NAVIDADES AMARGAS


Alfredo Cardona Tobòn


No todas las navidades han sido tranquilas , ni símbolo de paz y de amor. La historia colombiana mostrò muchas con tristes escenas de guerra y desolación.
 
 
                                                                    General Sucre

En estas épocas navideñas con mensajes de paz y de esperanza no han faltado lobos feroces que las han cambiado por dolor y  tragedia.

Los pastusos, por ejemplo, vivieron una navidad muy amarga en las postrimerías de la guerra de la Independencia: “ Nada es comparable en la historia de América- escribió Ignacio Rodríguez G-  con el vandalismo, la ruina y el escarnio a que fue sometida la ciudad de Pasto el 24 de diciembre de 1822, como represalia de Sucre por su  derrota  en Taindala a manos del paisanaje pastuso, armado de piedras, palos y escopetas de caza.”

Fue un ataque vil según  narra el general Obando, donde se entregó la ciudad a  tres días de saqueo, “ de asesinatos y de cuanta iniquidad es capaz la licencia armada;  las puertas de los domicilios se abrìan  con la explosión de los fusiles para matar al propietario, al padre, a la esposa, al hermano y hacerse dueño del brutal soldado de las propiedades, de las  hijas, de las esposas; hubo madre que en su despecho saliose a la calle llevando de la mano a su hija para entregarla a un soldado blanco antes que otro negro dispusiese de su inocencia..”

Los patriotas no respetaron  templos ni vencidos. Fue un baldón que manchó para siempre la causa de la Independencia colombiana. 

El 26 de diciembre, más de 400 cadáveres de hombres y mujeres pastusos, eran el tributo de un pueblo noble que luchaba por sus ideas, sin arredrarse por las amenazas de exterminio de un enemigo que jamàs pudo hacerlos arrodillar.

OTRO 24 SANGRIENTO

El 24 de diciembre de 1876 los violentos, en nombre de la Libertad,  nuevamente llenaron de sangre la navidad  colombiana.

Se libraba una guerra a muerte entre los liberales y los conservadores, era una lucha fratricida con banderas religiosas que ensangrentó  toda la nación.

A  mediados del mes de diciembre el general liberal David Peña con el batallón Parra había abandonado la ciudad de Cali para hacer frente a las tropas antioqueñas  que amenazaban la banda occidental del río Cauca;  viendo la indefensión de la plaza los revolucionarios conservadores atacaron y entraron sin mayor resistencia al poblado. Al saber la noticia de la toma de Cali, el general Peña regresó  rápidamente con 2000  voluntarios que desde Buga y Palmira marcharon a “ castigar a los godos”.

Ese 24 de diciembre tropas liberales de Santander de Quilichao unidas a las del general Peña,  llegaron a la capital del Valle del Cauca;  David Peña autorizó el saqueo de las casas conservadoras y se dio la orden de matar sin tomar prisioneros. “ Entraron los liberales- narra Bernardo de La Espriella-  y la pluma se detiene antes  tantos horrores. Asesinaron niños, ancianos y a todo rendido indefenso que de rodillas imploraba piedad..”

Mientras la tropa insana cumplía su macabra tarea, el general David Peña descansaba tranquilamente en su casa sin atender los ruegos de clemencia. El desborde infernal duró hasta el 26 de diciembre,  cuando la tropa borracha se cansó de los desmanes.

SUCESOS RECIENTES

Hienas disfrazadas de hombres  amargaron la navidad de los riosuceños en el año de 1947.

Los ingratos sucesos se presentaron durante la presidencia de Mariano Ospina Pérez, cuando estaba el frente del departamento de Caldas el gobernador Alfonso Muñoz Botero, cuya memoria está manchada  con los asesinatos sin freno que anegaron en llanto los municipios del Viejo Caldas.

Dese meses atrás, Miguel Gutièrrez, apodado el “Celoso”  hacìa de las suyas en Anserma y en Belén de Umbrìa; el antisocial sumaba varios homicidios en la región y envalentonado por la impunidad quiso ponerse de ruana a Riosucio y amedrentar la minoría liberal del municipio  con el apoyo del alcalde Antonio Rendón Cuesta y el comandante de la fuerza pública..

El 24 de diciembre de 1947 los bochinches empezaron en el barrio de Tolerancia; el criminal Miguel Gutièrrez  gritaba ;” Yo soy el Celoso de Belén de Umbrìa y quiero ver què cachiporro de Riosucio tiene calzones para enfrentarse conmigo”.

Con amenazas y tiros, “El Celoso” acompañado por Gregorio Guerrero y otros antisociales dañaron la navidad a los riosuceños. Los bandidos se desplegaron por el casco urbano, atacaron las casas de los liberales e hirieron a Olimpo Bolívar, a Abraham Cruz y a Alcides Vinasco. Nadie los detuvo, la ciudad quedó en  manos de la chusma.


