Alfredo Cardona Tobón
En una mañana de agosto de 1900 los soldados conservadores de la División Giraldo acantonada en Salamina, cruzaron el río Tapias y empezaron a trepar por una trocha que los llevó a la aldea de Morrón, conocida actualmente como Samaria. Al frente de la tropa iba el coronel Miguel Duque con la consigna de encontrarse en ese punto con fuerzas de Manizales para marchar al Cauca en una misión secreta.
Más que el enemigo la preocupación de los oficiales era la deserción de su gente, porque estaba cantado que los antioqueños eran buenos para el trabajo pero pésimos para el combate. Los reclutas de Salamina aprovechaban cualquier ocasión para tomar las de Villadiego y hacerle quite a la guerra; en esta ocasión tenían todos los motivos del mundo para perderse en la maleza, pues corría el rumor de una campaña contra el audaz Ceferino Murillo y el tenebroso Manuel Ospina, sanguinarios guerrilleros que operaban por los lados de Quinchía y Bonafont.
A mediados de 1900 el sur de Antioquia sentía los estragos de la revolución liberal , bandas caucanas hostilizaban a Filadelfia, a Salamina y a Neira sin que las fuerzas gobiernistas de Manizales y Riosucio pudieran atajarlos, pues las guerrillas atacaban y se diluían en medio de la población indígena
Los grupos armados de Emiliano García y de Teófilo Cataño reunieron un centenar de macheteros en la aldea de Quinchía, al otro lado del Cauca, cruzaron el río y se unieron a los hombres de Ceferino y de Ospina. Era gente ducha en acciones relámpago, donde sorprendían al enemigo y huían, pero no tenían experiencia en combate colectivo ni sabían luchar con efectivos regulares..
El 15 de agosto de 1900 fue un día esplendoroso; en el horizonte se veían los nevados de la cordillera central, era un día para vivir y no para morir. Desde temprano las guerrillas levantaron el precario campamento y se internaron en los montes del sur de Antioquia con rumbo a Filadelfia. Tres baquianos tomaron la punta y al trillar los rastrojos para abrir paso los micos salían despavoridos y pardadas de torcazas buscaban el refugio de las copas más altas de los árboles..
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Las autoridades antioqueñas conocían los planes de los guerrilleros; un labriego infiltrado había comunicado al general Carlos Londoño sobre la marcha y el rumbo de los insurgentes. Esa era la razón de la concentración de tropas gobiernistas en Morrón, donde se darían los últimos toques para sorprender el avance de los guerrilleros.
El coronel Duque y el general Londoño unieron sus efectivos y sigilosamente tomaron un atajo hacia el río Cauca, en medio de la oscuridad de la noche, marchando a tal celeridad que al amanecer del 15 de agosto estaban emboscados en la trocha de El Silencio, por donde se presumía que iba a pasar la columna caucana.
El veterano Mariano Flórez y el exalcalde de Quinchía Gabriel Vinasco, iban a la vanguardia. Avanzaban confiados, sin esperar contacto alguno con las tropas del gobierno, que según informaciones confiables estaban en Salamina. No se oía ni un pájaro, tan solo el chillar de las chicharras.
“Esto está muy raro”, dijo Mariano y no acabó de completar la frase porque de repente, a lado y lado de la trocha tronaron los fusiles y las carabinas y los macheteros caucanos fueron barridos como hierba mala
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Felipe Rojas alcanzó a disparar la escopeta y al atacar machete en mano una lluvia de metralla lo tendió entre el follaje al igual que a sus 54 compañeros.,. Toribio Anduquia escapó de milagro; como una culebra se escurrió entre el rastrojo y huyó con Ceferino Ríos y con Manuel Ospina, que venían en la retaguardia y tuvieron tiempo de resguardarse entre los árboles
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Cuando se propuso el ataque combinado, el coronel Zoilo Bermúdez dijo a sus copartidarios de Quinchia: "Trabajar con reclutas es una carajada y pelear sin armas es una solemne pendejada. Dígale a Ceferino que yo no le camino a esa vaina". Razón tenía el viejo militar, curtido en mil combates y sobreviviente de varias guerras, pues de los que marcharon hacia Filadelfia, ni siquiera regresaron con los cadáveres
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El golpe asestado por Carlos Londoño y Miguel Duque desvertebró la revolución en la banda izquierda del río Cauca y la acción continuada de las tropas conservadoras de Riosucio, Cartago y Manizales empujaron a los guerrilleros a la selva del Chocó donde continuaron la lucha.
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De la hecatombe de "El Silencio" quedó un recuerdo vago. No fue una batalla ni una acción gloriosa, fue no más una matanza de "bandidos" perdida en el silencio de los tiempos y en la trocha con ese nombre, los años borraron la memoria de esos campesinos anónimos cuyos huesos quedaron perdidos en el monte, sin que sus deudos hubieron oído el piadoso tañer de las campanas.
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