RECUERDOS DEL DIEZ DE MAYO DE 1957
Alfredo Cardona Tobón*
A la media noche del nueve de
mayo de 1957 un frío taladrante bajaba
de los cerros de La Calera arropando las calles de Bogotá controladas por piquetes
militares, mientras los capitalinos, al lado del teléfono, estaban atentos a los rumores que hacían adivinar graves acontecimientos.
Al filo de la media noche los soldados
bachilleres del Batallón Miguel Antonio Caro- MAC- vigilábamos a centenares de ciudadanos retenidos
en la plaza de Santa María durante los disturbios callejeros de los últimos
días. Los altos mandos militares habían
establecido la “Operación de Entrenamiento” que no fue otra cosa que el
despliegue de las fuerzas militares por todos los puntos estratégicos de
la capital para amedrentar a la población civil. Recuerdo la neblina y la vigilia al frente al Hotel Tequendama, donde estaba sin comer ni
beber desde tempranas horas
cargando una ametralladora punto treinta más pesada que un remordimiento y con la espalda
agobiada y adolorida por el peso de las cananas repletas de municiones.
SE CALIENTA EL PAÍS
Gran parte de los colombianos
querían tumbar el régimen dictatorial y nepótico de Rojas Pinilla; en los
primeros días de mayo de 1957 los estudiantes universitarios declararon la
huelga en las principales ciudades, el
cinco de mayo dejaron de circular los
principales diarios capitalinos en tanto que el padre Severo Velásquez condenaba el régimen militar en medio de las bombas de gas que los esbirros rojistas hicieron estallar cerca de la
iglesia de la Porciúncula para silenciar al sacerdote.; el siete de mayo se paró la producción en las textileras y otras poderosas empresas de Medellín y
Bogotá en tanto la ciudadanía de Calia se enfrentaba a los aviesos detectives
del Servicio de Inteligencia -SIC.
El ocho de mayo, una Asamblea Constitucional de bolsillo prolongó el mandato de Rojas por otros cuatro años con el apoyo de un vasto
sector conservador y la anuencia del Obispo Builes. Para silenciar la oposición los militares retuvieron a Guillermo León Valencia , Jefe del conservatismo, y en respuesta en las ciudades de Cali y Bogotá marcharon numerosas mujeres vestidas de luto en valiente desafío el régimen condenado por el cardenal Crisanto Luque por “asesinato, profanación
sacrílega de la iglesia y por faltar a la promesa de no reelección”.
LA ALBORADA DEL DIEZ DE MAYO
Desde tempranas horas del nueve
de mayo la sociedad civil representada por notables ciudadanos, se reunió con
el general Rafael Navas Pardo, delegado por Rojas para analizar la situación
y presentar las fórmulas para levantar las huelgas y los paros que estaban paralizando la nación. A las
dos de la madrugada la situación era tan tensa que el general Navas Pardo dijo escuetamente al presidente: “Mi
general, usted debe salir del país, las cosas no pueden seguir así”. Algunos militares consideraron
como una traición la actitud del general Navas Pardo, pero no Rojas Pinilla, que en gesto gallardo reconocido por la historia, evitó un baño de sangre al
declinar el poder que hubiera podido retener pues contaba con el respaldo de las fuerzas militares y de un vasto
sector popular.
A las dos y media de la madrugada
un ruido sordo rompió el silencio del centro bogotano; innumerables vehículos
haciendo sonar tres pitazos cortos acompañaron una multitud que inundó la carrera séptima y calles
aledañas y se dirigió al Circo de Toros. De inmediato desaparecieron mi dolor de
espalda, la sed y el hambre que me atormentaban y una descarga de adrenalina
despertó mis sentidos ante el asalto
inminente de la muchedumbre enloquecida. Pero no… no hubo pedreas ni
insultos, quizás porque éramos soldados bachilleres…. Las muchachas nos sonreían
y nos lanzaban besos… alguien me dio una gaseosa… era un carnaval, fue un vendaval de alegría
de un pueblo reprimido que estaba
recuperando su libertad y sus derechos.
