Alfredo Cardona Tobón *
A las dos de la tarde del sábado 13 de junio de 1953 un avión sobrevoló tres veces la finca del General Gustavo Rojas Pinilla en Melgar; esa era la señal convenida para que viajara a Bogotá, pues su presencia allí era de urgencia inmediata.
En el aeropuerto de Flandes confirmaron el regreso de Laureano Gómez a la presidencia de la República y la destitución del General Rojas del cargo de comandante de las Fuerzas Armadas sin respetar su fuero militare ni haber seguido un proceso que justificara tal decisión.
La enconada ojeriza de Laureano contra Rojas Pinilla empezó cuando el militar, en su calidad de Director de Aeronáutica Civil, promovió la construcción del Aeropuerto Eldorado, proyecto al que se opuso Gómez solamente porque los liberales lo habían propuesto y estaba en la lista de sus prioridades. La enorme influencia de Rojas sobre las fuerzas armadas y las críticas del general al gobierno laureanista acabaron por alejarlo del jefe conservador. La detención arbitraria del industrial antioqueño Felipe Echavarría, implicado en una conspiración contra el gobierno y su tortura en instalaciones castrenses dieron pie a Laureano para zafarse de su molesto general a quien responsabilizó de los atropellos a Echavarría.
LA CAIDA DE LAUREANO.
Por quebrantos de salud Laureano Gómez dejó transitoriamente la jefatura del Estado en manos de Urdaneta Arbeláez.
Un Tribunal de Honor exoneró a Rojas de toda responsabilidad en el caso Echavarría y Laureano, que estaba acostumbrado a que se cumpliera su voluntad como fuera, asumió de nuevo la presidencia y de manera arbitraria llamó a la reserva a Rojas Pinilla, nombró como nuevo comandante de las Fuerzas Armadas al general Régulo Gaitán y designó Ministro de Guerra a Jorge Leiva.
Leiva marchó a los cuarteles para hacerse reconocer por la tropa. Pero en las instalaciones militares los altos oficiales apoyaron irrestrictamente a su Comandante Rojas Pinilla, hicieron prisionero al nuevo ministro y por intermedio de Luis Ignacio Andrade exigieron la renuncia a Laureano. Andrade jamás pudo comunicarse con el presidente, pues Gómez estaba escondido dejando al garete a la nación en tan cruciales momentos.
Ante la ausencia de Laureano el ejército propuso a Urdaneta su continuidad al frente de el poder ejecutivo, el designado se excusó al considerar que legalmente el mando estaba en poder de Laureano, quien aunque ausente no había renunciado. Ante tal estado de cosas las Fuerzas Armadas tomaron el control del Estado y Rojas Pinilla asumió la presidencia de Colombia.
¡OH JÚBILO INMORTAL!
La situación de Colombia no podía ser peor en el desgobierno de Laureano Gómez. El país se debatía entre el caos. A la violencia partidista, agudizada en el gobierno de Ospina Pérez, se sumaba la resistencia liberal con poderosos núcleos guerrilleros en los llanos orientales y en el occidente de Antioquia.
La prepotencia de Laureano dividió las filas conservadoras. Caudillos como Alzate Avendaño afilaron baterías contra la dirección de su partido, mientras algunos jefes liberales, azuzaban a sus partidarios para cobrar venganza y desquitarse con inermes comunidades conservadoras.
Colombia se debatía en la desesperanza.. Millones de refugiados campesinos de ambos partidos abandonaron los surcos y se hacinaron en los cinturones de miseria de las ciudades. Colombia, el país rural se convirtió en país urbano. A la riada de infelices labriegos liberales sin techo, sin comida, sin apoyo de nadie en tierra extraña se le sumaron poco a poco los desplazados conservadores de regiones infestadas por la guerrilla liberal o por simples bandidos.
La llegada de Rojas Pinilla al poder fue un destello de esperanza. Darío Echandía denominó la acción militar como ‘golpe de opinión’ y un vasto sector conservador se vio libre de la discriminación de Laureano, cuyos seguidores eran “oro puro” en el partido y eran escoria quienes disentían de su disciplina de perros
.
El 14 de junio ríos humanos inundaron las calles en apoyo a Rojas Pinilla. “No más sangre, no más depredaciones a nombre de ningún partido político, no más rencillas entre hijos de la misma Colombia inmortal. Paz, derecho, libertad, justicia para todos..” decía el general en su primera alocución presidencial.
Pese a contar con un ejército mal armado y escaso en número, una policía corrupta y la justicia postrada, Rojas pacificó el país en menos de un año. Lo logró “ Tumbando y capando” según la conseja popular. Juzgados ambulantes recorrían las aldeas y campos, en busca de “pájaros” y bandidos, que no alcanzaban a llegar a la cárcel, pues eran abatidos cuando trataban de huir de sus captores, lo que el pueblo llamó socarronamente la Ley Fuga.
Paralelamente a la pacificación, Rojas amnistió a los presos políticos y a los guerrilleros desmovilizados. Después de pactar la paz con las guerrillas, puso en cintura a los alebrestados caciques pueblerinos.
EL PUEBLO CON ROJAS.
“Que viva Rojas Pinilla, que viva Colombia entera
Que acabe el asesinato y también las aplanchadas
Le dice Rojas Pinilla a toda su Fuerza Armada”.
Versos con música de vallenatos, merengues y corridos vivaban al general por las veredas y los barrios populares. Rojas era un ídolo para el pueblo cansado de tanta violencia y tanta muerte.
Muchos labriegos retornaron a sus parcelas y casi todo el país empezó a vivir en paz, excepto algunos asesinos como Tirofijo, Tarzán y Sangrenegra cuyos atropellos continuaron en regiones aisladas e inaccesibles. A Rojas le faltó tiempo para someterlos, pero infortunadamente su luna de miel con el pueblo, la deterioraron los inescrupulosos que rodearon al presidente y se lucraron del poder para robar y asaltar al erario. Por otro lado los viudos del poder, excluidos del ponqué burocrático, se unieron, como en tiempos del general Melo, bajo la bandera de la llamada Democracia, para retomar la dirección de la República en nombre de los partidos y tumbar a Rojas, quien se engolosinó con las delicias del poder y desdibujó su misión patriótica al tolerar el asesinato de estudiantes y dejar impune la tenebrosa masacre en la Plaza de Toros de Bogotá, realizada por sus áulicos para vengar la rechifla a su hija María Eugenia Rojas..
bueno interesante
ResponderEliminargracias por todo...estoy feliz al fin lo encontre...
ResponderEliminarRefrescante historia
ResponderEliminarGracias!
ResponderEliminarQuienes lo apoyaron?
ResponderEliminarApoyaron a Rojas Pinilla los militares, el partido liberal y un sector del conservatismo. Se llegó a decir que fue un golpe de opinión y no un golpe de Estado. El país estaba harto de la violencia y del desgobierno de los jerarcas conservadores liderados por Ospina Perez y Laureano Gómez.
ResponderEliminarDurante el siglo XX Rojas Pinilla es uno de los pocos presidentes que merecieron gobernar a Colombia junto a Rafael Reyes, Carlos E. Restrepo, Pedro Nel Ospina, Alfonso López Pumarejo (sólo el de 1934 a 1938) y Carlos Lleras. Con su mano justiciera realizó admirable gestión, lo propio que bandidajes imperdonables imposibles de ocultar, aun con la propaganda falaz de un experto mamerto.
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