Hasta
muy avanzado el siglo pasado el tren
paraba en las estaciones de Morelia, La Siria y San Joaquín donde los campesinos subían a los vagones con
bultos de café, racimos de plátano, gallinas en capachos y marranos gordos que chillaban despavoridos
entre los huacales de guadua.
La
línea ferroviaria fue un rosario de paradas
y el cordón umbilical que conectó a Morelia con el resto del mundo
cuando en 1925, bajo la presidencia de
Pedro Nel Ospina, se sancionó la ley que ordenaba la construcción de un ramal entre Armenia y Zarzal y otro que
llevaba desde esta ciudad a Pereira, uniendo el ferrocarril de Caldas con el
ferrocarril del Pacifico. Entonces, el departamento de Caldas se convirtió en
un cruce de carrileras, se podía viajar
en tren a Buenaventura, a Medellín y de
allí continuar hasta
Puerto Berrío sobre el río Magdalena; esa era una de nuestras
fortalezas, pues se podía exportar el
café por el océano Atlántico y por el océano Pacífico con mínimos trasbordos;
pero unos políticos pereiranos dijeron que las locomotoras
estaban frenando el progreso de la ciudad y un grupo de ciudadanos alentados
por el ministro Virgilio Barco, partidario de suprimir los ferrocarriles,
levantaron un riel y cortaron de tajo el transporte ferroviario que tanto
desvelo costó a los habitantes del Viejo Caldas
El seis de mayo de 1959 la Junta Directiva de los Ferrocarriles
Nacionales suspendió en forma
intempestiva el tráfico y dispuso el levantamiento de los rieles
del ferrocarril que comunicaba a
Manizales con el resto del país. En febrero de 1969 le tocó el turno al ramal
entre Nacederos y Armenia. En forma unilateral, sin contar con la opinión de
los afectados, se aprobó el levantamiento de los rieles de ese tramo dejando
aislado un vasto sector campesino. Al
desmantelamiento de esta línea
ferroviaria se opuso la Asamblea de Caldas, la Sociedad Caldense de Ingenieros, la Corporación Financiera de Caldas, la ANDI
y el Club Rotario de Manizales.
En
mayo 8 de 1969 una delegación de
entidades cívicas de Manizales, Pereira y Armenia encabezada por Hernán
Jaramillo Ocampo, Oscar Vélez Marulanda y Samuel Uribe Restrepo hizo entrega al presidente Lleras Restrepo de
una carta firmada por las entidades
cívicas y económicas de Caldas, Quindío y Risaralda, donde solicitaban, después
de 10 años de haber sido interrumpido el
servicio, que se reconectara el ferrocarril. El 29 de agosto de 1969 el gerente
general de los Ferrocarriles Nacionales, Javier Ramírez Soto, reunió en su despacho a los parlamentarios de Caldas para
informarles que la empresa francesa
“SOFRERRAIL” consideraba como la alternativa más aceptable de reconexión una
variante entre Belmonte y Gutiérrez, de
10 kilómetros de longitud, con un movimiento de tierras de 760.000 metros cúbicos, 7200 metros
cúbicos de concreto y un costo
aproximado de $2.500.000 por kilómetro.
En
cuanto al tramo entre Pereira y Armenia el gerente general de los ferrocarriles
dijo que aunque antieconómica era necesaria para la comunidad de la zona y
por ello era conveniente restablecer el servicio.
El
21 de febrero de 1970 el presidente Lleras Restrepo anunció la
tan mentada reconexión del
ferrocarril entre Manizales y Pereira, lo
que fue una mentira, pues jamás se realizó el proyecto.
En
julio de 1972 era total el abandono del tramo entre Armenia y Pereira; los
trenes solamente llegaban a la estación de San Joaquín y los autoferros no tenían horario de salida.
Al fin se canceló totalmente el servicio
y la región quedó prácticamente aislada
con unos trechos transitados tan solo por mulas y por camperos hasta que
el 4 de octubre de 1970 el Ministerio de
Obras Públicas adjudicó al ingeniero manizaleño Rodrigo Londoño Arcila, la
construcción de la carretera Armenia- Montenegro-Quimbaya- Alcalá- Cartago que
empalmó con la vía que salía de Pereira.
La
desaparición de las líneas ferroviarias fue el triunfo de las trasnacionales
del petróleo y del transporte automotor
sobre los trenes, y un retroceso en la malla vial de Colombia con
perjuicio de la zona rural que mayoritariamente hacia uso de las ferrovías. Hoy se nota su falta, pues el país
se paraliza cada vez que hay un paro camionero.
En
cuanto a la supuesta acción heróica de unos pocos ciudadanos pereiranos que levantaron
un riel y suspendieron el tránsito ferroviario, hoy se ve esa acción como una
metida de pata, como un despilfarro de parte de los dineros pagados por los
gringos por el atraco del canal de Panamá y una miopía de parroquia pues si
estorbaban los rieles, hubieran pensado en pasos elevados o en una variante que
los alejara del centro de Pereira.
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