LOS MONOLOGOS DE FLORENTINO
Alfredo
Cardona Tobón
En la nueva obra de don José Jaramillo Mejía, un tinterillo llamado Florentino López
Grajales ejerce como abogado sin título en una oficina ubicada en un costado de
la plaza principal de Circasia. Ese
tinterillo es la figura central, sus monólogos enriquecen sus páginas matizadas
con el pasado y el presente de Circasia y
sazonadas con la gracia y el estilo
ameno del autor del libro
.
El
“doctor” Florentino fue un personaje de corbatín y chaleco que en las tardes friolentas se envolvía en
una ruana de Marulanda y sentaba cátedra en la tienda de doña Rosario.
Dicen quienes lo conocieron que sobre el escritorio de cedro negro tenía un
aviso que rezaba. “ No garantizo la
solución de su problema pero le hago la
lucha”, y no era para menos, porque el doctor Florentino , honrado por naturaleza y pobre por vocación, no
echaba zancadillas, ni le caminaba a los torcidos, ni le halaba a la corrupción, que por cierto
no pelechaba en esos despachos municipales donde el raquítico presupuesto no
daba ni para sostener las polillas.
Agrega
don José Jaramillo Mejia, que en
la pared que servía de pista a las lagartijas tenía instalados los retratos del
expresidente Olaya Herrera y de los
generales Uribe Uribe y Benjamín Herrera que con ellos bastaba para inspirarse, pues con ese trio liberal bastaba para llenar la devoción fervorosa de de los cachiporros de hacha,
pluma y machete.
Las divagaciones del tinterillo condensaban la filosofía y las doctrinas utópicas de su partido. En su monólogo Florentino deja espacio para que don José Jaramillo discurra y endulce la prosa con sus recuerdos y vaya poniendo fusas y semifusas a la libre expresión, a la libertad de conciencia, al respeto por las ideas ajenas y demás bellezas del glorioso partido bermejo
Como en el libro Florentino se extasía oyendo los trinos de los turpiales. entre frase y frase el personaje y el autor del libro trascriben el rumor del Quindío, que un Dios que no es godo ni cachiporro
estableció como sucursal del cielo. y habla de la paz, de los contornos
bucólicos, de los caballos y de la tierra libre de don Braulio Henao
.
Florentino,
Circasia y el liberalismo son tres actos
de una misma función. Al correr las páginas uno se imagina a Florentino con voz de tribuno descrestando
montañeros en la tienda de doña Rosario mientras paladeaba una cerveza. Uno
se lo imagina hablando de democracia, de
religión, de educación, de economía y de su tierra.. Para el ilustre tinterillo, que como secretario del juzgado era el
báculo y brújula de los inexpertos abogados que
ejercían en su año rural, el
liberalismo era el fiel de la balanza
democrática. Él soñaba con la democracia del pueblo y para el pueblo, pero no
en aquella de los Pizano y los Samper,
de los Uribe y los Ospina que borran de la lista a los Tapasco y a los Guarumo,
a los Bonilla y los Zapata..
En el largo discurrir de Florentino en la tienda de doña Rosario Don José recuerda la obra de personajes que señalaron un norte en nuestra patria. No son muchos : Recordó a Manuel Murillo Toro, a Alfonso López Pumarejo, a Carlos Lleras Restrepo, a Otto Morales Benítez, se le olvidó Hilario López y Melo y se refirió a la la trinca dle conservatismo el , estado y las sotanas que ensangrentó al siglo XIX .
Fiel
al enunciado de que “para salir de la pobreza hay que salir de la ignorancia” Florentino agregaba que al educar la mente se debe educar el corazón y que en la
construcción del conocimiento se debe desterrar el dogmatismo que ha sido doctrina en los regímenes que han monopolizado la educación
de la juventud.
Cuando
el idílico Circasia se envenenó con el odio partidista, peligró la vida de
Florentino quien lio bártulos, empacó los libros y abandonó el pueblo de sus
querencias para perderse entre la masa anónima de las ciudades donde buscaron cobijo los desplazados políticos del del Viejo Caldas.
A los
´”pajaros” y chulavitas los remplazaron “Chispas” y otros bandidos, luego llegaron los narcos
y los traquetos, seguidos por paramilitares, las FARC, EPL y demás bandas
criminales y en alguno de los intervalos de paz, regresó Florentino a sus antiguos
lares. El tinterillo encontró un pueblo
distinto con altas edificaciones, barullo y turistas. Don José no lo dice en el libro, pero uno sospecha que habían desaparecido los
contertulios que acompañaban a Florentino en la tienda de doña Rosario. Ya el viejo de
voz cascada no descrestaba parroquianos
con sus monólogo , había llegado la hora de la nostalgia y entre sorbo y sorbo de una cerveza helada
nuestro personaje empezó a repasar los recuerdos al
lado de los poquísimos amigos que aún no habían conseguido pasaje a la
eternidad. Pero esto no está en el libro de don José, habrá que esperar un alargue para adentrarnos en los recuerdos y saudades de don Florentino, que como afirma el autor , existió, divagó y ocupó un sitial de honor entre los dirigentes liberales de Circasia.
En cuanto al liberalismo, se nota que poco a poco el doctor Florentino le va restando importancia.. Sentía , como tantos copartidarios, que su amado partido se había convertido en una agencia de
colocas, una feria de privilegios, el acomodo de una casta de inútiles y un
atajo de sinvergüenzas capaces de
cambiar la mamá por un plato de frisoles.
Muy buen semblante.
ResponderEliminar