BRAULIO HENAO Y EL BATALLÓN SALAMINA


Alfredo Cardona Tobón.*

 


A mediados de 1857 la región estaba en plena guerra; el general Melo había tomado  el poder y  los liberales y conservadores unidos en un bloque que llamaron Constitucionalista, se levantaron en armas contra la dictadura, cuyos simpatizantes desorganizados y sin suficientes recursos les hicieron frente en la Sabana de Bogotá y en  unos pocos lugares de la república.


El sur de Antioquia estuvo a favor de los constitucionalistas, sin embargo en Salamina el melista Laureano Urrego en acción relámpago se apoderó de la plaza y del armamento y marchó hacia el Cantón de Supía donde los melistas tenían el control de la situación.

 Laureano Urrego y su gente  fueron sorprendidos en Roldanillo por las fuerzas constitucionalistas  en tanto que los jefes melistas de Supía Bonifacio Zabala y Pastor Céspedes  eran procesados por rebelión al caer la plaza en poder de sus enemigos.

 Los constitucionalistas tomaron nuevamente el control de Salamina y Venancio Restrepo, Jefe Político del Cantón Sur de Antioquia, llamó a las armas a los ciudadanos adversos al dictador y conformó un batallón que completó con  vagos, malandrines e izquierdistas, quienes,  seguramente, no se cubrirían de gloria, pero servirían para completar el cupo asignado o  serían  carne de cañón  si fuere necesario..


AL ROJO VIVO.

 Mientras en el sur de Antioquia mandaban los constitucionalistas,  los melistas controlaban a Rionegro en Antioquia, el centro del Valle y parte del Cantón de Cartago. En Pácora hubo pronunciamientos melistas al igual que en  Santa Rosa de Cabal y en algunas localidades boyacenses y en la zona del Socorro.

 
Con dinero de los empresarios antioqueños y las armas suministradas por Estados unidos los opositores del dictador se movilizaron desde el norte y el sur del país con rumbo a Bogotá. Se invocaba la defensa de la democracia, pero en el fondo existían otras razones: el interés de los comerciantes por la apertura económica que facilitaba sus negocios y el sueño de Mosquera de controlar la nación a su antojo.

 EL BATALLÓN SALAMINA.

 
El 30 de julio de 1854, las pisadas de 500 combatientes estremecieron el camino que llevaba a la naciente aldea de Manizales.

Volaron los pájaros barranqueros y las ardillas se sumergieron entre el follaje  aterrados por el ruido de alpargatas y de cascos de caballos que se encajonaba en las montañas. El batallón cruzó el río Guacaica bajo la mirada atenta de los centinelas que impedían la fuga de los posibles desertores y de  los ranchos pajizos clavados en las lomas empezaron a salir muchachos y  ancianos y las mujeres cuya maternidad o los achaques las ponían a cubierto de las miradas lascivas de la tropa.

Según los informes militares no  fueron muchos los manizaleños que se unieron  a Braulio Henao; el honor de la batalla lo cedieron a los salamineños que por voluntad o por la fuerza iban a luchar por unos principios que no conocían y poco les habían servido para librarse de su endémica pobreza..

 

La guerra de 1840  había dejado  amargos recuerdos a los colonos;  ahora se repetía la dosis: les robarían el ganado y les arrebatarían  la comida y las frazadas, las escopetas de cacería, los lazos y los brazos y la vida de los hijos.

 

Días antes de la marcha hacia los  llanos del Tolima,  el comandante Henao ordenó a los alcaldes de Neira y Manizales la conformación de una comisión de notables cuya misión sería abastecer al batallón ; debían conseguir 23 toldos para 16 hombres cada uno, 4500 libras de panela, 6 arrobas de sal, 6 arrobas de chocolate y 4500 libras de bizcocho, además 60 bueyes con 20 peones, leña para cocinar, madera para armar las toldas y las reses necesarias para alimentar a los militares durante seis días.

 Fue una carga enorme para la comunidad, un atropello infame contra un campesinado escaso en número y sobrado en necesidades.

 
El batallón Salamina pasó por Manizales como la langosta. Por la cuesta de la Elvira siguió camino a Lérida, cuyos vecinos tendrían la desgraciada obligación de sostenerlo hasta que se uniera a la columna de Mosquera que marchaba desde el Cauca.

 
En agosto de 1854, dos meses después del desplazamiento de la tropa constitucionalista de Braulio Henao, un grupo de melistas encabezados por Francisco de Paula Albarracín trató de tomar el control de Manizales. Marcelino Palacio y  algunos gendarmes le hicieron frente, los pusieron en fuga y lograron capturarlos en el paso de “ Totumal” a orillas del río Cauca.

 

BRAULIO HENAO.

 
La vida de Braulio Henao fue un rosario de combates: Peleó contra Salvador Córdova en 1840, luchó en la guerra de 1850 y en 1854 lo encontramos comandando las fuerzas constitucionalistas de  Salamina, soñando con el honor y la fama en los campos de batalla.

 
Al avanzar hacia el altiplano Henao se mezcló con los antiguos enemigos caucano y el El blancaje paisa contrastó con el negro retinto de los patianos que acompañaban al general Mosquera. Las ruanas de lana, doblados sobre los morriones en las llanuras del Tolima volvían a desenrollarse  para abrigar a los maiceros mientras los ponchos harapientos de los tolimenses apenas les servían para encubrir la tiritadera que se acentuaba al acercarse a Bogotá.

 
Los constitucionalistas llegaron a la Sabana y al llegar a Bosa, el Alto Mando militar de la coalición de liberales y conservadores, ordenó a Braulio Henao y a su batallón Salamina situarse en el extremo de un callejón de pircas y atraer a los melistas para cercarlos por los flancos; pero el soberbio comandante paisa, en vez de retroceder para llevar al enemigo hasta la trampa, decidió hacerle frente, pues según dijo, el batallón Salamina nunca retrocedía.


Lo que pudo haber sido una victoria se convirtió en una carnicería de salamineños y en la prolongación de una guerra que pudo haberse terminado en Bosa.

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