Alfredo Cardona
Tobón*
La misa
celebrada el 30 de agosto de 1863 por el padre Remigio Antonio Cañarte en la
modesta capilla de Cartagoviejo, se ha tomado como el suceso que marcó la
fundación de Pereira. Esta misa, que posiblemente no fue la primera que se
celebró en el caserío, opacó otros hechos notables como la apertura del Camino
del Privilegio que marcó el destino de la aldea o la campaña de los primeros pobladores en busca
del reconocimiento oficial de la Villa de Robledo.
Los primeros
cronistas pereiranos Jesús María Ormaza y Elías Recio dieron al sacerdote
Antonio Remigio Cañarte la exclusividad en la fundación de Pereira, olvidando
la labor tenaz y persistente de la comunidad dirigida por Laurencio Carvajal, por Francisco Londoño,
Francisco Hernández y otros pioneros
cuyo esfuerzo hizo posible que en las
ruinas de Cartagoviejo empezara a gestarse una de las ciudades más vigorosas de
Colombia.
Más de cien
familias estaban asentadas en los alrededores de Cartagoviejo cuando el padre Cañarte celebró la primera misa. No
fue el sacerdote el promotor del caserío
que los vecinos llamaron Villa de Robledo; pues desde tiempo atrás, como lo
muestran documentos presentados por los historiadores Víctor Zuluaga y Emilio Gutiérrez,
los lugareños venían solicitando al
obispo de Popayán les erigiera el
poblado en parroquia y pedían al gobernador del Quindío el establecimiento de
un alcalde y un juez que los rigiera en lo político y judicial.
El obispo Torres
encargó al padre Cañarte de la supervisión de la capilla que por iniciativa de la comunidad estaban levantando los labriegos
de Cartagoviejo; la obra no fue idea del padre Cañarte, era un proyecto de los
habitantes del caserío. El sacerdote visitó la obra en 1862 y la inauguró una
año después, cuando una comisión conformada por Laurencio Carvajal, Nepomuceno
Buitrago, Tomás Cortés y Jesús M. Polonio y Rosendo Marulanda viajó a Cartago
para informar al padre Cañarte que el templo estaba listo y dotado con los elementos
litúrgicos necesarios.
La llegada del
padre Cañarte con su comitiva, el día 24 de agosto de 1863, llenó de alborozo los corazones de los
feligreses que tiraron la casa por la ventana para atenderlo con honores, al
igual que al padre Francisco Penilla, al sacristán Jorge Martínez, al corista
de cantos religiosos Sebastián Montaño y a los monaguillos Jesús María Ormaza y
Elías Recio.
Al día siguiente de la llegada del padre
Cañarte y sus amigos lo hizo don Félix de la Abadía y su señora madre doña
Petrona Pereira, designados por el padre Cañarte padrinos de la bendición del templo; de Santa
Rosa viajó el padre Cazares y dos músicos contratados para dar solemnidad a la
misa y entronizar en la capilla la imagen de Nuestra Señora de la Pobreza, copiada del original que se veneraba en
Cartago por el diestro pincel de Joaquín
Jaime Santibañez.
Cincuenta años
después de la misa en el primer templo pereirano, don Jesús María Ormaza en sesión
del Concejo pereirano recordaba el magno acontecimiento del 30 de agosto de
1863 en la esquina de la actual calle 19 con la carrera 8ª; así narra lo
sucedido:
“A las siete de
la mañana se verificó la bendición de la capilla y a las ocho se celebró con la
mayor pompa y solemnidad el santo sacrificio de la misa por el presbitero
Remigio Antonio Cañarte, diaconada por los presbíteros Francisco Antonio
Penilla y José Ramón Durán de Cázares, cura de Santa Rosa de Cabal: los
padrinos de la bendición el señor don Félix de la Abadía y la señora doña Petronila Pereira; el corista
invitado Sebastián Montaño; los músicos señor José María Guarín, clarinetero de
Santa Rosa de Cabal a quien acompañaba muy bien con las sentidas notas de sus
violines los fundadores señor Ramón Parra y Joaquín Rios, y de monaguillo
ofició el que escucháis.”
En el estrecho
recinto del humilde templo se gestó, entonces, la alianza entre encumbrados caucanos
y los simples labriegos paisas, que unió el poder con el trabajo para hacer de
Cartagoviejo la población con el más rápido crecimiento en el norte del Estado
del Cauca.
Cumplia la
misión, e padre Cañarte regresó a Cartago, pero el clamor de los
fieles lo llevó de nuevo a la
Villa de Robledo, donde en julio de 1864
asumió las funciones de vicepárroco que contó con el apoyo de la Junta
administrativa compuesta por Laurencio Carvajal, Francisco Hernández y José
María Gallego, como presidente, vicepresidente y secretario respectivamente.
LA ALDEA DE
PEREIRA
Por Ordenanza
del 11 de enero de 1865 al caserío
levantado en las ruinas de Cartagoviejo se
le reconoció la dignidad de Aldea de Pereira con Francisco Hernández como
primer regidor; cinco años más tarde, el
primitivo Cartagoviejo, por Ordenanza del 20 de enero de 1870 adquirió la categoría de distrito de la provincia del Quindío.
La comunidad
había adoptado el nombre de Villa de Robledo para su caserío, honrando la memoria de un personaje cruel
que llenó de luto y dolor el suelo
americano; los notables de Cartago, a diferencia de los paisas fundadores,
distinguieron a uno de los suyos acogiendo el nombre de Pereira en honor a
Francisco Pereira Martínez, un prócer de la independencia que soñó con fundar una población sobre las ruinas del
antiguo Cartago.
En realidad nii
Francisco Pereira y menos Jorge Robledo tenían méritos para perpetuar su
memoria en la nueva fundación; los tenía don Félix de la Abadía, el empresario dell
Camino del Privilegio que dio vida al
caserío y abrió la puerta del comercio y del progreso a Cartago, a Santa Rosa y
al mismo Manizales y también tenía méritos el padre Cañarte que dedicó sus
últimos días a servir a la comunidad pereirana.
Sin embargo, si
se deben reconocer esfuerzos en la gesta de la fundación de Pereira, habrá que
decir al llegar a los 150 años de la misa del padre Cañarte, que fue la
comunidad de Cartagoviejo, que fueron los labriegos rasos quienes tuvieron la
visión de futuro y pensaron en grande al señalar una Arcadia sobre las ruinas
espalñolas..
La historia no
ha reconocido la obra de Félix de la Abadía, ha magnificado el trabajo del
padre Cañarte y definitivamente ha sido
ingrata y cicatera con el pueblo raso y sus capitanes que pusieron todo su esfuerzo y su corazón
para plantar la simiente de una ciudad, que pese a todos sus problemas no para de
progresar ni un solo instante..
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