Aún recuerdo esa madrugada del diez de mayo donde
no se vieron ruanas ni overoles, fueron los estudiantes y la clase media quienes empujados
y apoyados por los banqueros, los industriales y la alta
jerarquía católica tumbaron a Rojas
Pinilla.
DE NUEVO EN LOS CUARTELES
A las nueve y treinta de la
mañana Rojas se dirigió por radio a todos los colombianos para anunciar su
retiro y la conformación de una Junta Militar, que tomó las riendas del estado, compuesta por los generales
Gabriel Paris, Deogracias Fonseca, Luis E. Ordoñez, el contraalmirante Rubén
Piedrahita y el Brigadier General Rafael
Navas.
.La transición del mando se hizo sin contratiempo en Bogotá, pero no sucedió lo mismo en otras ciudades: En Manizales los estudiantes se volcaron sobre las instalaciones del SIC para liberar catorce compañeros presos y los recibieron a plomo; allí perdieron la vida Guillermo Bedoya estudiante de derecho y Roberto Chica, estudiante de Odontología de la Nacional. Ante los dolorosos hechos renunció el alcalde de Manizales y el tenebroso coronel Daniel Cuervo Araoz abandonó la gobernación, abordó un avión en el aeropuerto de Matecaña y huyó ante el rechazo general de la ciudadanía. Mientras en Manizales continuaban los disturbios, en Pereira el coronel Gil Martínez, comandante del Batallón San Mateo, solicitaba orden y cordura desde los balcones del Palacio Municipal y garantizaba el respeto a la vida y a los bienes de la comunidad. Al caer la tarde, Monseñor Alvarez Restrepo ofició un Te Deuem en la catedral para agradecer a Dios la caída del dictador.
A las tres y media de la tarde la Junta de Gobierno nombró un gabinete ministerial compuesto por militares, por conservadores y liberales no gaitanistas. A las siete de la noche el general Rojas Pinilla tomó un avión que lo llevó a España junto con su familia. “Él volverá”- dijo María Eugenia- hija d Rojas Pinilla- a los amigos que los despedían en el aeropuerto de Techo.
.La transición del mando se hizo sin contratiempo en Bogotá, pero no sucedió lo mismo en otras ciudades: En Manizales los estudiantes se volcaron sobre las instalaciones del SIC para liberar catorce compañeros presos y los recibieron a plomo; allí perdieron la vida Guillermo Bedoya estudiante de derecho y Roberto Chica, estudiante de Odontología de la Nacional. Ante los dolorosos hechos renunció el alcalde de Manizales y el tenebroso coronel Daniel Cuervo Araoz abandonó la gobernación, abordó un avión en el aeropuerto de Matecaña y huyó ante el rechazo general de la ciudadanía. Mientras en Manizales continuaban los disturbios, en Pereira el coronel Gil Martínez, comandante del Batallón San Mateo, solicitaba orden y cordura desde los balcones del Palacio Municipal y garantizaba el respeto a la vida y a los bienes de la comunidad. Al caer la tarde, Monseñor Alvarez Restrepo ofició un Te Deuem en la catedral para agradecer a Dios la caída del dictador.
A las tres y media de la tarde la Junta de Gobierno nombró un gabinete ministerial compuesto por militares, por conservadores y liberales no gaitanistas. A las siete de la noche el general Rojas Pinilla tomó un avión que lo llevó a España junto con su familia. “Él volverá”- dijo María Eugenia- hija d Rojas Pinilla- a los amigos que los despedían en el aeropuerto de Techo.
Después de ese larguísimo diez de
mayo, los soldados del batallón MAC
regresamos al Cantón Norte, molidos y agotados; en el el Patio de Armas nos recibió el oficial de servicio, capitán
Pinzón Caicedo, “ Aquí no ha pasado nada, el Jefe Supremo
se retiró como un patriota- dijo al Batallón- una Junta está al frente del país y por tanto el poder continúa en manos de las fuerzas
armadas”.
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