BALSEROS CUBANOS Y COYOTES COLOMBIANOS


José Alvear Sanín
 
 

Los balseros que escapan del Medio Oriente hacia las costas europeas, buscando asilo en un continente donde muchos no los quieren, ocupan prominente lugar en la diaria dieta de horrores; pero para otros no hay cobertura mediática, gobiernos amigos ni exhortaciones pastorales.

En Colombia tenemos balseros invisibles… Desde hace meses me inquieta el tratamiento que reciben en nuestro país los que tratan de escapar heroicamente de Cuba. De vez en cuando nos enteramos de la captura de algún desventurado que nuestro gobierno devuelve a la isla-prisión, donde lo esperan la tortura y los trabajos forzados.

Más tarde, un magnífico médico que ejerce apostólicamente su profesión en favor de los más pobres en Urabá, ha llamado mi atención sobre el infame tráfico de los coyotes colombianos, que abusan de los cubanos exigiéndoles sumas muy elevadas por llevarlos en balsas rumbo al norte.

Los que no alcanzan a entregar todo lo que se les exige son denunciados a la policía, donde muchas veces los esperan otros abusos.

No se trata de unos pocos casos aislados y reprobables, porque no son escasos los cubanos que tratan de escapar del Gulag antillano a través de Colombia.

Uno se pregunta cómo pueden aparecer en el Chocó y Urabá numerosos cubanos, dada la miseria imperante en la isla del hambre, la represión, la permanente vigilancia de los comités de defensa de la revolución, la delación premiada y el miedo cotidiano. 

La respuesta es que desde hace algún tiempo se permite salir de ese “paraíso” a los que se dirigen a Venezuela o Ecuador. Algunos con parientes en USA o España reciben dinero para volar a Caracas o Quito. Atraviesan luego como indocumentados por Colombia. Desde que llegan a nuestras fronteras se ponen en manos de los coyotes que los han de embarcar. Los más afortunados llegan a México o Florida, en una navegación varias veces más larga que la de Siria a Grecia. Muchos, como los del Medio Oriente o África, se ahogan. Algunos, cuando son entregados por las autoridades colombianos a la Embajada cubana, prefieren suicidarse antes que regresar a la isla.

¿Cuál es la magnitud del problema que los medios embadurnados en mermelada no revelan? ¿Qué espera a quienes nuestro gobierno entrega a los esbirros de la más despiadada dictadura? ¿Por qué la democracia colombiana no ofrece asilo a unos hermanos tan dignos de conmiseración como los que llegan, extenuados, a Europa?

Afortunadamente, la Deutsche Welle (DW), el pasado 2 de noviembre llamó la atención sobre esta tragedia. Según esa insuperable fuente, en los últimos seis meses el servicio de fronteras de USA registró la entrada desde México, de 13.000 cubanos. En el 2014 lo lograron 17.459.

Por tal razón Raúl Castro (según me acabo de enterar mientras esto escribo), en visita oficial a México, busca taponar también esa vía de escape.

Y Colombia, según la misma DW, “movió” en los primeros ocho meses de este año 3.194 cubanos. Discreto neologismo este de “mover” para describir ese infame atropello de nuestro gobierno en materia de derechos humanos, “conexo”, quizá, al proceso de paz con las bandas narco-castristas.

Se ha vuelto tan peligroso huir por mar de Cuba a Florida que las gentes prefieren intentar la ruta de los coyotes colombianos y centroamericanos, pero tendrán que afanarse, porque Mr. Obama, el “nuevo mejor amigo” de Raúl Castro, para congraciarse con la dictadura fidelista, piensa proponer la derogatoria de la ley de “ajuste cubano” de 1966, que autoriza el asilo de los que llegan a territorio de Estados Unidos.

Ese temor, según parece, ha disparado el número de personas capaces de jugarse la vida en busca de la libertad.

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