LAS CASAS SOLARIEGAS
Alfredo Cardona Tobón*
Al colono le bastó un rancho de vara en tierra mientras abría la selva y sembraba maíz y frijol después, para proteger a su familia del sol y de la lluvia levantó una modesta edificación de bahareque con techo de paja a la que adosó corredores con chambrana de chonta y una cocina con fogón de leña, estantillos para curar la carne con el humo y travesaños para colgar las ollas de barro y la chocolatera de cobre.
Y las casas solariegas?
Las casas de alcurnia en medio de la pobreza general vinieron después de las primeras olas de la colonización; llegaron con los grandes propietarios, con monseñores y generales, con los Gutiérrez y Jaramillo, con los Arango y los Mejía… es decir con los paisas del curubito, dueños del poder, de prosapia alpargatuda y con algún alférez español en el árbol genealógico.
Si los hidalgos europeos tuvieron sus castillos, los epónimos ancestros criollos tuvieron su casa solariega, sin almenas pero con balcones y enormes ventanales, sin los austeros recintos de piedra pero con luz, flores, solar con limonar; aguamanil en vez de fuentes; patio empedrado y zaguán con enorme puerta y contrapuerta.
La casa solariega de los bisabuelos con dinero y abolengo fue la impronta de la familia; se heredaba de generación en generación y se trasmitía como los genes o la sangre… fue un santuario con historia y fantasmas propios. El tamaño y el mobiliario de esas casas dependían de los recursos económicos, del número de hijos y eran indicadores de la posición social de la familia.
BLASÓN DE UNA ESTIRPE
Los ancestros, por más poder y distinciones que ostentaran, eran campesinos de alpargatas o de pie en el suelo aferrados a la tierra; por eso las casas solariegas estaban en el poblado y también se construían en el campo; las primeras buscaban el marco de la plaza o las manzanas adyacentes, las rurales aparecieron inicialmente en las zonas ganaderas y cuando surgió el café adornaron las grandes fincas cafeteras.
Las casas solariegas eran parte de la arriería, del cacao, del comercio y de los cruces camineros; no rimaban con aldeas pobres sino con poblados distinguidos como Salamina, Aguadas, Manizales… y cuando apareció el café engalanaron las zonas urbanas y las veredas de Pereira, Calarcá, y Armenia .
LA CASA SOLARIEGA DE LA ZONA URBANA
La edificación es rectangular con un gran patio interior, habitaciones contiguas con puertas al exterior, amplios corredores internos, un zaguán con portón y contraportón, techo de teja de barro y un solar trasero con árboles frutales. La diferencia de las nuestras con las del oriente colombiano está en los materiales, pues las de Villa de Leiva, por ejemplo, son de tapia pisada y en las de la zona paisa es el bahareque con guadua.
Algunas casas solariegas tenían un portón auxiliar que comunicaba un callejón lateral por donde entraban las vacas de ordeño y las bestias hasta el patio trasero; el comedor era enorme, con mesa de cedro de doce o más puestos donde se atendía a los mayores, pues los chicos comían en la cocina, también con un área enorme para dar cabida a graneros y alacenas con el menaje de uso cotidiano.
Los comerciantes y funcionarios preferían las casas de dos pisos. En el primero se ubicaba el negocio o el despacho y en el segundo se alojaba la familia., atrás de la vivienda estaba el patio con árboles frutales y un corral para las gallinas.
LA CASA SOLARIEGA RURAL
Es de dos plantas, con corredores en ele en ambos pisos y ventanales que llevan luz y sol a las habitaciones contiguas. En la parte baja está la cocina, el lavadero, el cuarto de trebejos y el depósito para guardar los bultos de café o de maíz, y en el amplio corredor central se ubica el comedor de diario.
En la parte alta están los dormitorios con cuartos amplios para varias camas; en la finca no hay sala de recibo, la zona social está en el corredor del segundo piso donde se atienden visitas y se reúne la familia para departir y rezar el rosario.
En el poblado predominan los colores austeros, pero en el campo se aprecia la algarabía de colores amarillos y verde biche, rojo fiesta, azul español y azul eléctrico. Por doquier hay materas, tiestos de auroras y helechos de todo tipo.
En las casas construidas en la época del cemento prima el ladrillo con corredores de guadua y madera y últimamente se han remplazado las cubiertas de tejas de barro por otras de fibrocemento
DE AYER A HOY
El costo de la tierra y la pica de los constructores van diezmando las casas solariegas de las ciudades en tal forma que apenas se aprecian en algunas zonas de las capitales del Eje Cafetero y en Aguadas y Salamina. Esas casas enormes aferradas al pasado se van convirtiendo en bibliotecas o en centros culturales Las casas señoriales rurales han corrido con mejor suerte: se han librado de los urbanizadores; ya no son el centro de las antiguas fincas pero se están convirtiendo en hoteles y alojamientos campestres: son joyas de un pasado, engastadas en el verdor de los cafetales y las haciendas ganaderas, con campos deportivos, piscinas, jacuzzis, asaderos y muy cerca de centros poblados, de aguas termales y parques temáticos. Son oasis de paz, de aire limpio, envueltas por el canto de los pájaros y los grillos
Algunas, como la del Arenillo de Manizales o la Casa de Monseñor en Salamina, son símbolos históricos; otras como la de Llanoverde en Pereira reviven el olor de los trapiches y la estampida de las mulas bajo los ciruelos centenarios que enmarcan el paisaje.
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