 ANEXO


LA MACABRA NAVIDAD DE 1822 EN PASTO.

Enrique Herrera Enríquez.

Un mes antes, concretamente el 24 de noviembre de 1822, las tropas del general Antonio José de Sucre habían sido derrotadas en Taindala por las milicias pastusas al mando del Teniente Coronel Agustín Agualongo con el  “Escuadrón Invencible” a la cabeza. Sucre con sus derrotadas tropas se regresa a Túquerres donde espera ayuda de Simón Bolívar que se encontraba en Quito. A mediados de diciembre le llegan los batallones Vargas, Bogotá y Milicias Quiteñas para reforzar al batallón Rifles, Escuadrones de Guías de Cazadores y los Dragones de la Guardia, acantonados en Túquerres.

Los 7  batallones con algo más de 3.500 hombres provistos de las mejores armas de la época, con caballería y cañones de alto alcance avanzan hacia Pasto en plena festividad de la novena de la navidad de aquel entonces. La preocupación en Pasto es grande, se sabe del poderío militar conque ahora cuenta Antonio José de Sucre, quien de seguro no olvida la derrota que le propiciara Agualongo en el arenal de Huachi, cerca a Cuenca, el 22 de noviembre de 1820 y la última de Taindala, situación que obliga a replegar fuerzas hasta el Guaytara para evitar el avance de las tropas invasoras.

Pasto no cuenta con un ejército regular, es en general su gente, la población civil la que se organiza en milicias para afrontar una vez más la defensa de la martirizada ciudad. Años atrás, tuvo que hacerlo frente a las tropas quiteñas y las de las Ciudades Confederadas del Valle del Cauca que venían tras 413 libras de oro que estaban escondidas entre las paredes del templo y convento de los Dominicos, hoy templo de Cristo Rey. El famoso tesoro fue encontrado por los quiteños que entraron el 22 de septiembre de 1811 a sangre y fuego sobre la ciudad, dejando un manto de dolor y tristeza por la actitud criminal contra la inerme población civil que no pudo contenerlos.

Tiempo después, en plena semana santa de 1814, el general Antonio Nariño pretendió tomarse militarmente a Pasto sin haberlo logrado gracias al valor y bizarría de la mujer pastusa que tomó cuanto elemento contundente pudo para defender la ciudad de la agresión que iba ha ser objeto. Los hombres habían recibido la orden del Brigadier español Melchor Aymerich para salir de la ciudad a fin de atrincherarse en los parapetos del Guaytara, quedando únicamente en la ciudad las mujeres, los niños, los ancianos y algunos varones. Recordando los criminales episodios de los quiteños en búsqueda de las 413 libras de oro, las mujeres se organizaron, sacaron las imágenes de la Virgen de las Mercedes y la del Apóstol Santiago y entraron en combate derrotando contundentemente a Antonio Nariño el 10 de mayo de 1814.

El general Simón Bolívar también tuvo en zozobra a la población de Pasto cuando en plena semana santa de 1822, libró la batalla de Bomboná o Cariaco, si se tiene en cuenta que el 7 de abril era domingo de resurrección.

Ahora, la situación vuelve a repetirse, se va ha agredir criminalmente a Pasto y su gente, los recursos no son muchos, la guerra ha dejado sus secuelas y solo el valor de los pastusos para tratar de defenderse los obliga marchar hasta el Guaytara donde se pretende detener el poderoso ejercito que avanza al mando del general venezolano Antonio José de Sucre.

El batallón Rifles, integrado por mercenarios irlandeses,  solicita como favor especial a Sucre les permita ser la avanzada para tomarse a Pasto, luego de lograr cruzar el Guaytara. Los muertos sobre el río Guaytara flotan y son llevados por la corriente del torrentoso rio. Yacuanquer, El Cebadal, El Tambor, Caballo Rucio, la Piedra Pintada, los campos de Catambuco, van quedando atrás, la resistencia de la gente de Pasto retrocede y espera sobre la colina de Santiago dar la batalla.

El batallón Rifles, avanza despiadado en la madrugada del 24 de diciembre de 1822, no se detiene ante nada ni ante nadie. Un pequeño grupo de mujeres sostienen en sus hombros la imagen del Apóstol Santiago, quien cae y casi es destrozada por el ímpetu del avance del ejército invasor. El sector se cubre de un manto oscuro, la pólvora hace sus estragos con el cargue y descargue de fusiles, las espadas, bayonetas y demás armas corto punzantes, van dejando un rejero de cadáveres donde la sangre se adueña del sector dando pie para un nombre que resuena y pondera la macabra situación de la calle denominada El Colorado. San Miguel, Caracha, son sectores a la entrada de la ciudad que poco a poco se cubren de cadáveres, de hombres, mujeres y niños que agonizantes por las heridas recibidas son rematados de manera infame, a culetazos, por las tropas que comanda Sucre.     

