Alfredo Cardona Tobón *
Si es difícil organizar el
tráfico de los automotores que no se desbandan ni relinchan, ni se meten en los
zaguanes, uno se imagina cómo sería de complicado el tránsito en Manizales en un día de mercado al
finalizar el siglo XIX en medio de
bueyes. vacas de ordeño, cerdos ‘enverracados’, arrieros borboteando
palabrotas, mulas ariscas que no respetaban portones y terneros rezagados
triscando los racimos de plátanos que se arrumaban al lado de las aceras.
Semejante despelote obligó al
alcalde Rafael M. Botero a sancionar el acuerdo presentado por Juan de Dios
Jaramillo al Concejo en aras del orden y
la tranquilidad de los vecinos.
DISPOSICIONES OFICIALES
Como Manizales era un centro vial
muy importante adonde llegaba el cacao del Valle, el tabaco del Tolima y el
maíz del sur de Antioquia, era una buena alternativa económica alquilar piezas
exteriores de las amplias casonas como bodega de esos productos y para depósito
de sillas y aperos de recambio. Lo malo para el distrito era que boyadas y
recuas llegaban y se iban dejando tras de sí un muladar al frente de la pieza.
Así pues, las autoridades ordenaron que todo dueño o encargado de esas piezas
donde se enjalmaba y se desenjalmaba, se cargaba y descargaba tenía que dejar limpia la calle en toda su
latitud y en una longitud de 25 metros.
Para evitar los perjuicios de las
estampidas, tan comunes en un pueblo donde era deporte amarrar latas a las
colas de los perros y era costumbre hacer estallar papeletas en cuanta fiesta
se atravesaba, el burgomaestre dispuso
que toda partida con más de diez animales tenía la obligación ineludible
de contar con una persona responsable que vigilara y evitara que los animales
dañaran a las personas o a las edificaciones.
LÍMITES DE VELOCIDAD
El Acuerdo No. 69 del 12 de
agosto de 1891 disponía el tránsito de las partidas por el centro de las calles
de modo que estuvieran libres las aceras y los extremos laterales de las vías e
indicaba a los caporales y a quienes arrearan ganado, cerdos y ovejas que
solamente podían demorarse en las calles el tiempo necesario para cruzar sin
afán, cuidando de no acosar a los animales para evitar accidentes.
PROHIBICIONES
El acuerdo prohibía ordeñar las
vacas en las calles y sancionaba a los dueños que no las descornaban. Como toda familia que se
respetara contaba con una vaca de leche que pastaba en los potreros cercanos al
casco urbano y toda mañana la llevaba a la casa para tener leche espumosa, las
calles se congestionaban en las horas del ordeño. Por eso el Sr. Botero
advirtió a los propietarios de los semovientes que esos cuadrúpedos venían a lo
que venían y no tenían por qué demorarse en la zona poblada.
En días festivos y a la entrada o salida de misa se vedaba el
tránsito de animales de cualquier especie, salvo los parroquianos, por las
calles contiguas a la iglesia. Se
prohibía juntar más de cinco bestias o bueyes para descargarlos o cargarlos,
excepto aquellos que conducían leña o materiales de construcción.
El Acuerdo no permitía alimentar
animales en la vía pública, ni siquiera en los extramuros y tampoco dejaba que se amarraran sobre las aceras.
NORMAS DE SEGURIDAD
Para no causar molestias y
perjuicios a los transeúntes, la norma oficial estableció que los niños y
sirvientes que transitaren con bestias, las debían llevar de cabestro o con
mesura, sin galopes ni chalaneos, pudiendo los agentes de policía desmontarlos
si lo creyeren necesario, o hacerlos
coger y llevarlos al coso si los condujeren
sueltos.
Las multas iban de diez a veinte
pesos según la falta, las circunstancias y la gravedad del caso. Eran multas
altas como las que se cobran ahora por las infracciones de tránsito. Y el
asunto era serio, porque si algo temía la ciudadanía en ese tiempo era a la
policía.
Cambiando las recuas por flotas y
los arrieros por choferes el tráfico en 1891 era tan complicado y contaminante como el de hoy, por
el cagajón, la boñiga y los sonoros
efluvios de las recuas y boyadas. Quizás
se corría un mayor riesgo, pues era más peligroso un sangrero regado con
una peinilla que ahora un ayudante de bus escalera con una llave de pernos.
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