MARIO GARTNER TOBÓN


ESPIGAS  DORADAS PARA ROSA ELENA

Mario Gartner Tobón
 
 

En ese alejado diciembre, unos días después de mi bachillerato, viajé a Quinchía, mi tierra natal en busca de apoyo para iniciar la etapa universitaria. Los viejos del pueblo me recibieron  con singular alegría y se embarcaron en las más comprometedoras esperanzas sobre el porvenir del futuro galeno.  El abuelo Germán abandonó  la charla varias veces para “hacer una vuelta” y regresó otras tantas, con pasos festivos y una mirada optimista que se parecía a un golpe de estado sobre las dificultades económicas.

Al fin estalló la bomba de las alegres espinas doradas:  el  abuelito Germán había logrado vender el corte de dulce y blanda caña panelera para hacer el  primer  aporte a la iniciación  universitaria del nieto en apuros.

De regreso  a la casa, me dijo conmovido: “después  de la muerte de Clotilde, la abuela, apenas quisiera vivir  para ver logradas tus ambiciones.”

Un día volví a Quinchía con la garganta seca y las manos apretadas; sobre la cama del abuelo, amorosamente tendida, se advertía la imagen sangrante de Cristo; en la sala llorosa estaba el arreglo de velación. En el cementerio, muy cerca de la tumba de Clotilde, un hombre rudo estaba esperando la llegada del cuerpo del abuelo con ladrillos, agua, arena, cemento y un pequeño palustre.

Apenas se descubre el formidable encanto de los mayores cuando se pierde el hilo de la parábola, cuando su voz es un eco, cuando  ya se los ha dejado pasar, sin advertirlos. Se suele ser más enterrador que oficiante de la vida.  Una rara sed de vinos frescos embota el gusto para espléndidos añejamientos y no deja paz  a los bríos de  filigrana barata para dialogar con la rama y el tronco secular maravillosos.

 

UNA NOTA AL MÁRGEN- Alfredo Cardona Tobón-
                                                 Germán  Tobón

Esta página,”Espigas Doradas para Rosa Elena”,  es uno de los más hermosos escritos de Mario Gartner Tobón. Lo es porque nace del corazón, del afecto de un nieto que vio en su abuelo al más grande admirador y al más devoto de sus seguidores.

Para el abuelo Germán su nieto Mario encarnaba la realización de sus sueños: el muchacho se perfilaba como un líder  valiente, de palabra fácil, con los arrestos que tuvo el viejo cuando arrió las recuas  por los caminos que caían al Cauca y  con  la osadía que le sobró al enfrentarse en guerra abierta con el enemigo y contra la chusma cobarde en los tiempos de la violencia de Ospina Pérez..

Para la familia Tobón y principalmente para el abuelo Germán fue un honor el ingreso de Mario a la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Bogotá.

Para tias y tios, Judith, Sofía, Tulio, fue un logro personal y por ello apoyaron económicamente al futuro profesional, que una vez graduado no los defraudó un instante.  Mario fue el segundo galeno oriundo de Quinchía y el  primer descendiente de Germán que  obtuvo un título profesional.

Muy pocas familias del Occidente del Viejo Caldas podían costear en ese tiempo los estudios de sus hijos en Bogotá, en Medellín y en Popayán, que eran los centros universitarios de entonces. Mario Gartner Tobón fue la sensación en su pueblo por la gallardía, la cortesía y el don de gentes:  se convirtió en el príncipe azul, en el sueño de las doncellas quinchieñas que se ruborizaban cuando el lucido estudiante las cortejaba cuando llegaba a pasar vacaciones de fin de año.

La violencia política expulsó de Quinchía a todos los tobones. Por muchos años  las tumbas de los abuelos Germán y Clotilde sobrevivieron al olvido y las malezas, hasta que un cura barrió con las cruces viejas para remodelar el cementerio, entonces sus  cenizas se mezclaron con la tierra y su recuerdo se ha ido borrando junto con las generaciones viejas.

Mario Gartner Tobón fue diputado, concejal de Pereira, Santa Rosa y Quinchía,  jefe de una disidencia liberal que intentó remplazar el poder de Camilo Mejía Duque, fue defensor de la integridad caldense y luchó para que Santa Rosa de Cabal continuara en la órbita de  Manizales. Fue el impulsor del primer hospital de Guática y creó el primer centro de salud en el barrio Cuba de Pereira. El pueblo raso lo siguió y la gente humilde: saloneras, muchachas de la vida y los obreros siguieron las consignas de Mario, que luchó como  un Quijote contra las rancias estructuras del poder pereirano.

Como alto directivo de una entidad que dignifica la mujer y le permite regular el número de sus hijos, chocó con las autoridades católicas opuestas a esa filosofía. Mario Gartner Tobón luchó por los viejos abandonados y por los niños de la calle. En verdad le dolió el pueblo llano  y salió en su defensa. Al fin también lo crucificaron.

 

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