A Edith Angélica Bustos Cremieux no le gustaba el futbol ni el tango y detestaba la jerga de los bajos fondos bonaerenses; amaba la música del interior argentino y rechazaba la prepotencia de sus paisanos del Rio de la Plata, que se creen de mejor familia que el resto de sus compatriotas.
Quitando el tango y el fútbol, Edith Angélica, al igual que numerosos argentinos, se identificó con los paisas. Salvo un suave acento sanjuanino que adornaba su voz, fue una dama enmarcada dentro la cultura antioqueña por sus gustos, su apego a esta tierra y por el conocimiento de las comunidades de esta región: Edith lo mismo cantaba un bambuco que un chamamé, gustaba de un vino o de una copita de Ron Viejo y hablaba de los caudillos unitarios de su tierra natal con la misma propiedad que se refería al general Uribe Uribe o al taita Moreno.
Con ella recorrí la geografía del Viejo Caldas. Nos internamos por trochas, visitamos comunidades indígenas, acompañamos a los campesinos cafeteros en las marchas y tomamos guarapo con los mineros. Fue mi coequipera, mi secretaria, mi mano derecha, mi mujer y mi báculo en las horas difíciles
En el corregimiento de Bolivia Edith se encontró con un campesino al que llamaban “El Ché”. El hablando argentino sin haber estado por los pagos sureños y ella hablando apaisado sin haber nacido en estas tierras. Fue un suceso inolvidable que conservamos quienes tuvimos la suerte de acompañarlos ese día.
En uno de los preparativos para un Encuentro de la Palabra en Riosucio nos invitaron a dictar una charla sobre el pasado de la Perla del Ingrumá. El acto terminó como a las ocho de la noche y los organizadores tuvieron a bien agasajarnos con un sancocho de gallina. Termínanos la comida y nos dirigimos al hotel, pero para sorpresa nuestra otros amigos habían dispuesto lo mismo y para no desairarlos Edith y yo nos empacamos otra opípara comida que por la indigestión nos mantuvo despiertos toda la noche mientras otros compañeros cantaban en las calles
l Salve Salve placer de la vida
Salve y salve sin par carnaval
De Riosucio la tierra querida.
Eres timbre de gloria inmortal ¡
Durante los preparativos para el Primer Encuentro de la Palabra los riosuceños quisieron reconocer nuestro aporte a los proyectos culturales del municipio, por ello al concluir una serie de conferencias se remataron los actos con una velada de música y poesía en “Leño Verde”, donde en medio de brindis y canciones llegó la medianoche.
La música calló, las puertas se cerraron y salimos de los bar escoltados por un grupo de amigos que nos acompañaron formando una calle de honor. Atrás dejamos la escuela de niños, cruzamos el parque de la Candelaria y llegamos a “La Casa de los Espantos” donde nos esperaban “Tatines” con su corte de matachines. Al llegar cesaron las charlas y empezó el reino de los grillos con sus cantos trasnochados. A lo lejos se oyó el ladrido de un perro y las notas agónicas de un tango mientras la luna se escondía detrás de una nube preñada de lluvia.
De repente, como en las novelas de terror, empezó a oírse un murmullo que fue creciendo a medida que la comitiva subía al segundo piso de La Casa de los Espantos. No había luz eléctrica. Unas velas iluminaban el recinto, las chapolas se estrellaban contra los pabilos y crepitaban al fundirse con las llamas, las sombras se movían dantescamente en las paredes y pendientes de un lazo varias calaveras de plástico se bamboleaban con el viento. De verdad parecía que se hubiera entrado a la guarida de los muertos.
Al fondo de la segunda planta estaba la fuente del “Agua endemoniada” y a su lado “Tatines” se preparaba a oficiar como sumo sacerdote en la ceremonia que nos exaltaría a la categoría de hijos adoptivos de la Perla del Ingrumá. Así como Juan el Bautista vertió sobre las cabezas judías la linfa sagrada del río Jordán, “Tatines” regó sobre la bella cabellera de Edith Angélica una totumada de guarapo y sobre mi humanidad una segunda totumada del recio licor de Quiebralomo.