La asustada población civil, la que no tiene armas, busca refugio en los templos, capillas y conventos sin poder lograrlo cuando observa que los siniestros soldados, bien sea la infantería o mas aun la caballería no respeta nada. Con los fusiles calado bayoneta, con la espada, la lanza o cuanta arma tengan en su mano, arremeten cual fiera sobre su presa. Las puertas de las casas son tumbadas a patadas, se entran por las ventanas, se roban cuanto objeto de valor encuentran, violan a las mujeres sin importar su edad, las matan si encuentran resistencia.

Las puertas de templos, capillas y conventos, exceptuando el de las Conceptas, son derribadas mediante gruesos cabestros atados a las bestias para ser epicentro de sus criminales acciones. La caballería entra sin respeto alguno por el lugar sagrado, roba y sacrifica a quien se interponga en su desastroso camino. Viola en pleno altar, sin escrúpulo alguno, a las doncellas. El historiador Sergio Elías Ortiz, dice al respecto: “No se perdonó a las mujeres, ni a los ancianos, ni a los niños, aunque muchos se habían refugiado en los templos En la de San Francisco, Joya de arte colonial por sus altares y por la riqueza de sus paramentos, Los Dragones penetraron a caballo y cometieron los mas horribles excesos en las mujeres que allí se habían acogido…La Noche Buena de ese año fue para los pastusos una negra noche de amarguras. Una Navidad sangrienta, llena de gritos de desesperación, de ayes de moribundos, de voces infernales de la soldadesca entregada a sus más brutales pasiones…” 

Del general José María Obando:  "No se sabe cómo pudo caber en un hombre tan moral, humano e ilustrado como el general Sucre la medida, altamente impolítica y sobremanera cruel de entregar aquella ciudad a muchos días de saqueo, de asesinatos y de cuanta iniquidad es capaz la licencia armada; las puertas de los domicilios se abrían con la explosión de los fusiles para matar al propietario, al padre, a la esposa, al hermano y hacerse dueño el brutal soldado de las propiedades, de las hijas, de las hermanas, de las esposas; hubo madre que en su despecho, salióse a la calle llevando a su hija de la mano para entregarla a un soldado blanco antes de que otro negro dispusiese de su inocencia; los templos llenos de depósitos y de refugia­dos fueron también asaltados y saqueados; la decencia se resiste a referir por menor tantos actos de inmoralidad.. .".

 

Del general Daniel Florencio O'Leary, secretario privado de Simón Bolívar: "En la horrible matanza que siguió soldados y paisanos, hombres y mujeres, fueron promiscuamente sacrificados".

 

Del doctor José Rafael Sañudo: "Se entregaron los re­publicanos a un saqueo por tres días, y asesinatos de inde­fensos, robos y otros desmanes hasta el extremo de des­truir como bárbaros al fin, los archivos públicos y los libros parroquiales, cegando así tan importantes fuentes histó­ricas. La matanza de hombres, mujeres y niños se hizo aunque se acogían a los templos, y las calles quedaron cu­biertas con los cadáveres de los habitantes, de modo que "el tiempo de los Rifles" es frase que ha quedado en Pasto para significar una cruenta catástrofe.

 

 El historiador ecuatoriano Pedro Fermín Cevallos, refiere así el macabro acontecimiento: “Después de hora y media de combate, fue derrotado del todo el enemigo, y Sucre ocupó la ciudad desierta. Más de ochocientos de los rebeldes quedaron tendidos en el campo, fuera de los heridos, no habiendo costado al vencedor sino ocho muertos y treinta y dos heridos. Los vencedores llevados de la venganza contra un pueblo tenazmente enemigo suyo saquearon la ciudad..”

 

Podríamos traer infinidad de comentarios de importantes historiadores respecto a esta macabra navidad de 1822 en Pasto. La responsabilidad material es de Sucre pero quien la ordenó fue Simón Bolívar, razón por la cual cuando llega a Pasto pocos días después del genocidio, el 2 de enero de 1823, no hizo ningún reproche a Sucre, todo por el contrario procedió a imponer condecoraciones a los altos mandos. Sucre tampoco dice nada en su informe respecto a este sangriento acontecimiento que tuvo lugar no únicamente el 24 de diciembre, los días siguientes fueron la continuidad de esa masacre que dejó alrededor de 800 pastusos entre hombres, mujeres y niños muertos en sus calles, es decir nada mas ni nada menos que sacrificó a la decima parte de la población de Pasto.

 
 


 

 

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