Alfredo Cardona Tobón
Con la demanda, la tecnología y el cambio de las costumbres aparecen nuevos oficios y desaparecen los antiguos, en la época romana, por ejemplo, la presencia del escanciador, o probador de vinos, era vital para preservar la vida de su señor amenazada por todo tipo de venenos; en tiempos precolombinos, las peanas o tapetes humanos eran parte de la comitiva de los caciques ansermas, que para no tocar el suelo los transportaban en palanquín, y descendían sobre los cuerpos de esos vasallos para dirigirse al trono o sentarse en las piernas de las mujeres de su serrallo
Como las necesidades varían con las épocas, ahora no se solicitan gladiadores sino boxeadores, se piden choferes en vez de aurigas y los guardaespaldas reemplazan a los escuderos; en los tiempos actuales las pitonisas no vaticinan el futuro siguiendo el vuelo de las aves, en su lugar están los expertos en programas de simulación y los magos de las estadísticas; el estado del tiempo no lo dan las cabañuelas ni el Almanaque Bristol , para ello contamos con los meteorólogos de profesión y los presentadores de televisión.
LOS OFICIOS QUE VAN DESAPARECIENDO
El arriero, puntal de nuestro desarrollo en siglos pasados, es un raro espécimen confinado a los parques temáticos y a las veredas sin carretera, ya no hay recuas de centenas de mulas sino poderosísimas tractomulas o los yipes que se aferran como culebras a las empinadas vías entre las montañas.
Otro trabajo en vías de extinción es el amansador de bestias, un personaje de leyenda en tiempos pasados: era 'tomatrago', enamorado, dicharachero y peleador; conocía los secretos para domar potrancas cerreras y rendir doncellas ariscas. El amansador llegaba al pueblo un día cualquiera sin antecedentes ni pasado, le daba lo mismo que lo llamaran Joaco, o Chepe o Lelo; era veterinario, rezaba a las bestias, las entrenaba y las domaba y siempre estaba encima de algo: de un caballo, una mula, apoltronado en la silla de vaqueta de la cantina o en la cama con una diva de la zona de tolerancia.
El herrero va camino a la desaparición, ese operador de fragua y yunque que a golpes de martillo fabricaba las herraduras, los recatones y las enormes chapas de los portalones señoriales se esfumó de los pueblos, queda tal vez uno por los lados de Guática, los demás emigraron a las ciudades para convertirse en anodinos ornamentadores de rejas y ventanas .
Aquellas costureras que iban de casa en casa remendando ropa y reformando los trajes de paño que pasaban de generación en generación, del hermano mayor al menor, dejaron la trashumancia y anclaron en locales fijos o en fábricas de confecciones; lo mismo ocurrió con los zapateros remendones y los afiladores de tijeras; los jotos de leña para el fogón se convirtieron en cilindros de gas y los barberos de pelo en pecho se volvieron estilistas.
LOS OFICIOS QUE SE FUERON
En otros tiempos, familia que se respetara ordeñaba por lo menos una vaca en la calle empedrada frente a su casa, para ello contrataba un encerrador, generalmente un “chino” sin familia conocida, que separaba los terneros de las vacas por las tarde y llevaba las vacas al empezar la mañana, el oficio desapareció al llegar la leche en bolsa y al llegar alcaldes calzonudos que acabaron con los establos en las calles. Un trabajo extinguido fue el de farolero; hasta entrado el siglo veinte en los grandes pueblos, como Manizales y Salamina, el farolero encendía las lámparas de querosene colgadas en sitios estratégicos apenas llegaba la noche y las apagaba con las primeras luces del día; según Marañas, otra damnificada por la electricidad fue la luna, que se quedó sin trabajo en mchos sitios y tuvo que llevar sus rayos de luz a las veredas lejanas; lo mismo sucedió con los fabricantes de velas de cebo y con los empresarios del aceite de higuerilla, atropellados por el inventor de las bombillas.
Antes del cemento y el ladrillo quemado, se construía con tapia. bahareque y argamasa. Los acabados eran con cal, las paredes se emboñigaban al igual que los cielorasos de cañabrava. Esas técnicas exigían especialistas, unos mezclaban, otros apisonaban y embutían y los terceros aplicaban los pañetes; quizás sobreviva algún albañil con esos conocimientos, si así fuera habría que sacarle cría y llegado el momento, proceder a embalsamarlo para mostrarlo a las futuras generaciones.
CON LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS
Las ondas hertzianas reemplazaron el telégrafo de hilos de cobre y las operadoras de audio desplazaron a los amables y chismosos telegrafistas, confidentes de enamorados, aliados de gamonales y hasta héroes que tecleaban parejo la clave Morse en medio de los combates de las guerras civiles.
Los modernos equipos de computación relegaron a las imprentas de galeras con moldes de plomo, donde los linotipistas eran magos para armar al revés los escritos; los conductores del Megabus tomaron el lugar de los maquinistas del desaparecido tranvía, los domicilios en moto reemplazaron a los muchachos de los mandados, ya no hay remalladoras de medias y desaparecieron los curas viejitos y jubilados que rezaban responsos en los camposantos.
Todo ha cambiado: en vez de las lavanderas que recogían la ropa, aparecieron los centros de lavado; actualmente no hay que llamar a parientes y conocidos para que acompañen al muerto pues la funeraria se encarga de las oraciones y si es el caso tiene plañideras para llorar al difunto; ahora los cargueros y silleteros son exclusivos de la Feria de las Flores en Medellín; ya no se solicitan mecanógrafas, los patrones del narcotráfico reemplazaron a los gamonales, agoniza la profesión de culebrero y no se ven los voceadores como el Pachobizco de mi pueblo, que con una bocina recorría las calles de Quinchia anunciando la película de estreno y la llegada de olorosos chorizos al restaurante de Rodrigo Lema.
Antes los trabajos eran integrales, atrás quedaron los médicos que sabían de todo para dar paso, por ejemplo, a los doctores del meñique derecho y de la oreja izquierda: Igual sucede con los ingenieros; la Facultad de Minas, para no mentar sino una, enseñaba de todo; a construir puentes y carreteras, manejar presupuestos, fundir o explotar una cantera, actualmente las Universidades son fábricas de cartones, con gente encasillada en una sola cosa, sin inteligencia para otra, con mucha letra y poco conocimiento .
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