Mientras “Tatines” bendecía al revés, el murmullo aumentó de tono. Se oyó quedamente “ya son riosuceños” y poco a poco las voces subieron hasta que se oyó un recio, rotundo y fuerte ¡ya son riosuceños¡ en el momento en que “Tatines” inclinó nuestra cabeza sobre el tazón de guarapo sin que importara el olorcito a chicha ni el guarapo que escurría por mi camisa y por la falda de Edith Angélica. Un abrazo fraternal y endiablado arropó a los presentes que unidos en hermandad acababan de ungir a una bella amazona y a su compañero como miembros de las huestes inmarcesibles de "Ojo de Agua” y Tumbabarreto.
La fiesta continuó hasta que los primeros rayos de sol gatearon por los tejados y achispados los trasnochados matachines y demás mortales abandonamos la “Casa de los Espantos”. Cantando el himno del Carnaval nos dirigimos a la Galería a calmar el guayabo con los caldos “peligrosos” de Eugenio Pescador y de doña Lila Guapacha; el aroma de la arepa de mote se entrepiernó con las “nalgas de ángel” y el oloroso chocolate con canela hizo dúo con el quesito de las Estancias. Así terminó una de las tantas noches mágicas que solo las entienden los riosuceños. En ninguna parte se unge con guarapo ni en parte alguna tutean al diablo en una casa de espantos, pero sí en Riosucio donde se vive en olor a carnaval.
De aquellos tiempos en “Leño Verde”, con Amparito Velásquez, con Cesar Valencia Trejos, Tatines, los Pinzón, don Carlos Gil, “Medio Mundo” y Tobías solo queda el recuerdo. Casi todos los de esa noche de murmullo y aleteos de murciélagos se han ido con su música a otra parte; por allá estarán entre las nebulosas haciendo política con Otto Morales, haciendo barra al equipo Dinastía o cantando una zamba con Edith Angélica Bustos, la riosuceña-argentina que hace poco decidió hacerles compañía.
LA NACIONALIZACIÓN DE EDITH ANGÉLICA
Para evitar los continuos problemas con el DAS por su condición de extranjera y la dificultad de trabajar en labores distintas a la señalada al entrar al país, Edith adelantó los trámites de nacionalización. Para ello necesitó varias recomendaciones de personas prestantes. Voy a adjuntar dos de ellas que muestran el aprecio y el reconocimiento de reconocidos ciudadanos en los ámbitos políticos y académicos del país:
Bogotá enero 19 de 1988
Señor Doctor Fortunato Gaviria Botero
Gobernador de Caldas
Manizales
Señor Gobernador:
En su despacho, cursa
un expediente de la señora Edith Angélica Bustos de Cardona Tobón, quien
solicita su nacionalización.
Me permito dar
testimonio acerca de ella, pues la conozco hace varios años.
Ella es de origen
argentino, nacida en San Juan, hace más de veinte años casó con el doctor
Alfredo Cardona Tobón, un hijo del Gran Caldas, conocida por su obra en
beneficio de los cafeteros; graduado en la Universidad Pontificia Bolivariana
de Medellín. Además, historiador de obra en permanente divulgación. A él en
parte considerable se le debe el incremento de muchos documentos relacionados
con la historia de Caldas, tan poco estudiados. Esa labor, señor gobernador, la
ha hecho con la permanente colaboración de doña Edith.
A su entusiasmo, a su
capacidad de trabajo, le debemos los caldenses el tener, hoy, multitud de
documentos desconocidos y que podrán utilizarse en el esclarecimiento de
nuestro pasado. Ella ordena notas, persigue y clasifica estos, se detiene en
notarías, sacristías, en relatos orales, para situar nuestro pretérito. Es una
colaboradora eficaz del doctor Cardona Tobón. De suerte que está doña Edith
vinculada a nuestra historia, con devociones y conocimientos. A ella debemos
agradecimientos los caldenses.
