramérica y crear un estado independiente que abarcase las
provincias de Chile, Perú, Tucumán y la Patagonia.
Con el falso nombre de Anger
establece contactos con otros revolucionarios americanos; los meses pasan y sus
planes no encuentran eco en Inglaterra, entonces viaja a Estados Unidos donde
sigue conspirando contra España.
Los peninsulares siguen sus pasos
y para capturarlo el virrey de la Nueva
Granada, arzobispo Antonio Caballero y Góngora, el mismo que engañó a los
comuneros, se vale de unos secuaces que convencen a Godoy de viajar a Cartagena
a encabezar una rebelión libertadora.
Cuando llega a la ciudad amurallada cae
bajo las garras del Tribunal de la Inquisición. Despues de un año de
interrogatorios y de torturas los españoles lo deportan a Cádiz y allí muere entre rejas en la
fortaleza de Santa Catalina.
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