PAISAJE CULTURAL CAFETERO ( 5)
Alfredo Cardona Tobón*
Nunca imaginaron los militares norteamericanos que el notable campero de la Segunda Guerra Mundial y del conflicto entre las dos Coreas se convertirían en un símbolo en las escarpadas montañas de Colombia.
El Willys se utilizó en la guerra para movilizar tropas, rescatar heridos, llevar provisiones y como base de baterías de mortero y ametralladoras; en la vida civil el famoso jeep (yip) sirve hasta para remedio: lleva los trabajadores a las fincas encaramadas en las serranías y arrima el café a los sitios de compra, transporta el abono y los insumos, sirve para hacer mandados, conduce a la novia campesina a la iglesia , se utiliza como ambulancia y es la carroza real en las fiestas pueblerinas. El Willys chato y sin líneas aerodinámicas es como un cucarrón lento y poderoso que no se le “arruga” a una loma ni se “frunce” cuando le acomodan un arrume de plátano o de yuca y se le trepan decenas de pasajeros que se le aferran como si fueran garrapatas.
En las medidas de volumen al lado del metro cúbico, de la pulgada cúbica, los galones y las canecas existe el “yipao” que significa: lo que le quepa al Willys, en tal forma en las plazas de mercado se negocian los yipaos de banano y se habla del yipao de mazorcas.
Los Willys son como los bueyes: lentos, seguros y fáciles de manejar en trochas y voladeros. Solo los tragadales detienen a los bueyes y el único obstáculo para el yip es un pantanero profundo, porque no lo atajan las piedras, ni los grandes canalones; y al igual que los bueyes, los Willys se trepan por los barrancos y se levantan en sus “cuartos” traseros.
LA SIMBIOSIS DEL CHOFER Y EL WILLYS
De las carreteras desaparecieron las berlinas, los autos Studebaker y los Kayser, pero los Willys siguen aquí; algunos de lujo se muestran en los desfiles y en las exposiciones; los más son las bestias de silla y carga que en vez de pasto consumen gasolina , no se amarran en los tranqueros, se parquean en las plazas de mercado de Calarcá o en el Barrio Cuba en Pereira y esperan pacientemente cerca de las Cooperativas de Caficultores en los parques de Pácora o Buenavista.
Los choferes de los Willys son persona especiales; los vecinos de las veredas los conocen y lo llaman por su apodo: ‘Buchepluma’ o ‘Condorito’ e innumerables alias de acuerdo con la figura y la personalidad del chofer, quien pese a la familiaridad guarda las distancias. El chofer del Willys sabe dónde recoger a Don Tista o a Doña Lola, está atento al celo de la marrana de Don Pepe para llevarla al padrote, lleva las boletas de los novios que aún no entran a la era del computador, recoge las drogas de la farmacia y hace el penúltimo viaje del finado.
Willys y chofer son un ente asociado. El yip limpiecito y pulcro tiene un chofer igualito y el pobre yip desvencijado y canijo tiene un conductor panzón, con la camisa suelta y barba de tres días.
Así como el Willys rima con el chofer de sombrero y poncho, también el mecánico del pueblo rima con los yipes: los dos son igualmente simples; el mecánico de yipes no necesita saber electrónica, ni tener conocimientos avanzados de electricidad, ni mucha teoría; sus herramientas son unas cuantas llaves, un alicate un martillo y un hombresolo; esos elementos son suficientes para desvarar el vehículo que a lo mejor llegó con piezas amarradas con alambres.
Aunque se consiguen repuestos originales, lo usual es acomodar piezas de varias marcas en el armazón del Willys, porque aquello que no se encuentra se adapta y en eso son magos los mecánicos de los pueblos.
LAS CHIVAS O BUSES ESCALERAS
Este es otro símbolo nuestro; quien no haya montado en “chiva” no ha estado en el Eje Cafetero. Estos buses aparecieron con las carreteras; en los chasises de camiones Ford o Chevrolet los artesanos montaron la carrocería de madera, con bancas para pasajeros que se desmontan para llevar carga. Las chivas tiene un capacete,o un segundo piso como los buses de Londres, adonde se llega por una escalera situada en la parte posterior del vehículo.
Las chivas tienen más personalidad que los yipes; atrás llevan la impronta del dueño y plasman su temperamento, si el propietario es osado y aventurero tendrá un paisaje de la pampa con la leyenda “El llanero Solitario” o “El conquistador de La Merced”; puede reproducir la imagen de una bella mujer o una estampa de la patria chica con un letrero que diga “El berraco de Guacas” , “El emperador de Villamaría”, “Pa que sufran” o “La delicia de las muchachas”.
Las chivas se pintan de abigarrados colores y se decoran con colgandejos instalados arriba del parabrisas o con estatuillas en el capó. No se le miden a las trochas, son vehiculos intermunicipales o veredales, y en cuanto a sus choferes son semejante a los de los Willys: serviciales, muy de la casa, llevan y traen encargos, con la diferencia que le apuntan a las peregrinaciones a Buga, las excursiones escolares, y a las concentraciones políticas. En tiempos recientes los buses escalera han incursionado en los recorridos turísticos en las grandes ciudades, con rumba y trago a bordo.
Los Willys no tienen remplazo, aún no se ha inventado un trasporte motorizado que sea capaz de trepar por nuestras carreteras rurales, en cuanto a las chivas, el futuro es incierto, sus años de vida están contados: a medida que se mejoren las vías las chivas irán desapareciendo, quedarán como recuerdo en el recinto del Banco de la República en Pereira o como atracciones en los parques temáticos para quienes quieran revivir los tiempos de los bisabuelos.
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