Además, es madre de
hijos e hijas que llevan nuestro patronímico. De suerte que su sangre se
prolonga ya en las calidades de representantes en la vida caldense.
Creo que sus
condiciones morales, personales, su comportamiento social y sus actividades
ayudan a nuestra sociedad.
Por todo ello, es un
privilegio que ella se incorpore a nuestra vida colombiana, pidiendo que su
nacionalidad se confunda con lo nuestro.
Del señor gobernador,
respetuosamente
Otto Morales Benítez.
A lo expresado por el doctor Otto se agrega este otro documento que avala y reconoce la labor de Edith Angélica en las distintas áreas donde incursionó y laboró en beneficio de los colombianos.
Manizales, julio 22 de
1994
DOCTOR AUGUSTO RAMÓN
CHAVEZ MARÍN
Director de
Extranjería- DAS
Santafé de Bogotá.
Hace diez años conozco
a la señora Edith Angélica Bustos Cremieux y soy testigo de su interés y cariño
por Colombia, país en el cual reside desde el año de 1965 en forma permanente.
Doña Edith ha liderado
campañas cívicas en municipios como Quinchía, Risaralda, donde fue fundadora de
la Sociedad de Mejoras y en Riosucio, donde impulsó El Encuentro de la Palabra,
evento de la cultura de la provincia caldense.
Como cafetera ha
luchado por el bienestar de los campesinos de Balboa, Risaralda, logrando allí
la construcción de acueductos y caminos en varias veredas.
Es secretaria del
Centro de investigaciones históricas del Centro-occidente de Colombia y en esa
condición ha organizado los Encuentros con la Historia en varios municipios y
corregimientos del departamento de Risaralda, así como en otros municipios del
occidente caldense. Es colaboradora de la revista “Registros de Historia”,
dicta conferencias sobre historia y literatura regionales y en Manizales ha
impulsado el programa de “La Feria del libro” en beneficio de los estudiantes
de bajos recursos económicos.
La señora Edith
Angélica Bustos está casada con un colombiano y sus hijos son colombianos. Ella
desea obtener la nacionalidad de este país y bien que lo merece, pues conoce
esta nación como pocos y la ama profundamente.
Atentamente
Ignacio Restrepo
Abondano
Rector Universidad
Autónoma de Manizales.
Edith no solamente fue una gestora cultural, también fue una líder cívica preocupada por el bienestar de las comunidades: fue socia fundadora del Club Rotario de Turbaco en Bolívar, fundadora de la Sociedad de Mejoras Públicas de Quinchía, organizadora de fiestas a favor de la Policía y de los ancianos en Quinchía y Balboa.
Faltan reglones para glosar la obra de Edith Angélica: Cuando acepté la designación de la Secretaría de la Academia pereirana de historia, fue ella quien organizó archivos y apoyó las gestiones para conseguir dinero y librar a la institución de la bancarrota. Edith Angélica fue una argentina trasplantada con raíces, corazón y genio a una tierra que la acogió con cariño y la hizo una de los suyos. Fue una sureña en molde paisa que entregó su corazón a la tierra de sus hijos.
Y COMO
EN TODA HISTORIA HAY UN FINAL
Con los primeros rayos del sol regresé al apartamento donde horas antes había muerto mi esposa. Abrí la puerta de entrada y fue como si llegara a un sitio desconocido y hostil. Encendí la luz y vi la silla del comedor volcada cuando ella se desvaneció y la arrastró en su caída.
Esa imagen dolorosa volvió a mi mente y caminé hacia la alcoba como un sonámbulo. Solamente entonces sentí que la vida pasada había muerto con ella, que esos 58 años al lado de mi mujer habían desaparecido y empezaba a hundirme en un abismo sin fondo. Al salir del apartamento sentí que al cerrar con llave desaparecía la Casa de los Abuelos, es decir la casa nuestra, la de Edith Angélica y yo, la morada amable que en Pereira. Manizales, o Bogotá, no importa donde estuviera, reunió los hijos y los nietos, albergó sus risas y los llantos infantiles, fue el punto de reuniones, albergue en las vacaciones y refugio de todos en las horas grises.
Los recuerdos abrumaban la Casa: el mantelito que bordó Edith Angélica para una primera comunión, los primeros dibujos de Laura Andrea y de Rodriguito, un tejido de Irma y otro de Nadya Lorena., portarretratos con fotos de los sucesos felices, los diplomas de los nietos y sus primeras cartas ... la matera con un novio rojo y un piecito de geranio que le robamos a un vecino... allí estaba el edredón que llenó las horas solitarias de Edith en Cartagena, los escarpines que la abuela guardó por décadas y las medias gruesas que tejió mi esposa cuando estuve enfermo..
Sobre un mueble viejo estaba un tarrito con grapas, unos clavos, unos tornillos guardados por si algún día se necesitaban, al igual que un librito de recetas con aguacate, recortes de prensa, un tarro de pintura seca, unas llaves viejas y unas lámparas sin caperuza. Y en un cuarto que dispusimos como biblioteca estaban los libros, centenares de libros, que algún día se leyeron y guardábamos para otra lectura que nunca se hizo....Ahora la Casa de los Abuelos quedaba sin amo, expósita, sola, llena de tristeza, donde el alma de las cosas flotaba con rumbo al cesto de las basuras.
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Lloré cuando deseché esa cobija de lana roída por los años que fue la primera compra que hice para surtir la Casa y lloré cuando boté la vajillita rota que mi querida mujer remendó y conservó como una reliquia.
Entre sábanas, allá en lo más recóndito de un armario encontré un paquete de cartas resguardado como un tesoro. Tenía sellos de la Argentina, México y Kenia y de varios sitios de Colombia. Eran los testigos de una historia de amor que la muerte suspendió de tajo. Allí estaban las cartas que nos unieron por más de 50 años, y que mi esposa repasaba con devoción, para cerciorarse que el cariño que dábamos sin condiciones ni límites, seguía refrendado en esas frases que no borraba el tiempo.
Me sentí incapaz de vivir en la Casa de los abuelos, por eso busqué cobijo en el apartamento de un hijo. Poco a poco fueron saliendo de esa Casa los afectos, los recuerdos, los objetos que alguna vez tuvieron importancia en nuestras vidas.: La máquina de coser que se pagó durante meses, la máquina de tejer que nunca se reparó y quedó como un mueble de adorno, la licuadora, la nevera, la olla arrocera, el mecedor para la natilla, el menaje de cocina, los edredones tejidos, los manteles con arabescos ...Todo fue saliendo regalado con la ingratitud que enmudece los sentimientos pues ya no había campo para el pasado porque infortunadamente me atropellaba un futuro incierto.
En esa Casa capitulaba mi vida. Al cerrar las puertas volaron las risas de los chiquitines, los sueños de las mujercitas en flor que alguna vez cruzaron raudas por los corredores. Se fue todo... se acabó mi mundo No se adónde fueron a parar los limpiones con golondrinas pintadas, los collares de cuentas, un gorrito tejido que me dieron en un cumpleaños, los recibos del primer televisor, unas fotografías amarillentas y el cuadro que nos regaló algún amigo y que nunca se había botado por respeto al difunto. Nada importaba ya...a un hospicio fue a parar la ropa de cama, los sacos y demás ´prendas que en vida de mi querida esposa tenían un lugar seguro. Todo voló rumbo al olvido con mi corazón, con mi alma incapaz de admirar los arreboles pues los colores de la vida se vieron ensombrecidos por el luto
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. Para Edith Angélica, para mi amada compañera, va un
hasta luego... allá en la eternidad continuaremos charlando y cambiando este mundo como lo hicimos de novios a la distancia, cuando cartas iban y venían de Medellín a Mendoza.
No estás entre nosotros Edithcita , pero en estas páginas que recogen tu
memoria, quienes te amamos seguiremos perpetuándote.
Tu fuiste mi poema Edith Angélica y aunque el mundo
seguirá girando y yo tomaré otros caminos, tu existencia marcó un halo
resplandeciente en mi vida que no lo apagará el tiempo
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